domingo, 12 de julio de 2020

Desaparecida en la oscuridad. Capítulo 6




El tren descendió la velocidad haciendo sonar una campana. Se detuvo totalmente, en una estación, cuando se encontraban las ocho de la noche. Varios trenes paraban en sus puestos de ese mismo establecimiento. Las puertas de ese vehículo donde se encontraban todos esos estudiantes se abrieron, haciéndose sentir el barullo nuevamente. La profesora Turner, se aclaro la garganta, intentando poner orden sin ningún éxito. La catedrática con el pelo largo, liloso, se sacó de su mochila algo:
  • Ten prueba con esto, haber si tienes mejor resultado –le dijo a la profesora Turner, entregándole un silbato.
  • ¡Silencio, silenciooooo! –volvió a gritar la tutora de cuarto B. Decidida cogió el silbato, dando un gran y estridente pitido. El silencio se izo sentir por toda la zona – ¡por fin! Ha ver, ahora tenemos un trozo que ir a pie, asta poder llegar asta la casa, pido que aya orden, que nadie se separe del grupo, caminaremos, por la izquierda, el profesor Thomas cerrara, es decir… ¡que nadie se quede tras él! Tenemos, media hora de camino, asta llegar a la casa, así que por favor, que nadie se separe, se quede atrás, o caminé por la derecha –explicó. Todos los chicos e chicas, empezaron a andar, hablando alegremente, tras las tres profesoras, y delante de Thomas.
  • ¿Donde esta Maickel? –se interesó Hillary, mirando en todas las direcciones, caminando junto a sus dos mejores amigos, al igual que el resto del grupo, con su mochila en su espalda, colgada de una sola asa.
  • Ya se debe haber ido por su cuenta –dijo Ruth.
  • Lastima, con lo bueno que estaba –se lamentaba Hillary.
  • ¡Buenas están estas chucherías, ellas si que están para chuparse los dedos! –exclamó Dan mordiendo unos labios de azúcar.
  • No te preocupes Hillary, lo volverás a ver de aquí media hora cuando lleguemos –le animó Ruth.
  • Siiiiii ¿no es fantástico? –exclamó con alegría.
El trayecto era recto, así que esos jóvenes, seguían su camino alegremente, conversando entre ellos, entre risas y cuchicheos. Esa alegría se les esdeveneció, cuando pararon enfrente, de una gran pendiente arriba, a base de curvas en el que sus superiores, les informaron de lo que temían.
  • ¿¿¿Tenemos que subir esta gran pendiente??? –exclamó alguien con mala cara.
  • Así es, después de haber escalado ya habremos llegado a la casa de colonias, donde os esperará una deliciosa cena –informó una de las profesoras.
  • ¿La habéis escuchado chicas? ¡Hay que ir rápido, que mi estómago reclama! –hecho a correr Dan.
  • ¿Dinos cuando no te suenan las tripas a ti anda? –preguntó Hillary, yendo al paso de Ruth, charlando con ella. Sin ser conscientes, la mochila de Hillary estaba entreabierta, cayendo de ella, una figura en forma de gato.
  • ¡Ostras Hillary, tu amuleto esta desapareciendo por estas pendientes! –hecho a correr Ruth, en su búsqueda. Sin ser consciente, dejó atrás, al profesor Thomas. Este se dio la vuelta mal humorado, mirando rabioso a Ruth, que no era consciente de su error –aquí tienes Hillary, tu gato de la suerte –le entrego a su mejor amiga, con la respiración acelerada por la carrera.
  • ¡Muchísimas gracias Ruth! Le tengo muchísimo cariño, me lo regaló mi abuelo, antes de morir –expresó abrazando la figura.
  • Lo se… por eso no podía permitir que lo perdieras –dijo Ruth.
  • ¡Muchas gracias amiga mía! –le dio un abrazo Hillary, provocando que un poco mas y cayeran las dos amigas, ante todo el avance que habían hecho.
  • Señorita Parcker –gruño alguien. Ruth, se quedo paralizada, reconociendo la voz instante, con gesto, muy lento, se dio la vuelta:
  • Profesor Thomas –dijo después de tragar saliva mirando a su superior.
  • Señor Thomas para ustedes ¿¿Qué parte de “que nadie se quede tras él” que a dicho su tutora no a entendido?? –pregunto con autoridad.
