domingo, 19 de julio de 2020

Mentira tras el cristal: Capítulo 12




Tras el grito de Dan, Codi e Claren corrieron para poder reunirse con Ruth. Se pararon en seco sin saber lo que estaba ocurriendo, observando la palidez en-explicable de Dan, su rostro paralizado, sus ojos como dos naranjas de abiertos, empotrado contra la pared, sus manos e piernas bien pegadas a esta, su respiración se aceleró. Un grito ahogado salió de las bocas de ambos, al ver estirada en el suelo a Ruth, inconsciente.

  • ¡Ruth! –gritaron los tres reaccionando corriendo junto a ella.
  • Ruth ¿estás bien? ¿Qué te ha pasado? –le pregunto Claren viendo a su amiga en el estado que estaba.
  • ¡Mi amor di algo por favor! –le suplicó Codi, poniendo sus manos bajo la cabeza de su chica –dios mío ¿Qué he hecho? ¡he provocado que te suicidaras! –rompió en lágrimas Codi.
  • ¿¿Cómo?? ¿¿¿Ruth está muerta??? –gritó a su vez Dan, su rostro era cada vez mas fantasmagórico.
  • ¡Dejad de decir tonterías! –exclamó Claren alterada, comprobándole el pulso, aunque el suyo temblaba bien –tiene pulso, está viva, llamar una ambulancia ¡rápido! –les ordenó…
***********
  • Bien Ruth ya me han explicado tu ingreso durante unos días ¿puedes explicarme por qué? ¿Qué te pasó exactamente? –le preguntó Sara, apuntando algo en su blog de notas, sin sacar la vista de este.
  • Otra crisis nerviosa, que me hizo reaccionar de esta manera.
  • Sí, pero una crisis ¿por qué? ¿qué o quién te la produjo? –quería llegar hasta el fondo la doctora.
  • Mi prima, quiere quitarme a mi chico e putearme, como siempre, hacer que yo sea un diablo, mientras ella, aparenta que es un ángel, cuando de ángel, tiene lo mismo que yo de cura –Sara advirtió, el nerviosismo, el rencor y la rabia, de su paciente, al sacar el tema.
  • Háblame de tu prima ¿os lleváis bien?
  • ¿Bien? ¡la odio, la detesto! –exclamaba rabiosa Ruth.
  • ¿Por qué? ¡explícame! –insistía Sara. Ruth le explicó toda la historia, todo lo sucedido desde que llegó esa desconocida a su casa, hasta el día de hoy.
  • No sé que de decir… no sabía nada… -se quedo sin palabras Sara –¿estás segura que no fumas? –preguntó al fin.
  • ¡Pues claro que estoy segura! ¿¿cree que me inventado todo esto?? ¿¿Qué ganaría yo con eso?? –se ofendió Ruth.
  • También tienes razón, pero aun y así quiero comprobarlo, dame el nombre y apellido de ese hombre por favor.
  • Claro Williams Screech –contestó sin pensárselo dos veces, viendo como su doctora, se acercó al teléfono empezando a marcar un número…
  • Sinceramente no me lo puedo creer –afirmó al colgar –¿tus padres no te han escuchado, ni creído?
  • No, hay ve el resultado –le recordó Ruth.
  • ¿Tu prima nunca ha devuelto en publicó?
  • Excepto cuando esta, con las animadoras, no, se sabe controlar muy bien, al igual que manipular a la gente, tiene a todos bien engañados.
  • Tiene tela tu prima con la cara de nunca haber roto un plato que tiene –se seguía sorprendiendo Sara –el doctor Screech afirma que es muy farsante Rackel, lo notó las pocas veces que habló con ella.
  • Ya le digo yo que sí que lo es.
  • ¿No has intentado, ponerle alguna trampa, para que tus padres, vieran de decías la verdad?
  • Un montón de veces pero siempre las encontraba y las eliminaba, también intenté grabarla, pero pillaba las cintas y las eliminaba, incluso, pegaba gritos a mis padres cuando ella fumaba, para pillarla in fraganti y vieran que ella es la mentirosa pero tiraba con rapidez el cigarro, y disimulaba bien, no se imagina que rabia me da –informó notando que el pulso se le aceleraba.
  • No me extraña que hayas acabado como lo has hecho, entre tu prima, y sus compañeras, que no se ponen a tu favor, más bien te acaban de pisotear, no creo que te salga a cuenta seguir en el grupo.
  • Lo tengo que hacer, es mi gran sueño, sé que si salgo del grupo ya nadie, me volverá, a dar una oportunidad, tal como estoy como una gran foca –dijo con lamentación, mirándose a través del cristal que tenía enfrente.
  • Claro que te la darán Ruth, será mucho mejor que todo esto. Tu de foca no tienes nada, estas como un esqueleto, mírate, a través del cristal –le intentó hacer ver Sara.
  • Ya lo hago y estoy como una ballena. No, no puedo hacerlo, aunque este mi vida en juego no puedo hacerlo… -negaba con nerviosismo su cabeza.
  • Tengo entendido, que te rescataron, tus amigos y tu chico.
  • Sí arriesgaron la expulsión por mí, se escaparon del colegio por mí, por ir en mi búsqueda –dijo Ruth con felicidad.
  • ¿Y con Codi? ¿Cómo estas ahora?
  • Bien muy bien desde ese día vuelve a ser el de siempre –dijo con una gran felicidad –ya no viene a por mi prima, apenas se hablan, y conmigo vuelve a ser el chico simpático, divertido, agradable de siempre.
  • Me ha alegro muchísimo –se alegro de todo corazón Sara. Se sintió un pitido –ya ha pasado un hora, que pronto pasa el tiempo, lo siento Ruth, pero tengo más gente, nos vemos en la próxima sesión, ya sabes que para lo que necesites tengo mi móvil las veinticuatro horas encendido, ya pensaré alguna manera para des mascarar a Rackel, tu tranquila –le guiño un ojo, preparando la ficha del siguiente paciente.

