martes, 14 de julio de 2020

Más allá de las cartas: Capítulo 4



Ella era una chica algo distinta a los demás. Su nombre era Vanesa, se consideraba igual, que cualquier otro ser humano, pero los demás no pensaban igual. La miraban como un bicho raro, su trato era igual. ¿Qué culpa tenía ella, de ir en una silla de ruedas, a causa de una meningitis que le atacó pocos días de nacer? Esa frase la repetía tantas veces… maldecía al responsable de aquello, fuese quien fuese, ella realmente no lo sabía, no dejaba de preguntarse ¿Qué había hecho ella para merecer todo aquello? ¿Qué clase de monstruo fue en su vida anterior? Se encontraba tan sola, no tenía amigos, los pocos que tenía era a través de Messenger, algunos distanciados de su provincia, otros de la comunidad donde vivia, incluso pocos pero alguno había fuera de España pero eso para ella no era suficiente, necesitaba tanto contacto físico, abrazos, salir con ellos, hechos que a través de una pantalla no se podía transmitir. Apenas salía de su casa, como para salir del pueblo y menos aun de su país. Vivía con sus padres, en un pequeño piso, en una zona repleta de subidas y bajadas. Ella sabía que su familia la quería y mucho, pero poco le demostraban que la entendían. Llego una edad que Vanesa necesitaba salir, como cualquier adolescente, ella se sentía impotente porque por sí misma no podía ya que no disponía silla de motor.

A los dieciocho años, recibió su silla a motor, para ella fue una alegría inmensa, una parte de sueño ya se había hecho realidad, ya podía salir a distraerse sin depender de nadie, se acabaron las horas de agobio y estrés sin poder salir, un nuevo camino se le abrió ante sus ojos, en el que ella no tardo en aprovecharlo, pero le faltaba algo importante la amistad, ¿de qué le valía salir sola como lo hacía? Sí, se podía sacar un poco el agobio, pero al mismo tiempo le volvía el bajón al observar a todos los que le rodeaban con sus amigos he pareja, ella era la única que iba sola, sin ninguna compañía. A causa de ese efecto, ya apenas salía, se quedaba en casa, frente al ordenador en su cosa. Después llegó el trabajo, por mas curriculums que envió a lugares que ella podría trabajar de lo estudiado, no le aceptaban la entrada. Muchos porque para trabajar, necesitaba un examen antes, pero otros en cambio, porque era discapacitada sentían una discriminación por su parte. Vanesa cansada de buscar, pensó en hablar con una empresa que solo contrataban a personas con discapacidad en el que tras las pruebas correspondidas, le admitieron. Allí conoció mucha gente, joven y mayor. Ella se sentía contenta con satisfacción, el problema es que esa novedad, con los días, meses, volvió a ser una simple rutina, conocía mucha gente gracias a este empleo, pero no dejaban de ser clientela, ninguna de esta, sobre todo los jóvenes, no daban indicio de algo mas, ya solo fuera amistad, no pasaban de simples clientes.

Su máxima ilusión, era independizarse, desaparecer de su casa, reconstruir esa vida que ella veía perdida, cada vez veía más reales las palabras de su padre, sobretodo un punto que si que le pesaba en el alma <<nunca encontraría pareja>> ella negaba aceptarlo, pero en el fondo observaba que su padre tenía razón, al fin y acabo ¿Quién sería capaz de cargar con ella, y la responsabilidad que conlleva? Su madre era diferente, ella confiaba que su hija encontraría el amor, pero solo si su media naranja también era discapacitado. Así, que en el fondo, pensaba igual que su esposo, no veía a un no discapacitado, dispuesto a esa gran responsabilidad. Vanesa en cambio le era igual, discapacitado o no, ella lo único que buscaba era alguien que le aceptara, y le quisiera tal como era. Mucho buscó el amor de su vida a través de páginas de internet, ya que cara a cara nadie se le acercaba, pero lo único que recibió fue pervertidos, con ganas solo de jugar con ella… poco a poco bajaba la cabeza, teniendo que admitir las palabras de su madre, e incluso en alguna ocasión las de su padre, ante esa idea, viendo que su vida no cambiaria jamás, muchas lágrimas derramó de angustia y impotencia, con deseos que alguien le pegara un tiro, ya que ella era demasiado cobarde para apretar el gatillo.


Hacía poco tiempo que Vanesa, conoció a través de una de esos páginas a un chico, que como a muchos la convenció para pasar un buen rato a través de la cámara web. Después de aquello, apenas coincidieron, lo poco fue por una sola pregunta por parte del otro << ¿ponemos la cam?>> <<¿te apetece jugar?>> cuando Vanesa se negaba, este desconectaba al momento. Vanesa se imaginaba el motivo, pero negaba a creérselo, necesitaba tener la esperanza de algo, aunque fuera ficticio, aunque no se vieran cara a cara, pero necesitaba un cibernovio, aun así siendo consciente, que solo serían pareja de “cama”. Abrió varias veces su correo, esperando encontrar, alguna explicación de ese chico, que hacía tantos días que no hablaban, pero esta estaba vacía, los pocos que había no era de ese remitente. Le envió varios correos, pero ninguna respuesta llegó. Tenía su teléfono móvil, en una ocasión se lo entregó con la condición de que practicaran ciber sexo, el número se quedó grabado, así que no tardo en telefonearle, para saber algo de él, pero para su sorpresa, escuchó un mensaje nuevo <<este número no existe>> Vanesa se quedo extrañada ya que a ese número había llamado tantas veces antes. Se acordó que tenía la dirección de su casa, que se la paso para un posible encuentro sexual real, sin pensarlo más, en una página de Word comenzó a teclear animada.

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