  • Si… lo entendido, pero es que no he sido consciente, no me dado cuenta de verdad, un… un objeto muy valioso de mi amiga, se a caído, solo quería entregárselo, no me dado cuenta que he desobedecido –dijo con Temor Ruth.
  • Es cierto pro… señor Thomas –rectificó Hillary, negando varias veces con la cabeza.
  • Pues señorita Parcker queda castigada por desobediencia, no hará ninguna actividad que realicen sus compañeros, se quedaran de pie en la casa, simplemente observando –dijo pausadamente el profesor Thomas, con una sonrisa maliciosa en su cara.
  • ¡No es justo, ya le he dicho que ha sido sin darme cuenta! –protesto Ruth.
  • ¡Cállese señorita Parcker! ¡Si no quiere, que le meta en un tren de regreso!
  • ¿Que esta pasando aquí? –se acercó a ellos la profesora Turner.
  • Señora Turner tiene una alumna muy desobediente, así que me visto obligado, a castigarla sin actividades, en estos quince días –explico el profesor.
  • ¿Se puede saber, que ha sido esa catástrofe que ha cometido, para darle ese castigo tan duro? –se intereso, esa superiora.
  • Desobedecer sus ordenes, se han quedado mas atrás que yo, eso es desobediencia, si no mal recuerdo.
  • ¿Eso es cierto Ruth? –se sorprendió su tutora.
  • Sí profesora, pero tiene su explicación… a Hillary se le a caído de la mochila un amuleto muy importante para ella, yo solo quería recuperarlo para entregárselo… no me he dado cuenta que desobedecía… en ningún momento, he sido consciente.
  • Esta bien Ruth, tranquila, bien profesor Thomas creo que esta claro, el porque lo han hecho, para ayudar a un compañero, no veo porque tiene que castigarla –dio su opinión la profesora.
  • Usted ¿esta tonta o que? Es que no se da cuenta, que si se lo pasa por alto, volverá hacer lo que le da la gana, cuando le plazca –le soltó el profesor.
  • A mi nadie me insulta, menos un cascarrabias como usted –se defendió –y usted no es nadie, para juzgar y castigar a mis alumnos –dijo indicando a Hillary y Ruth, que siguieran para adelante.
  • ¿Qué ha pasado? –se reunió a ellas Dan. Ruth y Hillary le explicaron todo lo sucedido.
Media hora justa pasó, cuando pararon en frente, de una gran masía, con terreno verde a su alrededor. A Ruth, le recordó donde vivían sus abuelos, con la diferencia, que no había ningún indicio de vida animal. La puerta se abrió, saliendo por ella, dos chicos, en el cual, uno de ellos era Maickel. El otro joven, era alto, moreno de piel, pelo peinado para arriba engominado, de un color negro noche, ojos verdosos, de estructura fuerte. Les acompañaban tres jóvenes chicas. Una de ellas, era alta, pelo rubio como el oro, largo, recogido por una cola de caballo, ojos azules. La otra era las mas bajita del grupo, por su rostro, también la mas jovencita, tenía el pelo corto, castaño, sus ojos pequeños brillaban ante lo negro que los tenía, estos mostraban tristeza y desesperación, su cuerpo era delgado, casi esquelético. Estaba situada al lado de Maickel. Este no tardo en decirle algo al oído y esta hecho a correr, hacia dentro de la casa, dejando la puerta cerrada. La última chica, era de estatura normal, ni le sobraban ni faltaban quilos, tenía su pelo, pelirrojo, ojos castaños. Una vez que los profesores, consiguieron mantener el orden establecido entre sus alumnos, Maickel, hecho un paso hacia delante dispuesto hablar:
  • Hablo en nombre de los cuatro monitores, cuando digo que es un verdadero placer estar con vosotros en estos quince días que esperamos, que os llevéis muy buena experiencia, y un recuerdo inolvidable –expresó el joven, con una sonrisa en su cara. Sus tres compañeros, permanecían callados, escuchando, sin dejar de observar todas aquellas caras curiosas, con una sonrisa en sus bocas –para realizar las actividades con un mejor orden, al mismo tiempo podáis participar y divertir todos, formaremos cuatro grupos, en el que nosotros –señalo a sus compañeros y a él mismo –seremos vuestros superiores, acompañados de vuestros profesores. En primer lugar, haremos presentaciones, yo me llamo Maickel, si queréis podéis llamarme Maick. Mi compañero se llama Paul. Estas dos preciosidades, sus nombres son Sofia –dijo señalando a la chica alta, cabello rubio, ojos azules –y Jennifer –presentó mostrando a la pelirroja. Fijó la mirada, en una libreta, que tenía en sus manos, al igual que sus acompañantes –ahora diremos el nombre de cada uno quien forma los grupos. Si los demás monitores me lo permiten, seré el primero en empezar, a medida que vaya diciendo, formar una filera en orden delante de mi por favor –miro a su alrededor, todos afirmaron sin ninguna protesta. Los nombres de algunos de aquellos chicos se empezaron a sentir. Cuando este hubo finalizado los otros tres monitores tomaron el relieve con su lista de alumnos.

