domingo, 19 de julio de 2020

Mentira tras el cristal: Capitulo 5



No fue fácil para Ruth, los días siguientes. Rackel, empezaba a ensayar en el grupo de animadora. Empezaba a las diez, pero a las ocho ya hacía acto de presencia con las persianas levantadas, recordándole a su prima <<tengo que ir a ensayar, es muy importante la puntualidad, ui es verdad, que a ti no te han cogido>> día sí y día también, con una carcajada maliciosa en su cara. Ruth reprimía un grito, sonsacándolo con su cabeza enterrada en la almohada. Después, Rackel se pasaba una hora frente al espejo, maquillándose echándose mil y una cremas para el cutis.

Sus almuerzos también cambiaron, mientras que toda la familia, desayunaban: leche, café, pan con mantequilla, mermelada, galletas, magdalenas… la nueva animadora, se alimentaba con una dieta especializada: en leche de soja, pan integral con una pizca de Margarida. La comida se basaba en legumbre, sin nada que consumiera grasas, pasta sin sofritos, tortilla máximo dos huevos… con una buena monición de verduras y hortalizas de guarnición, la cena, era una ensalada con carne o pescado a la plancha. Los demás miembros de la familia, seguían con su habitual comida, sobretodo Ruth, que una dieta como aquella, no era para nada para ella.

Desde que empezó como animadora arrebatándole el puesto a su prima, Ruth tuvo que soportar, como explicaba toda orgullosa, lo bien que le habían acogido en el grupo, lo gratificante que era la faena, y lo orgullosa que se sentía estar dentro del conjunto. Lo que más le molestaba, es que sus padres, le reían todas las bobadas que salían de su boca, sin tener en cuenta sus sentimientos. Normalmente, salía de la sala mostrando mala cara.

Una tarde llegó de pasar una agradable tarde con sus mejores amigos, mientras que su chico se encontraba en básquet, ya que es jugador del equipo de aquella zona. Al entrar en casa se le borró la sonrisa de la cara al ver a Rackel sentada en el sofá riendo a carcajada, junto a sus padres, que reían felizmente junto a ella, otra chica muy semejante a Rackel; alta, delgada, pelo pelirrojo intenso, ojos azules. Incluso los gestos eran idénticos a Rackel. También se lo estaba pasando divinamente.

  • ¡Oh Ruth, que bien que hayas venido! –se levantó de su asiento con alegría Jack.
  • Oh sí, ya veo, si queréis me vuelvo a ir –dijo, dispuesta a dar media vuelta.
  • No, no por favor, Rackel tiene una feliz sorpresa para ti –Jack la cogió suavemente de los hombros, masajeándoselos.
  • ¿¿Si?? ¿¿se marcha?? –exclamó con alegría la recién llegada.
  • ¿Marcharse dices? No claro que no, solo estamos a dieciocho de julio, hasta el veinte de septiembre como que no –dijo pensativo, ya que ese último detalle, era una novedad para su hija, ya que constaba que el uno de septiembre, al inicio de las clases, ella volvería para Tchecoslovaquía.
  • ¿Cómo que hasta el veinte? –preguntó casi en un murmuro Ruth.
  • Sí, verás hija, sus padres se retrasarán de su viaje, y bueno… -no sabía cómo continuar Jack –no vendrán mínimo eso veinte días después de lo acordado.
  • ¿¿Vosotros se lo permitís?? –preguntó incrédula.
  • Relájate cariño –le hacía un masaje su padre –que la sorpresa es otra…
  • Mira primita, antes de dártela, te presento a Bibian –le hizo honores Rackel, es mi mejor amiga en las animadoras, me ha ayudado mucho.
  • Hola –saludo Bibian con un gesto de lo más refinado, notándose el chicle que se le mascaba en la boca a través de carcajadas. Ruth la saludo con una sonrisa forzada.
  • Bien, una vez hechas las presentaciones, pasemos a la gran noticia ¡puedes entrar en el equipo de animadoras! –alzó plenamente sus brazos al aire con alegría. Bibian la emitió.
  • ¿¿Que?? Perdona pero hoy no son los santos inocentes –vaciló Ruth.
  • No es una broma primita, me sabía muy mal, que no te cogieran como animadora, encima van y me cogen a mi –se hizo la apenada.
  • Falsa –susurro Ruth.
  • Me ha costado convencerles, pero al final lo he conseguido, he sido dura, por la ilusión que te hacía, y también porque necesitas, distraerte para vencer la tentación del fumar –fingía Rackel, acercándose a su prima –finge que tienes un problema con el tabaco, sino me echarán de esta casa, no podrás lograr tu sueño –le susurro al oído. Ruth, no le quedo otra, que morderse la lengua ya que no la creerían.
A la mañana siguiente, Ruth se levantó junto a su prima, ya que tenía que ir a la hablar con la directora de las animadoras, y aclarar las palabras de su prima. Aunque intentaba no ilusionarse, no podía evitar sentirse, nerviosa e emocionada.