Treinta de octubre, hacía meses que Ruth esperaba con ansia ese día, la misma tradición que no cambiaba pese que la infancia iba pasando incluso acabando, Hallowen, la fiesta de disfraces más conocida, estaba a menos de veinticuatro horas, ya Ruth junto a sus amigos, y su chico lo tenían todo ya acabado y preparado, Ruth iría disfrazada de pantera rosa, Claren de Cat Woman, Dan de Homer Simpson, Codi de Spiderman, John de Robin Hood, todos estaban ansiosos, por pasar de casa en casa, con el truco o trato al igual que un niño con su caramelo, era de las pocas cosas que la niñez no les había abandonado, así seguían nerviosos e inquietantes, al recordar que después había baile entre achocolatada y churros. Además Ruth se sentía como si el corazón le impulsara para salir de su pecho, ya que fue informada que ella y sus amigos se irían de fiesta en la otra punta de donde estarían, así que no habría problemas ya que no se la encontrarían, pero al mismo tiempo se sentía desconfiada, ya que podría pasar como en el concierto, sinceramente, ya no se fiaba para nada de ella, pero aun y así su alegría era mayor.
Esa misma noche, Ruth se encontraba en el sofá sentada junto a su padre viendo la televisión, se había comido toda su cena, gracias a las pastillas, aunque tuvo que hacer grandes esfuerzos, por no correr a devolver, se agarró fuertemente al brazo de su madre, con lágrimas en sus ojos, suplicando que le ayudara, su madre, obedeció de inmediato al igual que Jack, haciendo callar a Rackel, que no se dejaba de meter con ella, dejando a está sin habla. Poco a poco, Ruth se fue relajando, venciendo por primera vez esas ansias de devolver. Ahí se encontraba en el sofá, aunque sintiendo mal estar en todo su cuerpo.
  • Tengo frío –dijo de repente.
  • ¿Tienes frío hija? pero si esta la calefacción puesta, a la misma temperatura de siempre –se extraño Jack mirándola sorprendido.
  • Pues yo tengo frío, me duele la garganta y la cabeza.
  • ¿Que pasa? –preguntó Loren volviendo al salón tras fregar los platos junto a Rackel, sentándose en el sofá también.
  • Tiene frío.
  • Me duele la garganta y la cabeza –le recordó Ruth.
  • No parece que tengas fiebre, pero de todas las maneras ponte el termómetro –dijo Loren yendo a por él, tras ponerle la mano en la frente –treinta seis y medio, no cielo, no tienes.
  • Pos yo no me encuentro bien, creo que me acostaré –informó Ruth levantándose.
  • De acuerdo, ahora voy arroparte, derecha a la cama ¿eh? ¿Quieres que te acompañe? –le preguntó Loren.
  • No mama tranquila, no voy a devolver –dijo empezando a subir.
  • Espera hija, que voy contigo, no sea que te de un mareo en media escalera, te caigas directa para abajo –se levantó precipitadamente, yendo junto a Ruth, guiñando un ojo a su esposa…
******
  • No mama, no puede ser… tengo que ir… -exclamó débilmente Ruth, estirada en su cama, la tarde siguiente de aquella noche con mal estar por todo el cuerpo, haciendo esfuerzos para incorporarse, apenas salía voz, sino un simple murmuro, su cara estaba pálida, sus ojos llenos de ojeras –me muero de ganas de ir, me hace mucha ilusión –comenzó a toser.
  • Ya lo sé cariño, pero en el estado que estas es imposible, estás a treinta y nueve de fiebre –afirmó comprobando nuevamente el termómetro, al aire –te duele la garganta, debes tener unas buenas anginas, tienes que quedarte en cama, ahora llamaré al doctor para que venga a visitarte.
  • Tu madre tiene razón, tienes que quedarte en cama, reposar, cuidarte y mejorarte –le dijo Claren. Tanto ella, como su chico, sus dos amigos, estaban alrededor de la enferma.
  • Pero… -intentó protestar Ruth.
  • No hay peros que valgan amor –puso su dedo en la boca de su chica –si quieres, me estaré todo el tiempo aquí contigo para que no te sientas sola –estaba dispuesto acomodarse Codi en el lado más amplio de la cama.
