El mes de septiembre llegó, con su retorno, también las nubes escondiéndose tras ellas ese sol ardiente del mes de agosto, un viento fresco también empezó hacerse notar, provocando que las hojas de los arboles resbalaran al suelo. Era el primer día de ese mes que anunciaba la llegada del otoño, pero también la vuelta a la escuela. Ruth se encontraba vistiéndose tras la relajada ducha que se había dado al llegar del footing matinal, cada vez le gustaba más correr, si ese ejercicio notaba que le faltaba algo, aun mas era necesario para poder perder quilos, y que las animadoras no la echaran del equipo no podía dejar de pensar en aquella merienda con las animadoras, en el que una vez más se vio obligada a echarlo todo, pero algo que no entendía es que, cada vez su cuerpo le costaba menos hacerlo, y al mismo tiempo era más satisfactorio al igual que las tres veces diarias que le obligaba Rackel a echarlo todo ¿Qué le estaba pasando? ¿su cuerpo ya se estaba acostumbrando aquella nueva etapa? No, no quería ni siquiera pensarlo, si así fuera, significaría que ella también estaba enferma, ¡no, ella no lo estaba! Se decía una y otra vez, negando con la cabeza. La puerta se abrió entrando por ella su prima, también recién aseada… Suerte que le quedaba solo veinte días para perderla de vista, contaba los días con desespero, lo que no entendía era porque sus padres le habían hecho inscribirse en la escuela, para tan pocos días, pero no le dio importancia, ya se espabilarían. El grito de su madre le hizo volver a la realidad, ambas, no tardaron en bajar. La mesa ya estaba preparada, sobrando algo de tiempo, pero aun y así Ruth, se sentó en la mesa, sin necesidad de comer,
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Hija me preocupas, llevas unos días que no pareces la misma, tendremos que ir al médico al final –expresó Loren preocupada, observando a su hija acomodándose en la silla, sin intención de probar bocado.
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Tranquila mama, estoy bien, solo que no tengo apetito –intentó tranquilizarla Ruth.
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¡Pues por eso, esto en ti no es normal! –exclamó Loren.
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Tranquila tía que se estará ya adaptando a la vida de animadora –dijo tranquilamente Rackel sin dejar de comer.
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¡Pero acabará enferma!
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¡No mama, yo no estoy enferma! –le aclaró mal humorada, sintiendo como el autocar escolar llegaba, cogiendo su mochila, saliendo para fuera.
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Espera Ruth, ¡tu plátano! –salió corriendo Loren, sin poder alcanzarla, ya que ya estaba dentro del vehículo.
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Gracias tía, ya me lo comeré yo –aclaró Rackel, con una asa de su cartera en su hombro, saliendo en busca del autocar, con ese plátano, que en un principio era para su prima.
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El timbre de finalización de la mañana sonó como un alivió en todos aquellos alumnos que escuchaban por obligación a esos profesores, en el discurso del inicio de curso. Ruth se sentía con alegría al observar, que sus dos mejores amigos, seguían junto a ella, lo único que lamentaba es que Codi fuera mayor sin poder estar en esa parte del edificio con ella. Caminaron por el pasillo para dirigirse a la cafetería.
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Um ¿Qué habrá preparado la cocinera? Espero algo exquisito como pastel de pudding como cada inicio de curso, que cocina unos platos para chuparse los dedos –adjuntó Dan, notándose la boca agua.
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Tu Ruth ¿cómo lo harás? ¿comerás los platos normales que hayan cocinado? –preguntó Claren.
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No, no claro que no, siempre cocina dos menús, para los “zampadetodo” –señaló entre comillas, sin dejar de andar –y las animadoras, le explicaré mi caso, seguro que lo entiende, y me dará la dieta sin problemas. Cogió su móvil, mandando un mensaje a Codi, sin dejar de andar e hablar con sus amigos. Codi se encontraba en la otra cafetería del centro, la permitida para los más mayores del instituto. Llegando a su respectiva cafetería, observando toda la sala repleta, identificando una mesa de cuatro personas vacía. Antes de dirigirse, caminaron hacía las cocineras, cogiendo cada uno su bandeja, preparados para que la cocinera, les pusiera la comida.
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Ummmm, que aroma mas embriagador, puré de patatas, alberginias de primero, ternera, con setas e guisantes de segundo y PASTEL de pudding de postre, ¡ummm! –exclamó Dan con alegría – ¿estás segura que te lo quieres perder? –le susurró en el oído de Ruth.
