Vanesa, estaba en soledad, se notaba que era miércoles porqué la calle, estaba desamparada. Ella allí en su parada, sin dejar de pensar en Aaron ¿Cuándo llegaría? Ya no debería tardar. Su corazón estaba acelerado, pareciendo tambores dentro de su pecho. Respiro profundamente, tenía que relajarse, no sabía en que bus había subido, así que no podía adivinar, a la hora que se bajara en el pueblo. Eran las doce y cuarenta y siete minutos. Cogió su libro en esos momentos estaba leyendo Mar invisible, un tema bien curioso, un penado de muerte de horas, confiesa sus conferencias, a un desconocido, era curioso, pero el libro tenía razón, contamos secretos inconfesables, a un desconocido antes que a un amigo…
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¿Interrumpo algo señorita? –preguntó.
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No, no, dígame –respondió sin levantar la mirada recogiendo el libro, en la bolsa de plástico – ¡Aaron! ¡Eres tú! –exclamó sorprendida. Volvió a notar como su corazón se aceleraba.
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Sí he venido en mal momento…
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No, no, ya falta muy poco para la una, me voy ya… -dijo nerviosa – ¿y el equipaje?
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Están en el hotel… Te he traído una cosa… -sacó de su espalda una rosa –se que aquí se hace por Sant Jorge, llega un poco tarde… -dijo avergonzado. Se agacho, por orden de Vanesa. Esta lo abrazó.
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Gracias, es el mayor detalle que me han hecho nunca –dijo emocionada – ¡gracias por estar aquí!
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De nada princesa –le estrecho en sus brazos, también emocionado –dios me ha dado la oportunidad de estar aquí.
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¿Dios? ¿Qué tiene que ver dios en esto?
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Veras Vanesa… tengo que contarte algo, no he sido del todo sincero…
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Vamos a tomar algo… así hablamos tranquilos –le guio hacía el Mónica, un bar-cafetería.
Vanesa, no daba crédito a lo que escuchaba, por palabra que su receptor emitía mas sorprendida estaba:
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Esa es toda la verdad… perdóname por favor, debería habértelo dicho antes lo sé… me arrepiento de ello… pero no era capaz, menos aun cuando escuchaba tu voz entusiasmada por nuestro encuentro –hubo un silencio bastante tenso –pero algo es cierto, es que te quiero, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Le pedí fuerzas a dios para llegar hasta aquí e poder verte, ha hecho realidad mi deseo.
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¿No sabes el tiempo que te puede quedar?
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No, ni idea, los médicos tampoco lo saben, solo depende de mi corazón. Sé que es algo duro, por eso te lo estoy contando, tenías que saberlo, ahora solo dependerá de ti, si quieres seguir o no, yo ya he cumplido mi objetivo, es ver esa cara de ángel cara a cara… Ya lo que siga no depende de mí, tu princesa… ¿Qué propósito tenías?, piénsalo un momento antes de responder, escucha tu corazón.
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Yo te quiero Aaron, siento algo especial por ti, no quiero que esto acabe, pero si estas sentenciado… pues solo deseo, permanecer a tu lado, lo que Dios diga.
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¿Estas segura? No actúes por pena, te lo suplico.
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¿Pena? Mirame Aaron, lo que menos quiero es que alguien me tenga pena a mí, como para tenerte yo pena a ti, te quiero, siento algo en mi interior, pero quiero ir a poco a poco, sinceramente, mi corazón está muy cogido de otro no correspondido, necesito tiempo para que esto desaparezca del todo.
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Tranquila, no sé si me quedara tiempo, pero no te voy a obligar o agobiar, hacer algo que no quieras… tendré toda la paciencia del mundo, mi siguiente objetivo es hacerte feliz, ya sea amistad o algo mas, yo seré feliz así, solo con gozar de tu compañía –acabó diciendo Aaron, observando en los ojos de Vanesa ternura y un brillo especial en ellos.
Caminaron paso a paso, sin prisa a coger las maletas guardadas y se dirigían al Camping, que Vanesa había buscado e localizado en el mismo pueblo cerca de su casa. Los dos hablaban alegremente, sin tardar en dejar su timidez aparcada. Allí, en el Mónica se comieron un bocadillo, y un refresco, que fueron pagados por Aaron sin aviso. Vanesa ya avisó a su madre de los acontecimientos no esperados.
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Bien ya hemos llegado, detuvo su silla enfrente del mostrador del camping.
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¿Este es el chico del que me hablabas? –preguntó la recepcionista joven, pelo largo y negro, delgada, ojos verdosos. Vestía una camisa larga y blanca, unos tejanos. Sus botas llegaban hasta la rodilla, y eran de color negras.
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Sí, se llama Aaron.
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Mucho gusto –le estrechó la mano mostrando una agradable sonrisa –tu amiga nos indico que te guardáramos un Bungalow, así lo hemos hecho, te cuento… coge asiento por favor –le indico, pasando al otro lado de la mesa, sentándose en su silla, fijándose, como su cliente también lo hacía –Los Bungalow son pequeños pero completos, tendrás todas las modernidades, todo por cien euros al mes ¿Qué opinas?