  • Me encantaría –alcanzó a escuchar Codi, con dificultad, pese que tenía su oído bien pegado a ella, para escucharla –pero… te hace muchísima ilusión también… y con una que se lo pierda, es suficiente…
  • A mí no me importa eso, yo solo quiero estar contigo y saber que estás bien –le cogió fuertemente la mano Codi –ya te he abandonado bastante –recordó arrepentido.
  • No me pasará nada estaré bien, además necesito descansar, por más que me cueste admitirlo, estoy hecha polvo.
  • De acuerdo amor, saldré con mi disfraz de Spiderman y por cada telearaña que fabrique me acordaré de la estrella más hermosa que  hay en este mundo, de ti, te amo, princesa, y siento de todo corazón haberte hecho pensar lo contrario.
  • Ya te dicho que estás perdonado –le transmitió con una débil sonrisa. Codi acerco sus labios a los de la joven enferma, dándole, un suave pero profundo beso en los labios –Cari, te voy a contagiar todos los virus –le recordó Ruth.
  • No me importa, así podre, estar enfermó e recuperarme junto a ti –dijo codi, sin dejar de besar a Ruth en los labios.
  • ¡Oh que bonito! –exclamaron los de su alrededor. A codi se le subió todo los colores, se había olvidado por completo, que tenía publico delante. Todos a continuación se echaron a reír, incluso Ruth pese la dificultad que tenía. Todos salieron de la habitación, dejando a solas a la enferma descansando. Rackel, se les quedo mirando sin que ellos fueran conscientes, y una sonrisa se le dibujo en los labios.
    La calle estaba cortada, montones de niños y adolescentes recorrían la travesía, con sus disfraces puestos, los más pequeños acompañados de sus padres y hermanos mayores, los más grandes en grupo con sus amigos e amigas, por toda la calle se sentía <<¿¿truco o trato??>> dejándose oír ante la música marchosa que se escuchaba por todo el pueblo. Codi, entre casa e casa, alguna llamada formulaba a Ruth, para saber de su estado. La ruta termino en la gran plaza del pino, donde los músicos destacaban muchísimo más por sus canciones, y la fiesta se hacía notar. Una gran hoguera se encendió mientras los responsables repartían chocolate desecho con churros o bizcocho.
  • ¡Ummm que gueno que esta! –no disimulo para nada Dan a probar ese apetitoso chocolate caliente, tan apetecible en esa época del año, que el frío era considerable, y con tan formidable acompañante como eran los bizcochos.
  • Sí que es verdad, lo bien que sientan con este frío penetrante –le confirmó Claren, respirando profundamente, tras aspirar el aroma del chocolate, cogiendo la taza con seguridad sintiendo calor en ella.
  • No te preocupes mi vida, si tienes frío yo ya te daré calor e bienestar –John la rodeo con sus manos por la cintura tiernamente, dándole un suave beso en el cuello, en el que la joven se ruborizó.
  • ¿Qué te ocurre primo? –se extrañó Dan.
  • Es que no puedo dejar de pensar en Ruth, todo lo que está pasando, hecho que enfermará no precisamente una enfermedad que en cuatro días esta fuera –expresó, sin apartar la vista ni las manos de su taza.
  • Ya estaba enferma, antes que tu pasaras de ella, no eres del todo culpable –le tranquilizo Dan.
  • Dan tiene razón, la principal responsable ha sido Rackel, ella fue quien la metió en todo este mundo, y ha provocado ese estado tan lamentable en el que se encuentra –le animó Claren. Codi miró a los tres con una débil sonrisa de agradecimiento. Se hizo un largo silencio. La música dio paso, aun ritmo lento, romántico…
  • ¿Me concede este baile señorita? –le alargó su mano John.
  • Me encantaría –se cogió a su mano Claren, yendo a la pista bailando muy cogiditos uno del otro esa lenta canción.
  • Yo me voy a por bizcocho y chocolate primo ¿quieres que te traiga algo? –le preguntó Dan.
  • No gracias, no me apetece nada –le contestó Codi muy seguro de sí mismo, sentándose en un banco, que había cercano, viendo como su primo iba detrás.
  • Bien como quieras –dijo Dan en busca de mas comida.