  • ¿¿No es fantástico?? ¡Estamos con Maickel! –se abrazó a Ruth, Hillary emocionada.
  • ¿De que te sorprendes tanto? –pregunto Dan –si ya lo había dicho, que los tres estábamos con él.
  • Sí, pero ya es seguro –respondió, sin reprimir su entusiasmo.
  • Chicas, quien las entienda que las compre –dijo para si, Dan.
  • Chicos y chicas de mi grupo escucharme –dijo la profesora Turner –la cena esta servida, pero antes iremos a las habitaciones, a dejar el equipaje correspondiente, hacer dos fileras, las chicas vendrán conmigo, a sus respectivas habitaciones, y los chicos irán con Maickel, a las suyas ¿alguna pregunta? Si Dan… -dio permiso la profesora, viendo como su alumno mantenía el brazo levantado.
  • ¿No podemos ir a comer primero y después a las habitaciones?
  • Pregunta típica de Dan –le murmuro Hillary a Ruth, esta no pudo evitar reírse.
  • No Dan, no podemos, es así el acuerdo que tenemos, y así se tiene que cumplir –contesto su profesora, conservando la tranquilidad.
  • Es que tengo hambre –le hizo saber Dan con sus dos manos en su panza, que se la miraba con mirada triste.
  • Pues tu estomago, tendrá que esperar –dijo Turner –bien chicas seguidme, chicos, ir con Maickel.
Ruth, se fijo, que no solo era su tutora y Maickel, los que se ponían en marcha, sino que los demás monitores e profesores, también empezaron andar, con sus chicos detrás y sus equipajes en sus manos. El profesor Thomas cogió a su grupo de chicos junto a Maickel y Paul, se dirigió a las habitaciones de los chicos, mientras que Jennifer y Sofia, junto a las tres profesoras, circulaban, a las habitaciones de las chicas. En la gran entrada de la masía, en dos de las esquinas, se encontraban, dos escaleras, que subían, les indicaron que subieran por ellas, las chicas por las de la izquierda, con su tutora y demás de cabecilla, y los chicos por la de la derecha con Maickel y sus acompañantes delante. Las paredes del largo pasillo de las chicas que tenían ante sus ojos, estaban construidas de piedra, predominadas por antorchas encendidas, que iluminaban el lugar. Cada dos centímetros de distancia, había una puerta.
  • Todo esto son habitaciones, hay dos camas por habitación, podéis elegir la que queráis, y la compañera también –explico. Hillary y Ruth, se cogieron las manos indicando que estas ya estaban cogidas. Cada dúo se adentraron en un cuarto. La recamara de Ruth y Hillary era amplia y espaciosa, con dos camas una encima de la otra, un gran armario de madera, y una espaciosa mesita de noche. Las paredes también estaban construidas de piedra, y por la ventana de una forma ovalada, entraba un rayo de claridad, en esos momentos gracias, a la luna llena que se reflectaba. Se encendieron las luces, el foco era también ovalado, en el que indicaba muy buena iluminación.
  • ¡Oh! no esta nada mal ¿verdad? –dijo ilusionada Hillary observando a su alrededor.
  • Es mejor de lo que imaginaba –dijo Ruth con una sonrisa.
  • ¿Qué cama prefieres?
  • Me es igual.
  • Pos me quedo la de arriba ya sabes que ¡me encantan las alturas! –exclamó Hillary, dando saltos, sentada en la cama de abajo.
  • Es toda tuya –no le discutió Ruth.