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No está nada mal, ¿verdad Vanesa?
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La verdad es que está perfecto
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Aparte, hay espacio exterior, no es pequeño, todo es verde, es naturaleza pura. Tenemos piscina, para hacer deporte también…
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Esta estupendo, gracias ¿donde hay que firmar? –se animó Aaron.
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¿Sabes el tiempo que te vas a quedar? –le preguntó la recepcionista.
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La verdad es que no… -dijo algo dudoso, mirando a Vanesa.
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Bueno, no os preocupéis, de momento te apunto para un mes, si ves que ya te quieres ir me avisas –le propuso la recepcionista
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Gracias –agradeció el joven.
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Seguirme os lo mostraré.
Vanesa e Aaron siguieron a la jefa, por una especie de tubo en forma de arco, estaba algo oscuro, pero entraba la claridad del exterior. Al final, les esperaba como unas cabañas. No tardaron en entrar, no eran muy espaciosas, pero tenían todo lo necesario; a mano derecha, unas literas. A mano izquierda un sofá, con una mesa pequeña delante, con ruedas incorporadas. Delante de sus ojos, la cocina y pica, antes de llegar a esta una mesa cuadrada con cuatro sillas. Había una puerta que llevaba al cuarto de baño, con una bañera, un váter, un lavamanos y un bidet.
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¿Qué os parece?
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Está perfecta
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¿Cerramos el trato entonces?
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Sí, cerramos el trato.
Vanesa paso la tarde juntó a Aaron, no se movieron del camping, observando la nueva casa temporal del joven. Iban fijándose hasta el más pequeño detalle, de todo. Cenaron en una terraza cerca de allí, el cielo estaba despejado, lleno de estrellas voluminosas, todo estaba silencioso e tranquilo, haciendo posible una velada de lo más tranquila. Vanesa, nerviosa, notando su corazón latiendo de emoción, miraba a Aaron, sacaba sus ojos de él, con todo su cuerpo temblando al percibir su mirada. En cambio el chico no sacaba los ojos de Vanesa, aunque la miraba con unos ojos, que nunca antes había visto la joven, unos ojos de ternura, amor.
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Déjame acompañarte a casa por favor –le pidió Aaron, cuando Vanesa iba a salir del camping.
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No, que si no estaré sufriendo, por si no sabes volver, y te pierdes.
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Pero si no te acompaño, quien sufrirá seré yo ¿sabes los peligros de la noche? ¿sabes la cantidad de locos que desean hacer daño a las chicas?
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Sí lo sé, pero estaré bien, no sufras, me lo he pasado estupendamente, gracias por lo de hoy, gracias por estar aquí, nunca antes habían hecho algo así por mí, me lo he pasado estupendamente, espero, que sigamos viéndonos, espero que esto no se acabe aquí.
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¿De verdad quieres que me quede? Es lo mejor que me podías decir, te quiero Vanesa, solo quiero tu felicidad.
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Pos no te muevas de mi lado por favor… te quiero –le beso dulcemente en la mejilla.
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Yo también te quiero princesa –dijo Aaron maravillado por ese beso recibido –llámame cuando llegues a casa por favor, sobretodo ten cuidado.
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¿Nos vemos mañana? ¿me visitarías al trabajo?
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Me encantaría –respondió Aaron radiando de felicidad.
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Te llamare –dijo Vanesa antes de irse.
A la mañana, los clientes de Vanesa, no tardaron en enterarse, el nuevo amigo de esta. No dejaban de acercarse para preguntarle de lo que estaba pasando, aun más cuando el joven se acercaba con pequeños obsequios. Vanesa odiaba, sí, odiaba el momento que tenía buena compañía, y llegaba la clientela, era como el libro, era como un imán. Cuando eso pasaba Aaron se separaba para no molestar.
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¿Me deja que la invité a comer señorita? –le cogió su mano, besándosela.
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Oh no, ya me invitaste ayer, hoy me toca a mi ¿a qué bar quieres ir? –dijo Vanesa con timidez por el beso enviado
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¿Bar? Pensé cocinar yo, en el camping, ya llevo todo lo que necesito, que acabo de comprar –le mostro la bolsa.
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Me encantaría –se sonrojó mas.