  • Oh cariño, ¡estas preciosa! Dejaras boquiabiertos a todos –le animó su madre –te deseo muchísima suerte, tu tranquila, todo irá bien seguro –le guiño un ojo. Rackel que estaba presente le daba asco, tanto cariño, así que salió de la sala, ya que le producía arcadas.
  • ¡Ruth, vamos sino llegaremos tarde! –se sintió desde la otra sala.
  • Siiiii adiós mama –salieron de casa corriendo.
Atravesaban la calle corriendo, Ruth no entendía porque tanta prisa, según Rackel, había tiempo todo el día, se lo preguntó varias veces, pero esta, no hacía un inicio de contestación. Llegaron hasta un edificio, en el que ponía <<centro de grupo de animadoras juvenil>>

  • Ya hemos llegado –le informo con la respiración acelerada, por tanta prisa.
  • ¿Es aquí? –preguntó Ruth, notando como su corazón se aceleraba. Su prima abrió la puerta. Ruth con su cuerpo bien erecto respiro profundamente, siguiendo a su prima. Ruth, pudo ver un gran espacio, en el centro había una mesa rectangular, con tres mujeres de mediana edad. Ruth se fijo, que dos de ellas, eran altas, delgadas, una morena, otra rubia, pero ambas con el pelo recogido, ya que lo tenían más o menos igual de largo, con gafas de estructura delgada. Jessica, colgaba en la camisa de la rubia y Lussi en la camisa de la morena. La del medio en cambio, era baja, y regordeta, tenía el pelo corto y pelirrojo, con gafas de montura rellenita coloradas, llevaba una tarjeta con el nombre de Estefany.
  • Bueno menos mal, ya pensé que no vendrían ya casi cerramos –dijo la rubia, con un tono de lo más refinado.
  • Sí, mi prima que se ha entretenido –dijo Rackel tirando su largo pelo dorado para atrás.
  • Tenía entendido que permanecía abierto todo el día –informó Ruth.
  • No, cerramos a la una y Rackel estaba al tanto –dijo la morena.
  • Pues no me había dicho nada –su mirada proclamaba furia hacia su prima.
  • Bueno es igual, contra antes empecemos podremos volver a casa –dijo la rubia – ¿donde está la chica que nos hablaste?
  • Aquí la tenéis, es esta chica –les indico, mostrando a Ruth con una amplia sonrisa.
  • ¿Esta es la chica dices? –levantaron su cuerpo un tanto del asiento las dos de la esquina, mirando de arriba abajo a Ruth, por encima de las gafas –el caso es que su rostro nos suena familiar.
  • Sí –opinó la del medio –es Ruth Parcker, nos ha mandado varias solicitudes.
  • Si, si soy yo –se entusiasmó Ruth.
  • ¡Ah ya! –dijo la rubia –mira tienes una cara mona, pero mírate, no es nada fácil ser animadora, y no sé si serás capaz.
  • Sí, sí por supuesto que seré capaz, por favor, es mi gran sueño, daría hasta la vida por conseguirlo –se le notaba un brillo especial en sus ojos.
  • Por favor darle una oportunidad, es mi prima, la quiero mucho, me duele verla sufrir de esta manera –exageraba su drama. Ruth, quedaba bien parada, de lo buena actriz que era.
  • Está bien, de acuerdo, pero porque eres tu ¿eh? –le recalcó la rubia mirando a Rackel – eres de las mejores que tenemos, tendréis que trabajar duro ¿¿eh?? Lo hacemos por ti Rackel.
  • Así lo aremos gracias –fingió, una gran e inmensa alegría, saliendo para fuera junto a Ruth.
Los días siguientes no fueron fáciles para Ruth. Si antes Rackel le hacía levantar a las ocho a partir de ese día se adelantó dos horas. Medio adormilada, observaba a la joven de diecisiete años con un chándal, azul celeste con una raya de azul marino en los costados, haciendo estiramientos, llevaba dos coletas hechas, pareciendo a Pipi calzalargas.

