domingo, 12 de julio de 2020

Desaparecida en la oscuridad: Capítulo Uno



La sala numero ciento catorce C, del tribunal universal de Londres, estaba bien iluminada, al igual que habitada, por un nombroso jurado, los abogados, e los protagonistas de aquella tarde, que todos ellos se hacían sentir, a causas de las conversaciones, que llevaban. El ambiente era tenso, sobretodo por los dos implicados, Samanta Crochet; una mujer, no muy alta, delgada, ojos marrones, pelo castaño –moreno, y Matt Parcker; un hombre alto, corpulento, cabello pelirrojo, con barba e bigote del mismo color, ojos azules. Ambos se miraban con rabia, sentados, cada uno en un extremo, con sus abogados a sus lados. La puerta se abrió, esas voces desaparecieron casi al instante, solo se podía escuchar las respiraciones de todos esos personajes, que no tardaron en continuar con sus quehaceres al contemplar que solo se trataba de Polly, aquella mujer alta, delgada, pelo ondulado, rubio, recogido con un moño, llevaba puestas, esas gafas de pasta gorda, de color negro, era la encargada de escribir, todo lo que se pronunciaría a partir que empezara el juicio. Con paso decidido se dirigió a su asiento, una especie de pupitre, justo al lado del asiento del señor juez. En él, tenía papeles esparcidos, que no tardo en ordenar, echándolos a un lado, en un solo pilón. Puso en marcha la maquina de escribir, en el que a su alrededor, se encontraba todos esos papeles. Con aire muy refinado, se sentó en su asiento, justo enfrente de esa maquina de escribir. La puerta se volvió abrir. El silencio se notó, con todas las miradas que acaparaban esa gran puerta. Por ella entro, un hombre de cincuenta años, delgado, poco pelo en su cabeza, de un color gris canoso, su piel era un tanto oscura, que hacía que sobresaltará aun mas su cabellera. Vestía una larga túnica de una mezcla de blanco y negro, que le llegaban hasta sus pies. Calzaba unos zapatos negros. Todas las miradas, le siguieron asta su asiento. De otra puerta apareció, una chica, no muy alta, delgada, pelo castaño –moreno, recogido con un moño, llevaba unas gafas transparentes, delgadas. En sus manos llevaba un baso con agua, en la otra, una larga capa del mismo color que la túnica, de su superior. No tardo en situarse, al lado del juez, en el que en ese preciso momento se sentaba en su asiento, observando como esa chica, situaba ese cubierto ya utilizado asta arriba, en su propia mesa, y esa larga capa en su espalda. Hecho una mirada a todos los presentes, todos esos ojos, que le miraban a él mismo. Cogió entre sus manos ese baso de agua, bebiendo unos tragos, suavemente lo volvió a depositar, en su mesa, dando un suave golpecito. Volvió a mirar a todas las personas en el acababa de observar momentos atrás, en especial a Samanta, y Matt, noto expresiones en ellos, totalmente contradictorias, Matt, estaba de lo mas tranquilo y relajado, mientras que Samanta se mantenía nerviosa, y en alerta. El juez se aclaro la garganta, poniendo su puño cerrado delante:
  • Buenas tardes a todos e todas los presentes, en primer lugar me presentaré, aunque raro es que no me conozcan, con las que armo yo –dijo esto último entre risas. Parte de ese público rió –soy el juez Robin Robinson, si ya se que mis padres no se calentaron mucho la cabeza en elegir nombre –dijo nuevamente entre risas –pero bien siempre esta bien un poco de cachondeo, pero sin pasarse tampoco, ya que cuando se celebra un juicio pocas veces es para celebrarse con felicidad, en este caso, como bien sabrán estamos aquí, para declarar la custodia de Ruth Parcker, una menor de dieciséis años, ante la separación de sus padres, Samanta Crochet y Matt Parcker, por norma general, la custodia se entrega siempre a la madre, pero por lo que veo, no hay acuerdo firme, han llegado asta aquí, bien, es hora de que los abogados se expresen. Señor tompsón empiece usted –el abogado de Matt, se puso en pie, la estatura no era lo suyo, delgado, pelo negro noche, ojos marrones:
  • Sí, gracias señor juez, mi cliente, pide la custodia de su hija a raíz que su mujer, es un tanto retrasada, con una adolescente a su cargo no podrá sacarla adelante, como debería hacerlo –explico. Samanta y su abogado, se quedaron de lo mas sorprendidos mirando fijamente al abogado de su rival.