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Cállate Dan, sí me lo tengo que perder, no puedo permitirme el lujo –dijo con esfuerzo Ruth, intentando mantener la compostura. Veía como le tocaba el turno a Claren, después a Dan, llenándoles el plato, con todas aquellas delicias…. Le tocó el turno a Ruth, la cocinera; una mujer de unos cincuenta y algo de años, con su gorro como tal tapándole sus pelos, castaños morenos, su cuerpo era delgado, sus ojos verdosos –hola, ¡no, no me ponga ese menú! –exclamó de inmediato observando como la mujer, estaba a punto de ponerle esas adquisiciones.
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¿perdona? –se extraño, ya que conocía esa chica, esos alimentos eran los que más le gustaban.
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Es que soy del grupo de animadora, debo mantener la línea y controlar lo que como, sino me echaran.
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¿Equipo de animadoras? ¿tu? ¿desde cuándo? –se extraño grandemente la cocinera.
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Desde este verano, me admitieron después de años de intentarlo –le explicó con alegría –por eso no puedo hacer el tonto, tengo que seguir el régimen he hacer bondad.
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Está bien eso –le expresó la trabajadora con una débil sonrisa –te deseo mucha suerte, y aquí te va, tu ración de espinacas con judías blancas, y de segundo pechuga de pollo con acelgas. Ruth no pudo evitar expresar un gran rasgo de asco viendo como se lo ponían.
Echo a correr por el pasillo, observando a Codi, al final de este, su entusiasmo se fue desvaneciendo cuando le vio, hablando tan alegremente, con la persona que mas detestaba de todo el centro, Rackel ¿Qué hacía Rackel tan pegada a Codi? ¿Qué derecho tenía ella a ello? Estaba celosa, lo admitía, pero también sabía, que su prima iba a por su chico, que haría lo que fuera para fastidiarla. Respiro profundamente, acercándose a ellos con decisión.
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Hola cariño que ganas locas tenía de verte –se separo de inmediato Codi, acercándose a su chica dándole un suave beso en los labios.
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¿De qué estabais hablando? –preguntó desconfiada Ruth.
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Nada que tenga importancia, cosas de clase –dijo Codi insificante indicándole que siguiera para adelante.
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¿Cosas de clase? ¿Qué tiene que ver tus cosas con las de ella? –preguntó sin entender nada.
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Nos han puesto en la misma clase, ¿no es fantástico? –le abrazó fuertemente Rackel.
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¡Eh! ¡que es mi novio! ¡Sepárate un poco o mucho de él! –la apartó a empujones.
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Ai primita, por eso me meto tanto contigo, porque te molesta, bueno, ya os dejo parejita, adiós guapetón, nos vemos en clase, ya te llamare si necesito algo que no entienda, ya tengo tu numero, gracias por dármelo, te estaré agradecida siempre –le indicó mandándole un beso, mientras se alejaba sin dejar de mirarle –ah Ruth, diles a tus padres, que volveré a casa con una amiga.
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¿Por qué le has dado tu número de teléfono? –le encaró Ruth una vez a solas.
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¿Qué hay de malo? Solo es una compañera de clase, no tienes porque ponerte celosa, yo te quiero a ti, y lo sabes –le dijo a lo bajo apoyando su frente en la frente de Ruth, con sus dos manos en las mejillas de la chica.
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Me odia, y eso tu también lo sabes, si ha hecho eso es para fastidiarme, para hacerme daño, no quiero perderte Codi, te quiero demasiado –le dijo sin cambiar la postura de su cara ninguno de los dos.
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No me perderás mi amor, ni tu prima ni nadie nos separa, si no es que nuestra llama se apague –el corazón de Ruth hizo un respingo –cosa que no tiene que pasar jamás, porque sin ti no soy nada, mi vida sin ti no tiene sentido, lo eres todo para mí, no lo olvides mi vida.
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¡Oh Codi! –le abrazó fuertemente.