Deshicieron las maletas, guardando sus pertenencias en el armario y mesita de noche, esperaron con impaciencia la llamada correspondida necesaria. En menos que se dieran cuenta ya estaban en la cocina sentados en una de esas treintena mesas rectangulares donde cabían seis chicos por mesa. En la mesa de nuestra protagonista por eso no pasaban de tres, solo se ajuntaron los tres mosqueteros, y consiguieron, que nadie más se unificara. Dan comía con énfasis, el plato de verdura que le habían puesto. Ruth y Hillary se le quedaron mirando.
  • Joer Dan parece que no hayas comido desde hace siglos –le hizo saber Hillary, que aun no había probado su plato.
  • Es que estoy hambriento, eso que la verdura no me gusta –informo sin dejar de comer.
  • Pos suerte que no te gusta, que si te gustara… -dijo Ruth.
  • Ei mirar quien viene por allí –dijo Hillary con su cara iluminada.
  • Hola chicos que aproveche –se les acercó Maickel.
  • Gracias –dijeron Ruth y Dan con una sonrisa.
  • Muchísimas gracias –dijo Hillary con sus ojos brillantes, mostrando toda su atención a ese joven –saliste muy pronto del tren cuando lleguemos, no pude despedirme de ti… quiero decir… que no pudimos despedirnos de ti –rectificó rápidamente.
  • Si, cierto, es que tenía un taxi que me esperaba fuera, y no podía entretenerme, lo siento –dijo algo avergonzado.
  • No te preocupes, lo entendemos, no tienes porque disculparte –le tranquilizo Ruth, observando al igual que sus amigos, como aquella chica de mirada triste y desesperada, con ese cuerpo esquelético, esos ojillos negros, su corto pelo castaño, se acercó a Maickel.
  • Mirar chicos os presento a Asly –intento decir Maickel, abrazando a esa chica.
  • ¿Es tu amiga? –preguntó nerviosa Hillary.
  • Es mi hermana pequeña, saluda a estos muchachos Asly –le dijo a la chica. Esta saludo con la mano –tiene una deficiencia mental, es retrasada, pero aun y así es muy espabilada –dijo mirando a su hermana con una sonrisa y mirada tierna –la tengo aquí conmigo, me ayuda mucho la verdad. Ahora cenaremos nosotros Alsy, ayuda a Pati a preparar la mesa –le dijo. Ella corrió obedeciendo, diciendo adiós a esos jóvenes.
  • Se ve una persona aguda –dijo Ruth sin dejar de mirar a Asly.
  • Sí, si que lo es –respondió mirando a su hermana como obedecía.
En el rato de la cena, los tres amigos, charlaban y reían, alegremente, sin dejar, de alimentar a sus estómagos. Dan y Hillary no dejaban de hacer cachondeo, para animar he hacer reír a Ruth.
  • Tanto reír, me ha entrado ganas de ir al baño, enseguida vengo chicos –informó Ruth, levantándose de su asiento corriendo para llegar a tiempo. Adelantaba sin fijarse bien, quien tenía delante, su máxima prioridad, era llegar a tiempo. Un golpe la hizo detenerse en seco. Su mano, fue directa a su frente, al mismo tiempo que se disculpaba. Su mirada se levantó, sus ojos, se abrieron como dos naranjas, al ver, mirándola con rostro rabioso y mal humorado al profesor con que menos deseaba topar, el señor Thomas –lo siento señor Thomas, iba despistada, y corriendo por ir al baño –se disculpó nerviosa.
  • ¿Otra vez usted Parcker? –le hecho una mirada asesina.
  • Lo siento mucho de verdad, no era mi intención yo… –intentó defenderse Ruth, observando como su superior, la rodeaba, situándose detrás, sin tiempo acabar su frase.
  • Mira canija, a tu tutora le puedes hacer el teatro que tu quieras, que con lo estúpida que es, deja, que todos sus alumnos, se les suba, pero a mi no me sirven todas esas excusas –le hizo saber en un murmuro, forzándole su brazo izquierdo hacía atrás.
  • ¿Que teatro? Yo solo digo que… ¡ah, me hace daño! –se defendió Ruth.
  • ¿¿Entendido?? –repitió ese profesor violentamente, forzando a un mas su extremidad.
  • ¡¡Ah!! ¡¡pare, me hace daño!! –gritó la joven.
  • Profesor Thomas ¡suéltela! –le ordenó la profesora Turner.
