martes, 14 de julio de 2020

Más allá de las cartas: Capítulo 2



Para Aaron no era novedad el subir a un avión. Ya había subido en una ocasión cuando junto a sus compañeros de segundo de BUB para ir a Francia. Sus preocupaciones tuvo que pasar, cuando su doctor, le anuncio, que era arriesgado subirse a un avión con el corazón tal como lo tenía. Aaron apenas era consciente de lo peligroso que era, para su vida propia. Él lo único que veía, era volar, e irse a la aventura. Dejaran o no lo dejaran, él estaba dispuesto a irse, a escaparse si era necesario. Los médicos, lo discutieron mucho, horas pasaron hablando de ese tema, hasta que se pusieron de acuerdo la mejor opción era operarle, situarle un marca pasos, para que aguantara la altura aérea. Horas de angustia paso esa madre solitaria, a la espera de ver salir de quirófano a su hijo. Por suerte todo salió como esperaban, pero así fue la continuada vida de madre e hijo de hospital en hospital, de angustia en angustia de esperanza en esperanza…
Ahora habían llegado al momento de la verdad, o salían adelante o directamente bajo tierra y para eso tenían que viajar a Alemania, a Aaron, no le asustaba volar, pero en cambio a Aroa le aterraba, lo que le daba verdadera fuerza, era pensar, que después de esta operación la pesadilla terminaría, pese que las estadísticas decían lo contrario, ella confiaba que se equivocaran.
Por día que pasaba Aroa se sentía más emocionada al imaginarse, el fin de tanto sufrimiento, pero al mismo tiempo le atemorizaba la idea de volar. A diferencia de Aaron, ella nunca se había subido a un avión, y le espantaba el pensarlo.
  • Mama, no quiero que tengas tantas esperanzas, probablemente no me opere, no cambie nada de lo que estamos pasando ahora.
  • No seas tan pesimista hijo, es probable que los médicos nos den un porcentaje más superior a nuestro favor.
  • ¿Qué te hace pensar eso mama? Si los médicos de aquí ya han dado su perspectiva, ¿qué te hace creer que los de allí darán un diagnostico distinto?
  • Ellos son mejores especialistas que los de aquí, tienen mejores instrumentos, y más recursos que los de aquí ¿acaso no es motivo para tener esperanza e ilusión?
  • No se mama, de verdad que yo no las tengo todas conmigo.
  • Tranquilo cariño, esta vez es distinto, hay algo en mi interior que me lo dice, mi corazón me lo dice –explicó, cerrando los ojos, con una mano, agarraba la mano de su hijo y con la otra, estaba posada en su propio pecho.
Solo quedaban dos días para que madre e hijo despegaran. Aroa ya había hablado con el médico que había visitado desde el primer día a su hijo. Este telefoneó al encargado del caso del joven, tramitaron todo lo ha acordado. También les proporciono un hotel el más cercano al hospital, para la estancia que tuvieran allí con todos los gastos ya pagados. Aroa estaba del todo convencida que todo iba a salir bien, lo que más le atemorizaba, era el vehículo aéreo, ella era una mujer de permanecer con los pies en la tierra, eso de tenerlos tan distanciados de esta, no le entusiasmaba en absoluto.
Octubre llegó para ser más exactos ocho, el día en que tenían que coger el avión, para despegar hacía ese otro país. Aroa hallaba rato, despierta en la cama, dando vueltas, sin poder conciliar el sueño. Cansada ya de lo mismo, se levanto, situándose la bata de levantarse de la cama, se dirigió a la cocina, a tomarse, un vaso de leche caliente. Escucho como la puerta de Aaron se abría, pudiendo observar como entraba en el baño mas dormido que despierto. Contemplo, como salía de este mismo con patosidad, asomándose a la cocina, al detectar claridad.
  • Mama ¿qué haces despierta a estas horas?
  • Hola cariño, no podía dormir, y he pensado que un vaso de leche caliente me sentaría bien –le explicó con sus manos en su taza, que salía humo de ella.
  • Seguro que sí, pero dime… ¿te preocupa realmente que algo no salga bien?
  • No, ese tema estoy convencida que saldrá como espero… lo que me preocupa es el avión –le susurro.
  • ¡A eso! –exclamó Aaron dedicándole una sonrisa –tranquila tu eres muy fuerte, sobrevivirás –le dio un fuerte abrazo mientras le murmuraba –gracias por estar aquí, sin ti, no hubiese podido seguir –un beso en la frente de Aroa llegó. Ella se quedó mirando a su hijo como marchaba a la cama. Un bostezo salió de su boca. La leche caliente había funcionado, no tardo en aprovechar la oportunidad de poder descansar.
Eran las siete y media, cuando Aroa despertó gracias a Aaron, ya que su despertador no hubiese sonado, porque se olvido de prepararlo para hacerlo. Pero aun y así los dos se durmieron, tuvieron que correr, para acabar de preparar lo que quedaba, coger maletas, arrancar camino del aeropuerto. El cielo estaba claro, el sol empezaba a salir, el trayecto no era muy largo, por fortuna de ellos porque así pudieron llegar más a tiempo. Aun y así tuvieron que correr, para poder embarcar maletas, aunque no les sobró ni un segundo. Mientras esperaban para subirse Aroa se dedicó a visitar todas las tiendas que encontraba a su paso. A diferencia de su madre Aaron, se depositó en la barra de la cafetería a tomarse algo. Aun no se podía creer que estuviera a punto de coger un avión, aun mas, para la posibilidad de operarse, pese que él sabía de sobras lo que le dirían, dudaba demasiado que los médicos de Alemania, le dieran un informe distinto a los médicos de Estados Unidos. Pero si lo hizo fue por su madre, se le veía tan entusiasmada, ya que entre los dos hospitales se habían ofrecido a pagar todos los gastos, pos no veía motivos para no ir. Ambos desde sus respectivos lugares de entretenimiento, escucharon como anunciaban que en pocos minutos el vuelo a Alemania empezaría. Aroa se sentía nerviosa, al mismo tiempo emocionada
El viaje duro 9 horas. Aroa lo llevó mejor de lo que esperaba, el trayecto fue tranquilo, pudo contemplar, las nubes bajo sus ojos, dejándola impresionada, teniendo claro, que no le disgustaba si tuviera que repetir experiencia. Ya estaban en donde les correspondían, con sus equipajes en mano.
  • ¿Y ahora qué? –preguntó Aaron.
  • Según me dijeron un taxi nos estaría esperando para llevarnos al hotel –le respondió su madre.
  • Eso está bien, pero ¿tú ves algún taxi que esté deseando vernos?
  • No la verdad es que no –no dejaba de observar Aroa.
  • Señora Ziur –se les acercó, un hombre mayor, canoso, delgado, vestía uniforme que iba a juego con una gorra –ustedes deben ser los que acaban de llegar de Chicago para una operación para el joven –pregunto mirando a Aaron – ¿me equivoco?
  • No, no se equivoca, somos nosotros, yo soy Aroa, este es mi hijo Aaron –le estrechó la mano al recién recibido.
  • Mucho gusto a los dos, déjenme, ayudarles con el equipaje por favor –les dijo agarrando una de las maletas dirigiéndose al taxi
  • Gracias –dijo Aroa, que el hombre, le agarró la suya para ayudar – ¿se encuentra muy lejos el hotel?
  • A medía hora, pero en taxi será quince minutos no está muy lejos, se encontrarán muy cómodos allí, ya lo verán.
  • Seguro que si –le afirmó Aroa. Los tres juntos llegaron al vehículo que les esperaba. Una vez con las maletas dentro arrancaron hacía el hotel indicado.

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