Cada mañana, desde el inicio de las clases el despertador de Ruth, sonaba a las cinco de la mañana, mas adormilada que despierta, se vestía su chándal para correr el maratón, tal como ella nombraba. Antes de salir de la habitación saludaba con alegría al calendario, tachando con una X ese día, ya quedaba veinticuatro horas menos para llegar a veinte de septiembre, en el con rotulador negro exponía: deshacerme de mi prima para siempre con esa alegría, bajaba abajo, desayunaba algo bien ligero antes de encerrarse en el baño con Rackel, para después coger el autobús para ir a clase. De ocho a una eran las asignaturas de mañana, de tres a cinco de la tarde, habiendo dos horas de descanso para comer, en el que el cuerpo de Ruth le pedía volverse a encerrar en el baño, a pesar que la dueña del cuerpo se negaba no podía evitar abandonar sus amigos a toda prisa, con la excusa, que llevaba días que sus intestinos iban demasiado al día, cuando estos les preguntaba. A causa de todo esto, no lograba concentrarse en clase, se sentía inquieta, nerviosa, como si le faltara algo, que sin ello, no pudiera vivir, solo miraba el reloj de pared de clase, ansiosa para que el timbre de salida sonase. Sí no fuera poco eso, las comidas ya no eran como antes, antes, se tragaba la dieta por obligación pensando en todas aquellas delicias que le gustaban, sin dejar ni una hoja de lechuga, ya que su estómago se lo pedía. Pero ya hacía un tiempo, desde que aumentó sus visitas al baño, que se notaba su estómago encogido, ya es que no era que le pidiera bollería, es que, ni comida le reclamaba, la mitad de su ensalada la dejaba en el plato intacta, dejando preocupados a Claren y Dan, ella conseguía sacar importancia de la que realmente tenía. A las cinco a duras penas podía ver a Codi cinco minutos, ya que tenía que correr para las animadoras con los nuevos bailes y cororagrafias, que sin saber porque le era muy difícil hacerlas se sentía muy débil, a menudo tenía que sentarse, ya que notaba que las fuerzas le abandonaban incluso algún mareo, le hacía visita, su visión se transformaba en doble e incluso en triple. La única que le socorría era Estefany, que no dejaba de exclamarle las siguientes preguntas <<¿¿ya comes??>> <<¿¿Devuelves??>> Pero Ruth, no se sentía ni capaz ni con fuerzas para contestar, provocando casi el desmayo. Al llevarla a la enfermería le hicieron unos análisis al completo, tomándole la prisión también. Tal como Estefany se esperaba, todo salió por todo lo bajo, Ruth se negó cuando le ofrecieron un bocadillo de jamón salado, saliendo de allí corriendo. De todos esos hechos no les dijo ni una palabra a sus amigos, a su chico y a sus padres, y le hizo prometer a Estefany, que hiciera lo mismo, ya que esta conocía a todos. Llegaba a las siete, en el que después de tener un descanso de media hora, se liaba con los deberes, que tal como en clase, le costaba concentrarse y encontrar las soluciones de los problemas, durmiéndose en muchas ocasiones en el escritorio, siendo despertada por su prima, que ya se acercaba con la bascula, para controlar su peso, después juntas poder devolver nuevamente.
Llego el primer fin de semana, en el que Ruth se sintió liberada de tanta responsabilidad, se sentía contenta y feliz porque después de una semana, había quedado con su niño para pasar el sábado fuera, todo un día para ellos solos. El timbre sonó con total ilusión, Ruth Parcker, fue corriendo abrir la puerta.
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Hola mi amor, enseguida nos vamos –dijo deprisa Ruth, tras darle un suave pero rápido beso en los labios acabando de recoger unas cosas, dejando en la puerta a Codi esperando –bien ya estoy, ¡nos vamos! –gritó a sus padres, empujando la puerta por el pomo para cerrarla, escuchando la respuesta de su madre <<vale cielo divertíos>>
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Espera Cari –le detuvo Dan, cogiéndola del brazo.
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¿Qué pasa? –preguntó Ruth preocupada.
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Hombre guapetón ya estás aquí, voy a coger una chaqueta fina, y nos vamos –apareció de la nada Rackel.
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¿Cómo que os vais? ¿vosotros dos? ¿Dónde? –preguntó nerviosa Ruth –Codi, hoy habíamos quedado ¿es qué no te acuerdas?
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Sí, claro que si mi amor, lamento decirte esto, pero nos pusieron un trabajo en parejas, es urgente, hoy tenemos que ir a la biblioteca ya que mañana domingo está cerrada –le explico Codi.
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¿A la biblioteca? Hacerlo aquí en casa, tenemos internet, enciclopedia, todo lo que necesitéis –intentaba convencerlos Ruth.
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Aquí no hay lo que necesitamos, necesitamos información que no vendrá ni por internet, ni en enciclopedia, está solo en la biblioteca preciosa y tenemos que ir sino nos suspenderán.
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¿Por qué no me avisaste antes? –le reprocho Ruth –me hacía mucha ilusión esta salida, pensé que a ti también.
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Y me hace, lamento muchísimo tener que decirte que no, pero no es mi culpa es por el trabajo, entiéndelo.
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¿Porque no me llamaste ayer, o antes si lo sabías?
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Lo siento no tenía saldo, te llame a casa, pero comunicaba, después ya no me acordé –se disculpó.
