domingo, 19 de julio de 2020

Mentira tras el cristal: Capítulo 14



Los rostros de Jack y Loren estaban cada vez mas pálidos y blanquecinos, a medida que la cinta iba avanzando. Tampoco el cuerpo de Rackel estaba de su color natural, ante la trampa que le habían montado, ella misma había caído << ¿por qué tubo que hablar tanto rato? ¿Por qué no cayó en la cuenta que todo era una engaño?>> Sus tíos estaban descubriendo el diablo que había en ella, ambos miraban ahora el casete, ahora a Rackel, como si confirmaran que aquella misma voz que sobresalía era la suya. Sus caras estaban cada vez mas perplejas, e enfurecidas. Rackel les miraba con una de sus sonrisas como proclamando piedad, que el casete era un exagerado, vaya que si fuera por ella, aun intentaría convencerles, que la que hablaba al otro lado, era su clon, pero no ella ¡cloc! El casete se apagó por Ruth. Muy lentamente, Loren y Jack se giraron hacia Rackel, sus ojos firmemente abiertos, miraban claramente a los de su sobrina buscando alguna explicación más que razonable. Rackel no pudo contener la mirada, la desvió nerviosa. Se puso en pie.

  • Rackel ¿nos puedes explicar que es esto? –preguntó Loren.
  • ¿Hablabas en serio, cuan toda esta afirmación? –aun no se creía Jack.
  • ¡Pues claro que hablaba en serio papa! ¡venga, os he dado la prueba de que todas mis palabras eran ciertas! ¿Qué más necesitáis? –no podía evitar arritarse Ruth.
  • Ya, ya pero… -Jack fue interrumpido por el teléfono, que no tardo en ir a contestar.
  • Así que fuiste tú… –se la quedo mirando fijamente, señalándola con un dedo Loren. Sus ojos estaban más que abiertos –tu eres la que fumas… mandaste esa foto, para que pudieran lastimar a Ruth en vez de darle una oportunidad para lograr lo que más anhelaba… ella tenía razón… tu le enseñaste, le obligaste a vomitar, para que así enfermara… la castiguemos… la castiguemos por tu culpa… eras tú la que practicaste cibersexo con ese hombre, sabiendo que pensábamos al respecto…
  • Bueno, tranquila tía… -se defendía Rackel, con sus manos por delante para protegerse, dando pasos hacia atrás. Su cuerpo choco con la pared. Estaba acorralada.
  • ¿Hay algo más que tengas que contarnos Rackel? –preguntó Jack volviendo a entrar en el salón. Su rostro era bien severo.
  • ¿Por qué lo preguntas tío? –preguntó Rackel sin poder evitar preocupación.
  • ¿Qué pasa Jack? –se interesó Loren, viendo como no sacaba los ojos de encima a su sobrina.
  • ¿Cuál es el motivo que estés en esta casa Rackel? –preguntó severamente Jack.
  • Ya lo sabes tío, mis padres están de viaje de negocios, yo tenía que quedarme con alguien…
  • ¡Mentira! –no le dejó acabar Jack – ¡quiero la verdad! –su tono era de lo más severo, incluso Loren y Ruth se sobresaltaron, mirándole fijamente, sin entender nada.
  • E… Esa es la verdad tío… -respondió con miedo Rackel.
  • ¡¡No!! ¡acabo de hablar con tu madre, tanto ella como tu padre están en su casa, si estás aquí es porque se piensan que nosotros te hemos invitado, no tienen ni la más mínima idea, de la trola que nos has montado! ¿por qué lo has hecho Rackel?
  • Hacía mucho que no os veía yo quería estar con vosotros… -continuaba representando su papel la joven.
  • Ya lo veo… -dijo Jack, mirando el casete –para maltratar a mi hija, de esta forma yo no puedo tener una persona así, con que sintiéndolo de todo corazón mañana mismo, vuelves para Tchecoslovaquia –ahora fue a Ruth, que se le dibujó una disimulada sonrisa en la cara.