  • Profesora Turner, tiene que poner disciplina a sus alumnos, que no ve, que se pasan por el forro, todas sus palabras –dijo el profesor, sin dejar de coger a Ruth, que no podía evitar quejarse.
  • ¡¡Le exijo que la suelte!! –repitió la profesora Turner – ¡usted no es quien para atacar e amenazar a mis alumnos!
  • Esa chica le va a traer problemas, no obedece, y ataca al primero que pasa –dijo Thomas bruscamente.
  • Profesora eso no es verdad yo… –intento explicarle Ruth, viendo como muchos ojos curiosos formaban un circulo a su alrededor, del profesor Thomas, su tutora y ella misma.
  • Profesor Thomas –interrumpió la profesora Turner –he visto lo que ha pasado con mis propios ojos y le aseguro que Ruth Parcker, no es para nada violenta, simplemente iba despistada y topado con usted, en ningún momento lo ha hecho con maldad ¿no es así Ruth?
  • Sí, sí, así es –afirmó Ruth nerviosa.
  • Claro, que va a decir ella delante de su profesora del alma –se burlo el profesor.
  • Ruth, vuelve a tu asiento –le susurro la profesora Turner al oído. La joven no tardo en obedecer, reuniéndose, con Dan y Hillary, notando como las ansias de ir al baño habían desaparecido, ambos sufriendo por ella, aliviados al ver que estaba bien. Todos los chicos e chicas volvieron a sus asientos, comentando lo ocurrido. La profesora Turner pasó por delante del profesor, que la miraba con furia.
  • Señorita Turner, ¿esta bien? –se preocupo Maickel yendo al lado de la profesora.
  • Sí, sí tranquilo estoy bien, tiene muchos humos ese viejo, alguien tiene que detenerle –informó echándole una mirada asesina a ese profesor.

Los tres mosqueteros se encontraban en la habitación de las dos damas, sentados en la cama de abajo, charlando entre si.
  • Tiene muy mal genio ese profesor Thomas –dijo Dan.
  • Ya os dije que no me hacía ninguna gracia pasarme quince días con él –les recordó Hillary.
  • Es que parece que la tenga tomada contigo Ruth, no lo entiendo el porqué –dijo Dan pensativo.
  • Es su carácter, o se hace lo que él quiere o su “adversario” ya puede temblar –dijo Ruth señalando adversario entre comillas.
  • Pero tú no le has hecho nada, para que se encaré a ti de esta forma –dijo Hillary.
  • Le desobedecí ¿recuerdas? le pasé de largo cuando veníamos para acá, por coger tu amuleto.
  • Pero ya le explicaste que no lo hiciste con mala intención, que no lo hiciste para desobedecerle –le recordó su amiga.
  • Pero eso él no lo entiende, ya me a cogido “manía” –volvió a señalar Ruth entre comillas en la última palabra –y que haya topado con el, no lo relaciona con un despiste.
  • Joder, pos mejor que se le pase pronto el enfado, sino nos amargara los quince días –dijo Hillary de brazos cruzados.
  • Algo difícil estas pidiendo –contestó Dan, rebuscando algo en su bolsillo, en el que sacó una bolsa de patatas, en forma de estrella – ¿queréis? –las ofreció –es que me he quedado con hambre –Ruth y Hillary se miraron, sin decir nada. Ruth, miró su móvil con su rostro preocupado.
  • ¿Te ocurre algo? –pregunto Hillary, mirándola fijamente.
  • Estoy preocupada por mi madre.
  • ¿No has hablado con ella antes? –se interesó Dan.
  • Sí, sí, y me ha dicho que estaba bien y que todo iba de maravilla, pero no se, la encontrado algo diferente, mas decaída que de costumbre, como si me ocultara algo –les informo Ruth.
  • Tranquila que seguro que esta bien –le cogió una de sus manos Dan, sin dejar de masticar una patata.
  • Además no esta sola, tus abuelos están con ella, y aparte vuestro abogado… esta en buenas manos –hizo su intento Hillary.
  • El señor Burton, ya se ha despedido de ella, era su abogado para conseguir mi custodia, ya la tiene, en teoría ya no tiene la obligación, de estar pendiente a nosotras.
  • Pero lo esta, y eso es importante, aunque se aya despedido de ella, seguro que os llama a menudo, para saber de todos vosotros –opinó Hillary.