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Tranquila primita, yo te lo cuidare –se agarró al brazo de Codi con entusiasmo.
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¡Tu ni acercarte a él! –se entrometió entre ambos Ruth –sabéis voy con vosotros a la biblioteca.
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¿¿Cómo?? –preguntó Rackel con sus ojos como dos búhos.
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Pero cari, te vas aburrir, vamos a estudiar ¿Qué vas hacer tú allí?
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Os mirare, no os estorbaré ¿de acuerdo? Al menos podre estar contigo, no como me había esperado, pero estaremos juntos.
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De acuerdo como quieras –no dijo más, cogiendo de la mano a Ruth, dándole un beso en la mejilla. Rackel iba a su paso mirándoles con rabia.
Sentada en una silla estaba Ruth, rodeada de personas, leyendo, estudiando, consultando o trabajando en internet. Delante de sus ojos, tenía a Rackel y Codi, concentrados en ese trabajo que tenían que entregar en clase, pero podía distinguir como Rackel, la miraba de tanto en tanto para ver si miraba, seguramente para poder meterle mano, si no lo hiciera, pero se le veía rabiosa ya que Ruth, no le quitaba los ojos de encima. Poco a poco parece que se rindió a la idea de ir a por él, y Ruth la verdad es que se aburría bastante, se dedico hacer castillo, con unos palillos que encontró, en el que se le cayeron todos al suelo, provocando que todos los presente le llamaran la atención para que callara.
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Perdón –dijo avergonzada. Su boca no dejaba de emitir bostezos, notando como todas las miradas se le clavaban. Se tapo la boca de inmediato volviendo a pedir disculpas. Se estuvo un rato callada, pero el aburrimiento podía con ella, así que levantó las dos patas de delante de la silla, haciendo peso en las de atrás, haciendo equilibrio, pero un mal gesto hizo que la silla resbalara, y fuera a parar al suelo. Todos la miraron indicando con urgencia que dejara de hacer ruido, mostrándole el dibujo de silencio.
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¿Estás bien? –le susurró Codi acercándose a ella, ayudándola a levantarse – ¿por qué no vuelves a casa? A nosotros aun nos queda un rato, pero no creo que tardemos mucho más.
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Pos ya os espero –dijo sin pensárselo Ruth –ya me estoy quieta.
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Vamos cari, no pasará nada, recuerda que yo te quiero a ti, por nada te dejaría por la falsedad de tu prima –le recordó dándole un suave beso en los labios –vamos, te acompaño a casa –tras avisar a Rackel, los dos marcharon para casa de Ruth, en el que una vez que se aseguro que estaría bien, Codi volvió con Rackel.
Ruth, pese a las palabras de Codi, y que confiaba plenamente en él, no podía estar tranquila, no podía dejar de mirar el reloj, que los segundos, minutos, incluso alguna hora pasaba, y sin noticias ni rastro de su prima ni su chico. Una nota había en la cocina, de sus padres:
Aprovechando que estabais fuera todo el día, papa/el tío y yo hemos decidido ir a ver unos amigos, si llegáis antes no hace falta que preparéis nada para cenar, pararemos en vegetables food, traeremos algo de cena. Hacer bondad. 1 beso para cada una.
Ruth se encontraba nerviosa, inquieta, recorriendo la casa de un lado para otro, sin poder evitar morderse las uñas, de tanto en tanto cogía su móvil para ver si tenía alguna llamada que no se hubiese enterado pese tenerlo al lado. También ella marcaba el número del chico, que le salía el contestador. Se sentó en el sillón, pero a los dos segundos, se volvió a levantar, recorriendo el comedor de un lado a otro. Pensó en llamar a Claren y Dan, pero tan pronto como estuvo a punto de marcar la señal de llamada, colgó, no quería parecer desesperada, aunque realmente, sí, lo estuviera. Un impulsó le hizo caminar a la cocina, fijando la mirada en la nevera, la abrió, fijándose en todo lo que no era su dieta, y casi sin ser consciente se engulló, todo lo que había a su paso, sin darle tiempo de tragar lo que ya tenía en su boca. Cogió una botella de dos litros de agua, empezó a beber con desespero
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¿¿Oh dios mío que hecho?? –exclamó llevándose las manos a la cabeza, mirando a su alrededor, yogures, pollo, patatas, verduras, pasta, flanes…. Se había apoderado de todo lo que habia, sin terminarse nada, todo resaltaba esparcido por el suelo, la nevera abierta –tengo que devolver –exclamó notando como le venían arcadas, tapándose la boca para poder llegar al baño.
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