Mientras llegaba la una, Vanesa no dejaba de hablar con Aaron, sin poder evitar reír, por las payasadas que transmitía. Recibieron la visita de Canelo, un perro, mezcla de Pomerania y Pekinés. Aaron se puso a jugar con él, en una especie de baile, que no pudo evitar las carcajadas de la vendedora. Al rato el animal marchó. Como siempre, venía un rato y después se alejaba. Vanesa estaba casi convencida que era abandonado, pero había cosas que le hacían dudar, no tenía collar, sino un harnees en su cuerpo de color azul, pero el caso es que siempre estaba en la calle, perdido, siempre siguiendo las hembras en celo, pero algo curioso… respondía con el nombre que se inventó ella, mas de una vez, intención tenía de seguirla. Lástima que sus padres no quisieran animales, porque ella se llevaría a Canelo a su casa. La hora llegó, no tardaron en dirigirse al camping, entre risas y charlas. En cuanto entraron por la puerta, Vanesa, tuvo que correr al baño, pero al no estar adaptado, fue ayudada, por la joven recepcionista, ofreciéndose, voluntaria para lo que fuera necesario. Aaron ayudo a Vanesa a sentarse en el sofá mientras preparaba la comida. Fue un rato muy divertido para ambos. Aaron ayudó a Vanesa, a sentarse en la mesa para comer. Hablaban, Vanesa, le explicó lo de su cibercontacto Aaron, algo avergonzada por las palabras que estaban saliendo de su boca.
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Pobre, lo has tenido que pasar mal en la vida, si tu familia no te apoya aun más.
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Sí, esa es la verdad, pero dime… ¿realmente no te importa? –preguntó con temor –no encuentras que sea una…. Bueno ya me entiendes…
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¿Eh? ¿Pero qué dices? ¡Claro que no! Cada uno hace con su cuerpo lo que quiere, tu también tienes tus necesidades, no te dieron oportunidad de desahogarte de otra manera –explicó convencido. Vanesa le sonrió.
Sobre las tres de la tarde, volvieron al sofá.
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Tengo una idea, espera un momento –dijo Aaron acercándose a las literas, cogiendo algo. Se volvió a sentar con un bloc de dibujo, y unos lápices de carbón en las manos.
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¿Qué es eso? ¿Qué vas hacer?
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La voy a dibujar, si usted me lo permite, por supuesto –se preparaba Aaron.
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Adelante artista, pero dibújeme mi mejor perfil ¿eh? –se ponía coqueta Vanesa.
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Dibuje, cual dibuje, usted es perfecta –le piropeo Aaron, que sonrojó a Vanesa.
Eran las cinco de la tarde, cuando los dos salieron a pasear por el pueblo. Vanesa le mostro todas las zonas claves. La chica no pudo evitar reír, en ciertas ocurrencias de Aaron, no quería que eso acabara, pero tenía que ser realista…. Su discapacidad ¿él aguantaría la responsabilidad? Era tan difícil. No dejaba de pensar en aquel muchacho de Barcelona, que le aseguro que la quería, no le importaba la silla, y a la hora de la verdad, ni por internet se veían. Sabía que era complicado, pero no quería más mentiras, necesitaba realidad.
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¿Qué te ocurre princesa? Te noto pensativa…. –preguntó preocupado.
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Nada, solo es… -respondió con la voz entrecortada, con timidez.
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Dime… ¿hecho algo mal? –pregunto preocupado.
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No, no, no eres tú, soy yo… mi discapacidad…. ¿ya aguantarás?
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Princesa… -se detuvo delante de ella. Le cogió la mano –Te amo, verdaderamente te amo, tu discapacidad no va a ser un obstáculo, más bien me va a dar fuerzas para seguir. Ambos se miraron a los ojos, con un brillo especial, siguiendo con su recorrido. Se detuvieron en un bar a tomarse un refresco.
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Eres tan guapa Vanesa –le acariciaba la mano.
Eran cerca de las once, cuando se despedían en la puerta del camping, cogidos de la mano, mirándose a los ojos.
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Te quiero Aaron, eres lo mejor que me ha pasado nunca.
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Te amo princesa, no sabes hasta que punto –el silencio les rodeó, las miradas eran cada vez más intensas - ¿puedo? –le susurró, sus rostros se apegaban más, sus narices se rozaban. Se podía notar el corazón accelerado de ambos, el aliento mentolado. Sus labios se tocaron, un pequeño, pero profundo beso, les supero.
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Gracias –dijo Vanesa, algo perpleja de emoción contenida –venme a ver mañana, te esperare a primera hora –le susurró antes de marcharse, conmovida e emocionada por lo que acababa de pasar ¡su primer beso! No se hinchaba a reír y a cantar porque la tomarían como una loca –¡Vanesa! –escuchó. Se dio la vuelta.
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¡Hasta mañana! –se despidió con la mano, también emocionado. A Vanesa le pareció sacado de una película ese gesto, la emociono más, con esa emoción regresando a su casa.
Sábado por la tarde, paseando en el paseo…
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¿Qué te ocurre Aaron? Te encuentro muy serio… -preguntó Vanesa preocupada.
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No es nada, solo que estoy preocupado por mi madre… se ha quedado allí sola…
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Vaya… lo siento… puedes escribirle correos.
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No tiene ni idea de ordenadores –contestó Aaron –pero gracias, eres un sol –la beso en la mejilla.
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Ei tengo una idea –se le iluminó la cara a Vanesa –podemos hacer un libro, como un diario personal, pero para tu madre, con fotos, dibujos…, mientras podemos telefonearla con el teléfono de mi casa, que sale gratuito.
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Es una idea fantástica… ¿Cuándo empezamos?
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