domingo, 19 de julio de 2020

Mentira tras el cristal: Capítulo 11



Tumbada en esa cama de hospital se encontraba Ruth Parcker, con un esparadrapo en la mano, saliendo de allí dos largos tubos, que iban directos a las dos botellas de suero que daban alimentación a la joven, podía observar la aguja clavada en su brazo. Se encontraba sola en la habitación, entre esas cuatro paredes, le venían a la mente una y otra vez las imágenes de esa larga noche, ella misma se había delatado, no dejaba de arrepentirse una y otra vez por ello. Cuando fue consciente, se encontró saliendo del baño, con todo devuelto, sus padres, pálidos, sorprendidos la miraban sin entender nada y para ponerse más en contra todavía, vio a su prima allí delante, mirándola con un gesto que se lo estaba pasando a lo grande con todo aquello. Lo demás fue todo muy borroso para ella, ocurrió demasiado rápido que en menos que se diera cuenta, se encontraba rodeada de doctores he enfermeras, haciéndoles las mil y una pruebas hasta llegar a esa cama, entre esas cuatro paredes. La doctora había hecho salir a Jack y Loren, para hablar a solas ¿Qué les diría? Se preguntaba una y otra vez nerviosa mirando por el cristal de la puerta, deseando ver su llegada, pero no lo hacía, ninguno de los dos lo hacía <<yo no estoy enferma>> se repetía una y otra vez la joven. Miró a su izquierda, allí se encontraba la bandeja con el bocadillo de jamón salado y el zumo de naranja que le habían traído, que le habían obligado a alimentarse, pero que ella les había convencido que no consumiría ¿Qué pasaría ahora? ¿la dejarían volver a casa sabiendo casi al cien por cien que sus padres les hubiese contado todo lo que vieron? ¡Sí la dejarían tenían que hacerlo! ¡Por fin! La puerta se abrió, entrando por ella sus padres, la misma doctora, que la examinó, la primera estancia en urgencias y otra mujer, alta, delgada, pelo negro como la noche, y unos ojos claros, tan estos, que en plena oscuridad destacarían, que Ruth no conocía para nada.

  • Ya hemos vuelto Ruth, y veo que aun no te has comido el tan apetecible bocadillo que te han preparado –le arqueo la doctora.
  • Ya le dicho que no tenía apetito –le respondió Ruth tranquilamente.
  • Ya lo he sentido, pero a veces hay que comer aunque no se tenga apetito, porque si no, el estomago se acostumbra, he se hace cada vez más pequeño.
  • Si me como ese bocadillo, mi estómago lo rechazara, en cuanto de cuatro bocados.
  • Eso significa que tu estómago se ha encogido, pero es algo que no entiendo, te es imposible comerte medio bocadillo, pero en cambio te metes atracones, devorando todo lo que pillas a tu paso –le dijo la doctora pensativa.
  • Si no se… -miró hacía el otro lado Ruth.
  • Pos yo sí que lo sé, tu as acostumbrado a tu estómago a comer poco, por la razón que sea le has dejado pasar hambre, pero tu estómago, te ha reclamado cuando tú estabas nerviosa, haciendo que inconscientemente te entraran ataques de ansiedad, tu reacción al ser consciente del error que habías cometido, es echarlo, tu estómago acostumbrado ya, tomándolo como regla general, así ha cumplido –le explico la médica.
  • Puede ser…
  • Además, estas anémica, te faltan muchas vitaminas e proteínas, tu abdomen esta hinchado, he hablado con tu madre, tu periodo es irregular, tienes perdida de esmalte, encías contrariadas, alguna que otra caries, procedentes de no hace mucho, según tu historial dental –cogío la doctora una pelota de goma, tirándosela a Ruth. Esta se empotro en toda la cara –Tus reflejos han disminuido, tus labios, están morados e agrietados… pues eso significa, que tienes un problema, una enfermedad llamada Anorexia –Bulimia. –Loren y Jack exclamaron un chillido silencioso.
  • ¡No, yo no estoy enferma! –alzo la voz nerviosa.
  • De acuerdo pues si es así, demuéstranoslo, vamos a salir, cuando volvamos, queremos ver tu bocadillo del todo acabado.
  • No puedo hacer eso –acabo confesando Ruth –vale quizás sí que tengo un problema, pero no algo que no pueda solucionar.
  • Hay esta el resultado –dijo la doctora.
  • ¿Doctora que podemos hacer para solucionarlo? –preguntó Loren con angustia.
  • La solución acertada sería que fuera a un centro de rehabilitación y allí la ayudarían.
  • ¡No! Por favor no, soy del equipo de animadoras, tengo la responsabilidad de ir allí, para poder lograr mi sueño, no puedo faltar ahora que me están aceptando –les suplicó Ruth.
  • ¿No serán ellas las que te han provocado este estado? Una vida vale más que todo esto –insistió la doctora.
  • ¡Es mi gran sueño, no puedo rendirme ahora, tiene que haber otra alternativa!
  • Bueno…. Pos que te parece si para empezar, te tomas unas pastillas que te pasare, para abrirte el apetito, y visitas, a Sara Stroff –dijo señalando aquella desconocida que había entrado con ellos –que es psicóloga y te puede ayudar en el tema.
  • Bien supongo que bien –acabo confirmando Ruth.