  • No se… -contestó Ruth mirando para el otro lado –hace noches que tengo pesadillas.
  • ¿Qué zueñas? –dijo Dan con su boca, toda ya ocupada por esos deliciosos manjares.
  • No me puedo quitar de la cabeza día y noche, cuando llegue a casa el día del juicio, como mi padre se encaró a mi madre, y la amenazó esa amenaza que me atormenta tanto <<como no venga conmigo te arrepentirás>> <<te arrepentirás>> el tono que lo dijo dio verdadero miedo, como cuando amenazaba y cumplía con todas esas grandes palizas que le daba después. Tengo miedo, tengo miedo que como tantas otras veces cumpla su amenaza –dijo Ruth.
  • ¿Qué mas daño le puede hacer, que no le aya hecho ya? Se enrolló y os dejo, por una chica mucho mas joven que él, y no creo que se atreva a pegarla, ni siquiera a tocarla, con tus abuelos y policías delante, que están por ella –le explico Hillary.
  • No se… -dijo Ruth, sin dejar de mirar por la ventana. Hubo unos momentos de silencio, cuando Ruth que miraba fijamente por la ventana, cerró sus ojos por un momento, los volvió abrir paralizada.
  • ¿Que ocurre? –preguntaron a coro, Hillary y Dan.
  • Me ha… me ha parecido ver alguien dirección al bosque.
  • Alguien en el bosque ¿dices? –se miraron por un momento sus dos amigos, acercándose a la joven para mirar por la ventana.
  • ¡Oh si! Ya lo veo, a una figura dirección al bosque –dijo Dan.
  • Yo también, yo también –afirmó Hillary –pero parece la silueta de una mujer ¿no?
  • Chicos soy yo, o ¿esa silueta es de Asly? –preguntó Ruth forzando sus ojos.
  • Ahora que lo dices si que parece ella si –dijo Hillary.
  • ¿Pero qué hace Asly por el bosque sola, a las diez y media de la noche? –se preguntó Dan.
  • Hay que avisar a Maickel, que seguro que no esta al corriente –exclamó Hilary, pegando un salto de la cama, igual que sus dos compañeros. Con rapidez salieron de la habitación. No tuvieron que mirar durante mucho tiempo, ya que lo encontraron a los dos segundos de salir de esa recamara, caminando por ese pasillo, sin dejar de mencionar el nombre de su hermana.
  • ¡Maick! –no pudo evitar exclamar Hillary, parando en seco al igual que sus dos acompañantes.
  • Hola chicos, estoy buscando a mi hermana, no la encuentro por ningún lado –dijo este nervioso.
  • Por eso te buscábamos… -continúo Dan.
  • Hemos visto a tu hermana caminaba hacia el bosque, iba sola –interrumpió nerviosa Hillary
  • ¿¿Que?? ¿¿por el bosque?? ¿¿a estas horas?? ¿¿sola?? –se escandalizó Maickel.
  • Sí, hace cinco minutos que la hemos visto a través de la ventana de nuestra habitación –dijo Ruth.
  • Ufffffff hacía tiempo que no lo hacía –informó Maickel para él.
  • Hacer ¿el que? –se interesó Dan.
  • De escaparse hacía el bosque ella sola y sin decir nada –contestó Maickel –antes por culpa de un hecho, no viene al tema ahora, y aparte no os quiero ni preocupar ni entristecer, se marchaba sola hacía el bosque. ¡Tengo que ir a buscarla, antes que le pase algo!
  • ¿Podemos ir contigo? –preguntó Dan viendo como les había quitado la pregunta de la boca a sus compañeras.
  • ¿Conmigo? Estáis en pijama y hace algo de fresco, podéis pillar un buen resfriado, no me lo perdonaré.
  • Nos ponemos una chaqueta que abrigue bien y ya esta por favor –suplicó Hillary.
  • De acuerdo, vosotros ganáis, pero antes hay que pedir permiso a vuestra tutora –dijo Maickel. Yendo a proponérselo a esa superiora, que sabiendo que iban y no se iban a separar de ese monitor, accedió sin problemas con la condición que estos se comportaran, ya que si no era así, mas tarde tendrían una conversación muy seria los cuatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las novelas largas de Vanesa Ruiz García.... Segunda parte.......

4.- Robi: Historia de un joven con discapacidad Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Cap...