  • Es su opinión –dijo el juez después de echar dos tragos mas de agua a su vaso –señor Burton, diga su testimonio –le dio la palabra a ese hombre de cuarenta y cinco años, alto, delgado, pelo corto, negro, engominado, ojos claros.
  • Encantado señoría –respondió el abogado de Samanta, poniéndose en pie, aclarándose la garganta –en primer lugar, decirle que es primera noticia que mi cliente sea retrasada.
  • ¿Usted no sabía nada señor Burton? –pregunto sorprendido el juez.
  • No, es mas, estoy totalmente convencido que es una farsa para conseguir la custodia de Ruth –dijo el abogado de Samanta, muy seguro de si mismo –quien no esta preparado para cuidar de su hija, es el señor Parcker.
  • ¿Por qué dice eso señor Burton? –preguntó el juez, mirando fijamente, a ese abogado, recostando su cabeza, en su mano, que apoyaba el brazo de este, en su mesa.
  • Es uno de los motivos por el cual, se esta celebrando este juicio, pero el principal, es que mi cliente, pillo a Matt Parcker, haciendo el amor, con una joven, de veinte pocos años.
  • Sí, es un motivo de separación, pero aun y así, el amor es incomprensible, el señor Parcker, no es culpable en parte, por un momento de calentón, o porque su corazón se aya fijado en otro.
  • Sí, tiene razón, pero es que ese eligió a esa desconocida, antes que a su mujer e hija, las abandonó, no quería responsabilizarse de esta ¿Cómo cree que tratará a su hija si la tiene a su cargo? además ese hecho solo ha sido la gota que ha colmado el vaso, de muchas horas de sufrimiento y angustia.
  • Explíquese
  • yo no soy la persona mas idónea para contarlo señoría –dijo Burton, mirando por unos segundos a Samanta.
  • Señora Crochet ¿puede responder a la pregunta? –preguntó el juez Robinson.
  • Sí –se oyó débilmente por parte de Samanta, con su cabeza baja.
  • ¿Podría subir al estrado por favor?
  • Enseguida –dijo decidida, levantándose de su asiento, dirigiéndose a la silla correspondiente, justo al lado del jefe de esa sala.
  • ¿Por qué su marido no esta preparado para hacerse cargo de su hija? –preguntó Robin.
  • Bueno, ese es el motivo por el que me separo –respondió Samanta.
  • ¿Puedo saber cual es ese motivo? –se intereso el juez. Samanta, miro por unos segundos a su abogado, Tim Burton, no tardó en darle su confirmación. Esa madre, volvió a echar una mirada rápida a todos los presentes, finalizando, con la vista en frente, volviendo hablar.
  • Es una persona muy violenta –fue la contestación de esta mujer asustada.
  • ¡¡Eso es mentira!! –gritó Matt, poniéndose en pie, enfurismado.
  • ¡Siéntese señor Parcker! –le exigió el señor Robinson, dando golpes en la mesa con su martillo.
  • Tranquilízate Matt –le aconsejo Tompson agarrándole del brazo.
  • ¡Pero esta mintiendo! ¿Cómo quieres que me esté callado? –continuó subiendo el volumen Matt.
  • Pero montando un escándalo no conseguirás nada bueno –le recordó su abogado.
  • ¡Que aya orden por favor! –pidió Robinson, dando portazos con su martillo en su escritorio, a toda la sala, que se había revolucionado, -¡¡silencio!! –toda aquella gente, no tardaron en obedecerle, asta solo sentir, las respiraciones de estos mismos –continué señora Crochet –pidió, observando la mirada de pánico de aquella mujer –tranquila, nadie le puede lastimar, hable sin temor por favor. Samanta, volvió a clavar la mirada a su abogado, en el que no tardo, en hacerle otra confirmación, para que siguiera hablando – ¿a que se refiere exactamente cuando dice que es violento?
  • A que tiene un carácter muy fuerte, grita mucho…. –empezó con temor, sin quitar los ojos de encima de aquel, que estaba a punto de ser ya, su ex marido.