Ruth no tardo en arrepentirse de cerrar el trato, con la doctora, dos horas después, le firmaron los papeles del alta y esa misma tarde ya estaban telefoneando para darle su primera visita con la psicóloga dos días mas tarde, al salir de clase. Tuvo que inventarse una escusa del porque faltaba a las animadoras, ya que tanta manía le tenían, que ni un día pasaban que faltara. Loren fue a trabajar esa tarde momentos después ya que quería estar presente, en esa primera terapia que era para su hija, pese que la protagonista, le repitió varias veces que no era necesario. Sentadas en aquel cómodo sofá dentro la consulta, la psicóloga no dejaba de hablar tanto para Ruth como Loren, todo era información que a la adolescente, ni le iba ni le venía.

  • ¿Ya te tomas las pastillas que te recetaron Ruth? –le preguntó la psicóloga.
  • No, queríamos esperar a tener esta primera visita con usted, para ver si podíamos empezar ya –contestó Loren dejando con la palabra en la boca a su hija.
  • Sí, si ya pueden empezar, contra antes mejor, ya que tu estómago sigue igual ¿no? ¿no te reclama comida?
  • No, no que va, no come nada, por más que le insisto, eso que me llama pesada, pero no es capaz de comer para hacerme callar, estoy desesperada ya no se qué hacer –le volvió a interrumpir Loren.
  • En un caso como el de Ruth es normal esa actitud, que su estómago no reclame y que coma lo menos posible, para eso le han dado las pastillas, y le han traído a mi consulta, es algo de lo más normal, no tiene porque preocuparse, le agarro de la mano en forma de apoyo e seguridad –le explicó la doctora.
  • Lo que tienes que hacer tu Ruth, lo primero, en cuanto te levantes… ¿tienes algún espejo en tu habitación? –preguntó antes de continuar, viendo como ella misma afirmaba con un movimiento de cabeza
  • Sí, bueno no es un espejo, las puertas del armario, son de cristal, me sirven como espejo.
  • perfecto, pues quiero que cada mañana, en cuanto salgas de la cama, hagas un ejercicio –hizo una pausa, observando como madre e hija estaban intrigadas -¿duermes con pijama? –volvió a preguntar.
  • Normalmente en ropa interior –esta vez fue Ruth, que interrumpió a su madre, antes que empezar a hablar. Esta se la quedo mirando ofendida.
  • Mejor todavía –se le dibujo una amplia sonrisa, dejando mas intrigadas a Loren y Ruth –ahora os explico no os preocupéis –dijo entre risas –el ejercicio que te pongo Ruth, es que cada mañana, en cuanto salgas de la cama, quiero que te mires al espejo, y te fijes en lo delgada que estás, es muy posible que tus ojos te indiquen lo contrario, pero no olvides que son ellos los que te están mintiendo, porque es bien cierto que tu cuerpo esta como esqueleto.