Codi se quedo mirando fijamente a todas esas parejas que bailaban muy lentamente yendo al ritmo de las canciones románticas que sonaban. No podía dejar de mirar a Claren y John, hacían tan buena pareja, le recordaba tanto a Ruth y a él ambos habían pasado tan buenos momentos… y ahora por su culpa todo había acabado, tenía que haber estado más por ella, escucharla, y no unirse al enemigo, pero realmente Rackel no parecía tan mala como aparentaba.

  • Ui que pensativo estas…
  • Rackel –dio un salto Codi, levantándose de golpe – ¿de dónde has salido tu? ¿le ha pasado algo a Ruth?
  • ¿Ruth? Supongo que debe estar descansando en cama, ¿Qué pasa? ¿no te alegras de verme? –preguntó acercándose cada vez más a Codi, muy pausadamente.
  • Sí claro, es solo que estoy preocupado por Ruth, mi prioridad es ella –daba un paso a atrás Codi.
  • ¿Estás solo? –pregunto Rackel.
  • Claren y John están bailando, Dan ha ido a por comida.
  • Por relájate guapetón, que nadie nos ve, estamos a solas, podemos hacer lo que nos plazca –le susurró muy sensualmente al oído.
  • ¡No, yo quiero a Ruth, la amo a ella, ya le he hecho demasiado daño por tu culpa, vete, olvídame! –exclamó nervioso, alejándose lo más que pudo de ella.
  • De acuerdo, tu ganas, perdóname –se rindió Rackel –voy a buscar algo de bebida –se levantó e se alejó. Codi, siguió observando a las parejas bailarinas, en estos momentos estaban bailando una bien marchosa –ya he vuelto te he traído un poco de coca cola, sabiendo que no te gusta el alcohol ¿brindamos? –Codi se la quedo mirando incrédulo –por nuestra amistad, por esta fiesta, por Ruth –acabo diciendo viendo como nada de lo que decía le convencía.
  • Por Ruth –levantó su vaso al aire, dando un largo trago.
  • ¿Sabes? Te queda muy bien ese traje de hombre araña –le alagó Rackel.
  • Gracias ¿tú no vas disfrazada? –se fijó Codi.
  • No, no me gusta hacerlo, prefiero ser yo misma –le explicó. Siguieron hablando en soledad, entre risas e entre trago y trago, algunos vasos llenaron.
  • Bufff –dijo de repente Codi.
  • ¿Qué te sucede? –preguntó preocupada Rackel.
  • No sé, me ha dado un mareo, todo me da vueltas ¿seguro que era coca cola? –desconfió el joven.
  • ¿Acaso no tenía el sabor?
  • Sí la verdad es que si, ufffff que dolor de cabeza, que mareo… -recostó la cabeza en el banco.
  • Ven –se levantó Rackel.
  • ¿A dónde vamos?
  • A un lugar más tranquilo, aquí entre la música y el baile, no te ayudará, hazme caso,
  • Quizás tengas razón –se levantó cogiendo la mano, a Rackel, alejándose hasta cierto punto que solo ella sabía –que solitario esta todo esto ¿no? –preguntó tras haber caminado cinco minutos llegando a un escampado con cuatro bancos contados. Se sentaron en uno de ellos.
  • Sí, hoy todo el mundo está en la fiesta ¿Cómo te encuentras?
  • Bastante mareado todavía, no sé lo que me pasa la verdad –dijo confundido negando varias veces con la cabeza, rechinando como un caballo.
  • No te preocupes, yo te cuidaré –le susurró muy suavemente al oído.
  • Preferiría que me cuidara Ruth, la quiero mucho sabes, no se vivir sin ella –la miró fijamente Codi, aunque se notaba la lengua clavada.
  • Pero Ruth no está
  • No, ¿por qué no ha venido? que no me acuerdo –le preguntó a Rackel.
  • ¿Por qué no te quiere Codi, ella está enamorada de otro chico, ha preferido irse con el que contigo a la fiesta –anunció Rackel, notando la cara de tristeza que se adueñaba del joven.
  • Pero tranquilo, yo estoy contigo no te voy a dejar –le susurro Rackel, acercándose lentamente a su boca.
  • Sí gracias que te tengo a ti –le fue correspondido con ese largo e apasionado beso en los labios…

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