  • ¡Rackel son las seis de la mañana! ¡déjame dormir! –se hecho la sabana por encima, tapándose toda la cabeza.
  • No, primita… hay que prepararte para que seas una buena animadora, ya sabes eso, algo quiere algo le cuesta, sino no lograras tu sueño y sería una lástima, ahora que hemos llegado hasta aquí –dijo Rackel.

Aunque a Ruth le reventaba, tenía que admitir que tenía razón y con gran pereza e bostezos, se alejaba de las sabanas para echarse el maratón. Aunque no lo tenían muy fácil, ya que ella y el ejercicio nunca habían sido amigos, de repente, verse en todo aquello, le era muy duro. Pensar en su gran sueño que gracias a todo el esfuerzo se haría realidad le daba fuerzas, aunque no era capaz de correr dos manzanas seguidas sin detenerse, por el cansancio obtenido haciendo detener a su prima que corría animadamente. En las comidas también había surgido un cambio radical para Ruth, todo aquello que le gustaba había sido substituido por aborrecidas comidas de su prima. Ya para comenzar en cuanto llegaron a casa de esa entrevista. Ruth recordaba las palabras de su madre <<cariño te he preparado tu plato preferido>> ¡¡lasaña!! Y la contradicción de aquella desconocida <<no tía Ruth tiene que seguir un buen régimen sino no podrá entrar en el equipo>> fue visto e no visto, ¡su lasaña a cambio de acelgas secas con lechuga!

A pesar de ser una semana dura, madrugones, en pleno julio, maratones a las seis de la mañana, cuando ella jamás había andado mas de dos quilómetros, la dieta de cosas que solo había comido por obligación, ir a visitar su amiga la bascula cada día, trabajar sin descanso, mientras sus compañeras no hacían ni la mitad <<es normal se lo hacen a todas las nuevas>> le repetía una y otra vez Rackel, cuando se lo discriminaba… esa mañana, siete días después de su comienzo, dejando en banda que hubiese estrellado el despertador contra la pared cuando sonó, no le costó irse a la ducha, y arreglarse, ya que ese día no tenía animadoras, pasaría el día con sus amigos y su novio, sin tener que soportar a la pánfila que tenía durmiendo en su habitación.

  • ¿Donde vais a ir? –preguntó como si nada en la comida Rackel.
  • A ti te lo voy a decir –contestó Ruth, sin dejar de comer su arroz blanco.
  • Solo me preocupo por ti primita, estás en régimen no te olvides y una recaída podría ir fatal, sobre todo para tu puesto –mostro preocupación Rackel.
  • Se cuidarme sola gracias –dijo con rin tintín Ruth –bien familia me marcho, ya sabéis donde estoy –informó a sus padres, mientras que recogía sus cosas, dándose media vuelta lista para marchar.
Las seis de la tarde eran, cuando cinco personajes salían del cine, entre conversaciones e risas: Ruth, Claren, Codi, John y Dan.