Después de una larga hora la psicóloga las dejó volver a casa y ahí empezó para Ruth el calvario, sus padres no le sacaban los ojos de encima, sobre todo a las horas de las comidas, y cuando esta se encerraba en el baño, sus padres no dejaban de llamar a la puerta, insistiendo en que abriera con urgencia, no parando hasta que esta obedecía. Al despertar a la mañana siguiente Ruth bajó muy lentamente de la cama, se notaba el corazón palpitando con fuerza, del temor del que se pudiera encontrar, cerró fuertemente los ojos, antes de decidirse, cuando al fin lo hizo, pudo ver a una foca, al otro lado del cristal ¿esa era la forma de ayudarla? Esa mujer la había engañado, tanta lección para solamente reírse de ella, cogió el primer objeto que pilló, empotrándolo contra el suelo. Sobresaltada Loren subió a la habitación preguntando qué estaba pasando.
  • ¡La psicóloga me ha engañado, me dijo que me ayudaría y me sigo viendo tan gorda como siempre! –le encaró Ruth. Loren miro al espejo, después a su hija <<¿¿gorda?? ¡Si estaba como un esparrago!>> el espejo no te mostraba más de lo que había, comprobó ella misma ¿tan enferma estaba su hija?
  • Tienes que tener un poco de paciencia, ayer fuimos a su visita, ¿no querrás recuperarte de un día para otro? ¡es imposible? Vamos vístete, baja a almorzar, antes de ir a clase, Rackel ya ha marchado hace rato con unos amigos, han dicho que almorzarían fuera, entre ellos estaba Codi, me ha dicho que te de un beso de su parte –le informó Loren, dándole ese beso esperado en la mejilla.
  • ¿Codi ha venido a buscarla también? –se sorprendió Ruth con disgusto.
  • Sí, han dicho, que hoy tenían que ir a clase más temprano, todos, parecía bien cierto porque iban un buen grupo junto –le aclaro Loren –no te preocupes cielo, Codi te quiere con locura, y nada ni nadie podrá cambiar ese sentimiento –le animo, dándole un segundo beso en la mejilla. Juntas bajaron abajo, donde las esperaba Jack leyendo el periódico.
  • Hombre, buenos días cariño ¿qué tal as descansado? –dejo aparcado el diario a un lado de la mesa, marcando una sonrisa a su hija -¿Qué ha sido ese grito que hemos escuchado? ¿te encuentras bien?
  • Estoy tan gorda como siempre, la psicóloga me ha engañado –se expreso Ruth.
  • ¿Disculpa? –se quedo sin palabras Jack al escuchar las palabras de su hija.
  • Ya le dicho que eso es porque no ha empezado con la medicación, cuando lo haga, ya todo cambiara –le guiño un ojo Loren.
  • Si, si por supuesto hija.
  • Venga tomate las pastillas que ya verás que bien te sientan –se las preparo Loren, dejándoselas en mano, al igual que un vaso de agua. Ruth obedeció sin decir palabra, pero no estaba del todo tranquila, más bien nerviosa e inquieta ¿Por qué Codi tuvo que recogerla también? ¿Por qué ni siquiera quiso verla a ella? Le pego un bocado a su tostada he bebió un trago de leche de soja, sin aviso a continuación, se levantó cogiendo su mochila, colgándosela en la espalda.
  • Un momento Ruth –se levantó de su silla Loren con sus manos sobre la mesa -¡aun no as desayunado, a duras penas lo has tocado!
  • ¡Tengo que hablar con Codi, antes que empiecen las clases! –exclamó con su mochila en la espalda, saliendo de casa a toda prisa. Loren y Jack se miraron sin saber cómo poder ayudarla.

Al llegar al centro, se encontró con sus mejores amigos, en el que con su pensamiento por otro lado, les dijo:

  • Ahora vengo chicos, tengo una cosa urgente –les informo ni siquiera mirándoles, echando a correr después, dejando a Claren y Dan mirándose, encogiéndose de hombros, sin entender nada. miró por todas las direcciones al acecho por si algún profesor o alumno, la estaban mirando y al asegurarse que estaba sola y las pocas personas que habían pasaban de ella, salto con dificultad el muro que separaban “los pequeños” con los “grandes” tras lograrlo, se fue escondiendo en cada rincón que encontraba para no ser vista, hasta poder localizar la clase de Codi. Su corazón empezó a latir con fuerza al verle, hacía tanto que no lo veía… como ella deseaba. Se encontraba hablando con un amigo, al que ella no conocía, ambos se encontraban en la puerta de clase cuando el timbre sonó.
  • ¡Codi! –exclamo Ruth.
  • Ruth ¿qué haces aquí? El profe debe estar por llegar, te meterás en un lío si te pilla aquí –le recordó Codi.
  • Me es igual eso, te hecho mucho en falta, ya no hacemos nada juntos, ya apenas nos vemos, lo estoy pasando muy mal, estoy enferma, tengo que ir a una psicóloga que solo me miente y me encuentro muy nerviosa, necesito que me ayudes, yo te amo, te necesito –le soltó todo de una vez Ruth, fijándose que su chico estaba más pendiente de lo que pasaba dentro de clase que en ella misma
  • Ruth tengo que irme –dijo velozmente –te aconsejo que hagas lo mismo, si te encuentran aquí, tendrás muchos problemas, ya pasaré un día por tu casa y saldremos a dar una vuelta, adiós preciosa –le dio un beso corto y rápido en los labios. Ruth se quedo allí paralizada por la reacción de la persona que más quería en este mundo, en el que hasta ese preciso momento ella pensaba que también y aun mas cuando vio a través del cristal, como Codi se arrimaba y se echaba algunas carcajadas con Rackel confirmando que este ya no sentía lo mismo. Esta miró atentamente a Ruth a través del cristal, con esa sonrisa de diabla que le correspondía, abrazando e haciendo mimos a Codi.
Muy lentamente Ruth fue marchando, con la mirada al suelo, ausente de lo que sucedía a su alrededor, en más de una ocasión topó con algún compañero de esa sesión que se lo transmitían malhumorados <<ei niña, vigila por dónde vas>> pero Ruth ni siquiera alzaba la vista, no dejaba de pensar en lo frio que había estado su niño, notaba como su corazón se rompía en pedazos, al igual que alguna lagrima brotaba por sus mejillas. No se esforzó en volver a saltar el muro, regreso a su zona por la via normal, por suerte para ella, no se encontró a nadie, que la pudiera meter en problemas, aunque Ruth no hubiese sido consciente, ya que se encontraba en una especie de trance. Volvió a levantar la vista, cuando hubo salido de la zona peligrosa, tendría que darse prisa para llegar a clase, el timbre ya había sonado, y le pondrían falta, pero allí continuaba, paralizada. De repente se dio media vuelta echando la vista al frente, con paso decidido e firme echo a correr, saliendo del centro….

Corría y corría sin detenerse para nada, no estaba pendiente de nada ni nadie, pero podía escuchar el ruido de su estómago reclamando ¿Cuánto rato hacía? No tenía ni idea, pero tenía la impresión que ya hacía rato, que gritaba que le metieran algo dentro. No podía pensar en su estómago ahora, su cabeza no dejaba de recordarle lo frío que había estado Codi ¿por qué? ¿Qué estaba pasando? Ella lo quería, ella lo amaba… grrrr, grrrr, no dejaba de reclamar su barriga <<¡vale! ¡Tu ganas!>> gritó con rabia, se sentía muy nerviosa, su respiración acelerada, sus brazos, sus piernas, todo su cuerpo temblaba, entro en una pastelería-cafetería sentándose en una de las mesas, dejando a la camarera boquiabierta, de la cantidad de bollería solicitada. Un brazo de gitano, un croissant de crema, otro de chocolate, un cuarto de bizcocho relleno de crema de cacahuete, donuts, bollicaos, chocolate desecho, churros…