Dos días ya sin su prima, tumbada en su cama, boca arriba, con sus manos bajo su cabeza, mirando el techo, con walkmans en sus orejas, escuchando la música del día, iba recapitulando estos dos días anteriores: como tuvo que ir a despedir a Rackel, para ya no tenerla que verla más. Fue un acto que no le costó en absoluto, al contrarió, al fin sus problemas desaparecían con esa partida. Pero más de cuarenta y ocho horas pasaron, y su estado de ánimo no cambiaba, se había librado de su peor enemiga, sí, pero su sueño había desaparecido para siempre, por mucho que los demás intentaban convencerla de lo contrario. Con el ritmo de la música, su postura iba cambiando de boca arriba, a de lado, sus brazos aun continuaban tras su cabeza, sus rodillas se encogían, se sentía como un feto en el vientre de su madre. La nostalgia se apoderaba de ella, al escuchar el ritmo de las canciones, de carácter romántico, el recuerdo de Codi, le venía una y otra vez en mente. Estaba demasiado resignada con él, no solo le había sido infiel, sino que no había dado la cara, ni siquiera para una disculpa. Ella aun le amaba como nunca había amado a nadie, aunque le detestaba no lograba que ese sentimiento desapareciera, ni siquiera que disminuyera, no le encontraba en ningún lado, ni por la calle, ni por el colegio, pese que había saltado los muros bastantes veces por él, al todo quien preguntaba no le daban una respuesta, sino <<niña lárgate de aquí si no quieres que te echen>> ni el teléfono se ponía de su lado, ya que la voz del contestador informaba que estaba apagado o fuera de cobertura. Dan tampoco sabía del panadero de su primo, al menos, aquella era su respuesta. Ya volvía, como siempre que pensaba en él, por mucho que intentaba controlarlo, por mas, que se dijo que nunca más, era una promesa que no podía cumplir, ya que era inevitable que echara a correr para el baño, para echar todo lo que tenía en el estómago, aunque no tuviera nada, es igual, ella tenía que vomitar, ya estuviera sola, o acompañada, tenía que correr al baño a encerrarse, pese a las suplicas, de quien la rodeaba, dando puñetazos en la puerta, que no lo hiciera, pero lo tenía que hacer, cada vez se veía más obesa, a diferencia de lo que le decían no le mostraba lo contrario. Aparte que el cuerpo la obligaba. En cada sesión, esta expresaba como se sentía tanto físicamente como moralmente. Sara escuchaba siempre atentamente, viendo que su paciente no mejoraba su consejo fue de ingresarla en un centro especializado en su problema, pero esta se negó rotundamente, en lo único que fue convencida, es que asistiera en la terapia que se hacían, donde cada paciente explicaba su caso, y que visitara a otros médicos en el que le ayudaría muchísimo más que ella, pero que no le daba el alta todavía, porque le interesaba saber, como seguía el tratamiento y como avanzaba, ante este nuevo método.