  • ¿Solo grita? –preguntó el juez, notando como a esa mujer le estaba costando grandes esfuerzos explicar todo aquello.
  • También pega puñetazos a las paredes… tira la cubertería o lo que encuentre a su paso….
  • ¿La ha pegado a usted? –se decidió a preguntar el jefe de todo aquello. La mujer no consiguió vocalizar palabra, su rostro entero temblaba, por mucho que ella, quisiera disimularlo. Con gesto muy lento, afirmo con la cabeza, terminando con la vista en el suelo, con lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
  • ¡¡¡Eso es mentira!!! –se sintió el grito estridente de Matt, que se levantó violentamente, de su asiento – ¡jamás la e tocado! ¿es que no se dan cuenta que esta mintiendo para conseguir la custodia de mi hija? ¡solo para hacerme sufrir! ¡ya les he dicho que esta loca!
  • ¡Siéntese señor Parcker, siéntese, o me veré obligado a que salga de la sala! –dijo el juez muy seriamente.
  • ¡¡No me da la gana callarme!! ¡Esta zorra, me esta dejando en ridículo! –exclamó Matt eufórico.
  • Señor Tompsón ordene a su cliente que se siente, tranquilice y se relaje, sino me veré obligado a expulsarle de la sala.
  • Matt, deja de montar un escándalo, ¡esta en juego la custodia de Ruth! –exclamó su abogado, al oído de su cliente.
  • ¡¡Pero que no ves que esta mintiendo, abogado de mierda!! –exclamó con rabia.
  • ¡Matt Parcker, cuento asta tres, en ese tiempo, quiero que se relaje e tranquilice, si no quiere que las autoridades se le lleven esposado para calabozo! –le chantajeó Robin.
  • Esta bien, esta bien, ya me relajo –dijo rabioso Matt, respirando profundamente, aceleradamente, soltándose de su abogado brutalmente, echándole una mirada de furia. Despacio se volvió a sentar en su asiento.
  • Señoría, con su permiso, le diré, que aquí tenemos presente como a prueba, el certificado médico de que mi cliente, la señora Crochet, a sido maltratada, desde hace poco mas de trece años –interrumpió Tim burton.
  • ¿Me lo pueden mostrar? –preguntó Robin, situándose, unas gafas de montura negra por encima la nariz
  • ¡¡Es falso!! ¡¡nunca la e tocado!! –se sintió gritar a Matt, observando, que ese papel, protegido por el sobre, iba a manos de el jefe de la sala.
  • Eso no es usted, quien debe decirlo… -fue la contestación de Robin, sin dejar de examinar las líneas del papel. Todos los presentes se quedaron mudos, tras la concentración de su señoría, en su lectura, nadie se atrevía a merediar palabra, para no desconcentrarle – bien se ve claramente, que no es una falsificación, que esta hecha de buena mano por el doctor en persona ¿a sido tratada por el doctor James Broker?
  • Sí, es quien lleva todo mi caso, desde la primera paliza que me atendió –explicó con la cabeza baja.
  • Es muy buen amigo mío, estoy convencido que ha hecho muy buen trabajo en sus curas, esta claro, que la letra es de él, ¿no ha denunciado los maltratos? –se interesó el señor juez.
  • No, no lo hice por temor, me… me tenía amenazada con matarme, no sin antes torturarme y llevarse a mi hija –explicó algo atemorizada, a pesar de todos los presentes que hallaban por defenderla.
  • ¡¡También es mi hija vieja zorra!! –gritó Matt, viendo como Tompsón, le intentaba callar. El juez le echó una mirada asesina a Parcker.
  • Bien, esto a sido todo, la elección final de la custodia de Ruth Parcker lo tendrá nuestro jurado ¿verdad?
  • Así es señoría –dijo una mujer rellenita, con el pelo negro, corto, ojos azules.
  • Entonces pueden ir al baño, a tomar algo, a airearse, a fumarse un cigarrillo, tienen treinta minutos, para hacer lo que les apetezca, personalmente, iré a comer algo, que ya me suenan las tripas –dijo el juez Robin Robinson, bajando los tres escalones, que había para poder salir de ese espacio, en el que su secretaria no tardo en sacarle la túnica de su espalda.