  • ¿Viene sola? –le preguntó la dependienta sin saber cómo reaccionar mirando por todas las esquinas, con su libreta e bolígrafo de la mano.
  • Sí –contesto secamente Ruth, no dejaba de morderse las uñas, al igual que tambalear sus piernas.
  • ¿No es mucha comida para usted? –preguntó.
  • ¿¿Y a ti que te importa?? ¡Tráeme lo que te he pedido, para eso te pagan! –más de uno de los presentes, se giraron para observar que estaba ocurriendo
  • Sí, tiene razón –se dio media vuelta incomoda.
  • Perdona, me he pasado lo siento, no debí decir nada, pero necesito toda esa comida –se disculpó de corazón Ruth, pero aun y así no menos nerviosa.
  • Tranquila no pasa nada, enseguida te lo traemos.
Todos los presentes se quedaron pasmados mirando sin poder sacar la vista de la joven adolescente que tenían enfrente de sus ojos. Una vez en propiedad de todo lo que había solicitado, se lo iba engullendo con desespero, apenas se había metido lo anterior en la boca, que se volvía a meter lo siguiente, nadie se atrevía a decirle nada, visto la actitud con la camarera. Al poco rato salió de allí, con la tripa bien satisfecha, dejando a todos alucinando, ella pese que aun se sentía algo nerviosa, gran parte de su rabia había desaparecido. Caminaba por las calles, pese que no le dolía el estómago, no se sentía satisfecha, notaba que le faltaba algo, inconscientemente, dos de sus dedos se dirigieron a su boca, metiéndose dentro, sin dejar de andar, pensando rabiosamente en Codi << ¿que estoy haciendo?>> <<no, no puedo hacerlo>> <<tengo que ponerme bien, tengo que esforzarme>> <<pero lo necesito, mi estómago me lo está reclamando, no se quedara tranquilo y mis nervios no desaparecerán hasta que lo haga>> se decía para sí misma sin ser consciente que mucha gente la miraba <<nadie tiene porque enterarse, un secreto para mí misma>> a medida que iba avanzando con ella misma la conversación, más le gustaba la idea. Se metió entre unos arbustos bien escondida, sin ser vista, metiéndose los dedos hasta el fondo, empezando con el acto. Todos los personajes que pasaban por allí, se quedaban asustados al contemplar un arbusto devolviendo o al menos con los signos. Al salir, se aseguro que no la viera nadie, e siguió su camino, con la mente bien borrosa, se tambaleaba de un lado a otro, llegando a un callejón solitario, desplomándose allí mismo.
Las diez y media de la mañana marcaba en el reloj de pared de la escuela, todos los alumnos de cuarto de secundaria trabajaban en silencio e tranquilos. Claren y Dan lo intentaban también, pero no lograban concentrarse como debían. Habían visto a Ruth en la escuela, pero no estaba ¿por qué? Los dos preocupados, se miraban con complicidad.
  • ¡Codi! –grito Claren al verle. Ella junto a Dan, habían saltado el muro.
  • Claren, Dan, ¿qué os da hoy a todos en meteros en problemas? –se sorprendió Codi.
  • ¿As visto a Ruth? –se dejó de rodeos Claren nerviosa.
  • Sí, ha venido antes de entrar en clase, le aconsejado que volviera a la vuestra antes que se metería en un lio.
  • Vale, pos a la nuestra no ha vuelto, la hemos buscado por toda nuestra zona y no está –le explicó Claren.
  • ¿Que estáis insinuando? Que se ha… -comenzó a preguntar Codi.
  • ¿Cuál ha sido vuestra conversación? –preguntó Dan.
  • He sido bastante borde la verdad, me ha sorprendido encontrármela aquí, temía que la descubrieran.
  • Joder, Codi lo está pasando fatal, seguro que ha salido del centro.
  • Corason que haces ajuntándote con estos mocosos, vayamos dentro con los demás –expresó Rackel, saliendo a la puerta, ajuntándose con toda la trub.
  • Ruth a desaparecido, se ha podido ir del centro –expresó Codi nervioso, fijándose en la mala cara que le ponían a Rackel, Claren y Dan.
  • Deja a la idiota de mi prima, conmigo gozaras mucho mas, conmigo disfrutaras de lo mejor –le acariciaba sensualmente por todo el cuerpo, notando como lograba su propósito, ponerle nervioso.
  • ¡Retira lo de idiota! –se enfrentó Claren, notando como la mano de Dan se la cogía para detenerla.
  • No Rackel, esta vez no te voy a dar la razón, Ruth esta mal por mi culpa, le ha podido pasar cualquier cosa, tengo que ir a por ella, ¡es a ella a quien quiero, no a ti! –expuso separándose de ella bruscamente –¿me acompañáis? –preguntó a Dan y Claren mientras cogía su chaqueta volviendo a salir fuera.
  • ¿Fuera? ¿quieres decir en la calle? ¿fugarnos? –se paralizó Dan.
  • Por supuesto que te acompañamos –le hizo callar Claren tapándole la boca. Los tres salieron corriendo de allí, dejando a Rackel, con la palabra en la boca, muerta de rabia.
Ya en la calle, lejos del centro, entre los tres empezaron a gritar su nombre, sin respuesta aparente, preguntaban a todos los que encontraban, algunos no tenían ni idea, otros, les fueron indicando por tramos, hasta conducirles donde se encontraban en ese momento. Su llamada aumentó, al igual que el tono de voz, pero nada, ni una respuesta, ni una pista… Llegaron a un tramo donde solo había callejones, cada uno se adentró en uno de ellos, con pudor en su cuerpo, por lo que pudieran encontrar….

  • ¡Claren, Codi, está aquí la he encontrado! –exclamó Dan con su rostro pálido, paralizado, y sus ojos como dos naranjas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las novelas largas de Vanesa Ruiz García.... Segunda parte.......

4.- Robi: Historia de un joven con discapacidad Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Cap...