  • Hola Ruth, vengo acompañarte a la terapia –corrió a saludarla Estefany, en cuanto la vio salir por las puertas del colegio de ese dos de diciembre –hola Claren, hola Dan –saludó también a esos jóvenes, en el que en ningún momento la habían reprochado por estar obesa, más bien también le habían dado cariño e conford. Era bien pocos los que lo hacían.
  • Hola Estefany gracias por estar aquí –agradeció Ruth.
  • Nosotros también te lo agradecemos, porque se no es imposible acompañarla, nuestros padres se han puesto de acuerdo, para tenernos ocupados, ahora que necesitábamos estar libres –hablo por ella y también por Dan, Claren mirando a su amigo, que se estaba comiendo con delicia en su cara, un croissant de crema y chocolate.
  • No hace falta que me agradezcáis nada, lo hago de todo corazón y porque la quiero un montón –transmitía Estefany, viendo como la protagonista se sonrojaba.
  • Llámame cuando salgas de allí, para explicarme como ha ido, recuerda que aunque no estemos en cuerpo, estaremos ahora y siempre en mente contigo, eres nuestra mejor amiga, no te vamos a dejar cuando más nos necesitas, tal y como izo, uno que todos conocemos –le recordó Claren.
  • Codi… -dijo Dan.
  • Sí Dan, no hace falta que des nombres –le dijo Claren.
  • No, no si no los doy, quiero decir, que Codi está allí –señaló Dan.
  • Ruth –se sintió tras esta.
  • Codi –se sorprendió Ruth, al darse la vuelta y verle allí parado.
  • Ruth se nos está haciendo tarde tenemos que irnos –interrumpió Estefany, cogiéndola de la mano, que lo que menos quería era provocarle la tercera guerra mundial a su amiga.
  • Lárgate, ¿para qué has venido? ¿es que acaso no has dado suficiente sufrimiento ya? Vete, no te dirijas a ella para nada, ni siquiera la mires –se encaró a el Claren.
  • Para Claren ya está bien –intentaba detenerla Dan.
  • ¿Qué? ¿por qué? ¿es que acaso te vas a poner de su lado? ¿no eres consciente de todo lo que le ha hecho sufrir a Ruth? –ahora se encaró a su mejor amigo.
  • Sí claro que sí, y tienes toda la razón del mundo, solo te pido que le des una oportunidad para explicarse –le pidió Dan.
  • ¿Explicarse? ¿para qué? ¿para otra mentira? ¡despierta Dan! –exclamó Claren.
  • Ruth, sé que me comportado como un imbécil, pero tienes que escucharme, yo no hecho nada –se entre puso entre sus pasos Codi.
  • Es tarde tenemos que irnos, mándale una solicitud si quieres hablar con ella, ella elegirá si hacerlo o no –le dijo Estefany, sin dejar de andar, ni la mano de Ruth.
  • ¿¿queréis callaros todos?? ¡¡es Ruth que tiene que elegir!! Por favor amor escúchame, tengo todo demasiado confuso, pero todos me dicen que he hecho algo horrible, te he herido a ti amor, ni siquiera me acuerdo… lo último que me acuerdo es que estaba sentado en Hallowen viendo como la gente bailaba, y Dan iba a por comida, y vino Rackel, recuerdo que estuvimos hablando, y ya no recuerdo más… desperté en el hospital, me dieron esta carta en el que confirma que hice algo horrible, es de Rackel… -le mostro Codi.
  • ¡Basta ya! Tenemos que irnos –consiguió Estefany que se apartara de su camino Codi, y seguir las dos con su trayecto, segundos antes que Ruth iba a coger la carta.
  • Ruth por favor ¡yo te quiero! ¡soy inocente de verdad! –gritó Codi, aplastando la carta con sus puños cerrados.
  • Adios –fue lo único que alcanzó a decir Ruth, en un tono de indiferencia sin ni siquiera mirarle.

Estefany se encontraba en la calle, en las puertas del nuevo centro, que habían solicitado a Ruth, no le había dejado quedarse allí, estaba nerviosa e inquieta, por cómo le estaría yendo, le habían dicho dos horas, ya pasaban cinco minutos. Sus pies no dejaban de andar de un lado para otro de la acera, no podía evitar comerse las uñas, Ruth no había entrado muy convencida, menos aun, cuando le obligaron a quedarse sola ante aquellos desconocidos. La puerta se abrió sin que ella fuera consciente, gran susto se pegó cuando se abalanzó en la espalda de Estefany.