Cuando el juez Robinson, hubo desaparecido de la sala, el rembombolio se identificó más. El conjunto del jurado se levantaron de sus asientos, adentrándose por una puerta, que había en una de esas paredes, dejándola cerrada. Él silencio volvió a brotar. Samanta, bajo del estrado, para reunirse con su abogado. Al llegar al pie de él, el acercamiento de Matt la sobresaltó:
  • ¡vieja zorra! No te pienses que te saldrás con la tuya, lograré la custodia de la niña ¡que no quepa duda! ¡lograré hacerte pasar el infierno que tu me estas creando! –exclamó con voz amenazante mirando fijamente a los ojos de su ex esposa.
  • Ei Tomposón controla a tu cliente, si no se quiere ver en un gran lío –le advirtió Burton protegiendo a Samanta.
  • ¡Ya esta bien Matt! ¡esta haciendo un gran espectáculo, así poco conseguiremos ganar el caso!
  • ¿¿¿Que quieres decir eh??? ¡¡¡yo conseguiré a mi niña, tanto si la justicia esta de mi lado o no!!! ¡¡será mía!!
  • Anda salgamos de aquí, que aun, nos llamaran la atención y con razón –le propuso su abogado, empujando a Matt hacia fuera.
  • ¿Esta bien? –preguntó Tim a Samanta, cuando se quedaron solos.
  • Sí, sí gracias –respondió esta con una débil sonrisa.
  • No deje que las palabras de ese capullazo le afecten, con el espectáculo que ha mostrado hoy, tenemos la partida ganada.
  • ¿Usted cree?
  • Seguro que sí, además están los maltratos, el juez no será tan tonto de darle la custodia –le animó –venga, le invitó a un café –dijo. La respuesta de su clienta, se expresó con una sonrisa, aceptando esa preposición.
La media hora no tardo en pasar, teniendo a todos los presentes en sus respectivos lugares.
  • Samanta, Matt y los abogados correspondientes, póngase en pie, el jurado, ya a elegido un veredicto ¿no es así? –preguntó, mirándoles.
  • Así es señoría –contestó aquella mujer rellenita, entregándole a la secretaria del juez, un sobre blanco. Robin se puso en pie.
  • Pos ahora sabremos su decisión –dijo abriendo el sobre –interesante… la misma decisión que había escogido yo, interesante…
Tim y Samanta se miraron a los ojos sin saber que pensar.
  • Este jurado que se ha reunido aquí para decidir la custodia de Ruth Parcker, ante el decreto de la octava lei, entre Samanta Crachet y Matt Parcker… han decidido… -expreso entre pausas, dando suspense a la situación, observando a toda esa gente, que sentían el corazón en su garganta pese no ser los principales protagonistas –y como decía la custodia de Ruth Parcker, es para… ¡Samanta Crochet! –anunció como si de un premio se tratase, tras otro descanso. Una sonrisa se les dibujó en la cara de Tim y Samanta, ambos no pudieron evitar enroscarse un fuerte abrazo, con felicidad. El escándalo se izo volver a sentir – ¡que aya orden! ¡silencio! ¡silenció! –gritó sin dejar de dar golpes con el martillo, que le pertenecía –señor Parcker tiene una orden de alejamiento a su ex y a su hija....
  • ¡No puede hacer eso! ¡Es mi hija, no puede dejarme sin verla!
  • Claro que puedo señor Parcker, agradezca que no sea una condena mayor,  usted es una persona muy violenta, es un peligro para quien le rodea, no voy a poner en riesgo a ninguna persona, además aquellas que no deja de amenazar. No solo ha perdido la custodia de su hija, sino que no se puede acercar  ni ponerse de ningín modo en contacto con ella ni a Samanta Crochet, en cinco años, como lo haga, o haga algún intento de comunicarse con ella, se verá en grabes problemas.
  • ¡Hijos de perra! ¡desgraciados! ¡esto no quedara así! ¡no quedara así! –empezó a gritar e insultar Matt.
  • Señor Tompson, llévese a su cliente de aquí antes, que cambiemos de opinión y no le dejemos salir por encarcelamiento.
  • Sí señoría enseguida, enseguida salimos fuera –dijo tal abogado, con esfuerzo para que Matt Parcker saliera al pasillo, entre grandes gritos e insultos, tan altos, que hiciera que los agentes de la sala, se pusieran el alerta.

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