  • ¡Vaya susto me has dado Ruth! –le reprocho Estefany con su mano en el pecho.
  • Esa era mi intención –dijo entre risas.
  • ¿Cómo es que as tardado tanto? Me tenias preocupada –le reprocho.
  • ¿Tanto? ¡solo pasan diez minutos! –exclamó con una mirada de exagerada, confirmando en su reloj.
  • Bueno sí tienes razón, pero es que estoy atacada, tenías una cara cuando he salido… -le recordó Estefany andando a su lado para casa de Ruth.
  • Hombre ¿tu como estarías, si solo llegar me adentran en una sala, con cinco doctores en mesa redonda? –se cruzo de brazos pensativa, mirando de refilón a su amiga.
  • Ya… bueno… ¿qué te han hecho? ¿Qué te han dicho? –se impacientaba la joven – ¿para qué tanto médico?
  • Tanto medico… uno es mi doctor, el que me llevara a partir de ahora, otro un psicólogo mas, para mentalizarme he hacerme ver, la gran mentira que me hace ver mi cerebro, otro mi dietista, para controlar lo que como o dejo de comer –numeraba pensativa con la cabeza mirando aquel cielo tan claro e radiante –los otros dos… no me acuerdo –dijo finalmente.
  • Joper Ruth, ¿cómo te puedes olvidar de algo así? –le reprocho Estefany.
  • Me han hecho un montón de cosas me han dicho muchísimas más, mi cerebro no está para recapilatar tanta información –le recordó Ruth.
  • Vale, tienes razón perdóname –se disculpó Estefany –solo me preocupo por ti, no quiero que te hagan más daño.
  • Lo sé tranquila, me alegro que estés aquí, sola no podría hacerlo, y Dan y Claren, no saben lo que es al cien por cien –noto que se emocionaba, apretando fuertemente la mano de su amiga –me han hecho todo tipo de análisis, pruebas que ni yo misma sabía que existían, tenía que estar en ropa interior, no dejaban de apuntar cosas, me puesto nerviosa la verdad.
  • Me imagino, pero piensa, que todo lo que hacen es por tu bien, ellos los primeros que quieren que te recuperes –le recordó con una suave sonrisa.
  • Lo sé, voy hacer todo lo posible para ponerme bien –dijo con firmeza con fuerza de voluntad.
  • Así se habla, claro que sí, yo voy a estar contigo en todo momento, seguro que Dan y Claren también lo estarán hasta el final.
  • Quieren que escriba, cada día lo que hago, y como me siento, una especie de diario, y también cuando me sienta nerviosa, que no pare de escribir, aunque sean chorradas, palabras sin sentido, es solo para que se me pase estos nervios e angustia sin necesidad de ir al baño.
  • Es muy buena idea –opinó Estefany
  • Tengo que venir cada tarde, al salir de clase tres horas, para cada uno de los médicos, seguir su seguimiento, acabaré con una charla con demás compañeras y compañeros que están pasando por lo mismo. Me han puesto este brazalete para tenerme controlada en todo momento, en donde voy, que hago… -le mostro la muñeca. Estefany, lo miró atentamente, era blanco, muy similar a los que le ponían a los ingresados del hospital. Se encendían tres luces, como un semáforo, rojo, naranja, y verde, en el centro como una mini pantallita –es una cámara para tenerme controlada en todo momento –le aclaró, viendo que su amiga estaba confundida -Quieren hablar con mis padres…
  • Es lógico eres menor -intentaba hacerla comprender.
  • Sí… sí lo sé… quieren poner cámaras de seguridad en mi casa… ¡por toda mi casa! –acabó diciendo.
  • Tenían que haberte ingresado, ya te lo dijeron, respetaron tu decisión, ahora tu respeta sus normas –intentó animarla Estefany.
  • Ya lo sé, pero de esta forma no voy a tener intimidad ninguna –dijo con la cabeza baja tras un suspiro.
  • No olvides que es por tu bien –le repitió Estefany con una débil sonrisa. Ruth se la devolvió apoyando su cabeza en el hombro de esta, buscando conford, ante la nueva vida que se le avecinaba.   

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