  • Ha sido una película maravillosa, mas de una vez se me saltaban las lágrimas –se emocionaba Claren.
  • Será en los pocos tramos que has visto, estabas más pendiente besándote con John que por la película, igual que Ruth con Codi –informaba Dan, al mismo tiempo que su mano, cogía un puñado de palomitas, y se las introducía en la boca, sin dejar de mascarlas, viendo a las dos parejas que le rodeaban, cogidos de la mano.
  • ¿Estás celoso? –preguntó Claren con una sonrisa fantasiosa, abrazando fuertemente al brazo de John.
  • ¿Yo celoso? Que va, con lo bien que estoy soltero sin compromiso –dijo, sin dejar de suministrarse palomitas.
  • Eso tu zampándote todas las palomitas ya eres feliz, no abras estado entretenido con la novia, pero si con las palomitas, has dejado las cajas secas –rió Ruth, confirmándoselo.
  • Tenía apetito –dijo Dan dándose unas palmadas en su extensa barriga satisfecho.
  • A diferencia de ti, ni las probado, eso que llevaban azúcar y eran de colores, tus preferidas –se extraño Claren.
  • No por falta de ganas, pero ahora tengo unas responsabilidades, debo cuidar lo que como –dijo con desgana.
  • Pos cuidado no sea que te vaya a perjudicar –le aconsejó Claren.
  • No que va tranquila sé lo que me hago –le tranquilazo Ruth, con una amplia sonrisa.
  • ¿Qué hacemos ahora chicos? –preguntó John.
  • Yo sigo teniendo hambre, las palomitas me han sabido a poco –informó Dan sintiendo como sus tripas reclamaban –podemos ir al McDonald, hace tiempo que no vamos, y mis tripas lo agradecerán –dijo dando palmadas a su redonda barriga.
  • No es mala idea pero Ruth… -se lamentó Codi mirando a Ruth, sin soltarle la mano.
  • No os preocupéis por mí, no tengo apetito, os mirare simplemente –dijo Ruth, viendo como era el centro de atención de todas las miradas preocupadas.
  • ¿Seguro que serás capaz? –le preguntó Claren.
  • Sí, sí sin problema, vayamos –dijo animada. Así los cinco paso a paso, caminaron hasta el McDonald. Al estar frente a la puerta abierta, Ruth paró en seco.
  • ¿Estás bien? –se preocupó Claren.
  • Sí, sí perdonad –se disculpó Ruth con una débil sonrisa.
  • ¿Prefieres que salgamos de aquí cari, vayamos a otro lugar? –dio a elegir Codi.
  • Nooooo, que yo quiero comer hamburguesa –protestó Dan.
  • Egoísta –le discriminó Codi.
  • ¡E insensible! –exclamó Claren.
  • Estoy bien tranquilos, no discutáis, comer a gusto que no pasa nada –puso paz Ruth. Codi la aguantaba del brazo –puedes dejarme, tranquilo, estoy bien –le susurro dándole un suave beso en la mejilla.
  • Bien mi amor, voy a pedir con mi primo, Claren estate atenta por si acaso –le pidió Codi.
  • Sí no te preocupes, yo me quedo con ella –le dejo más tranquilo Claren. Para Ruth, no era fácil, todos aquellos aromas eran lo contrario de lo que debía, su boca se volvía agua sin ella consentirlo.
  • ¡Aquí chicas! –exclamó John.
  • Vamos Ruth –inició Claren, volviendo a repetir viendo a su amiga en otro mundo.
  • Voy –dijo acercándose a ellos. Sentía una gran envidia viendo a todos con sus hamburguesas completas, sus pata tatas fritas, rebañadas en kétchup, sus refrescos… ella también quería, sentía que su estomago también –voy a pedirme una bandeja para mí también.
  • Pero Ruth… ¡tú dieta! –le recordó Claren masticando una patata rellena de mayonesa.
  • ¡Al carajo mi dieta! Una vez, es una vez, no pasará nada, además mi prima no está –dijo contenta, poniéndose a la cola para pedir… Sus ojos le hicieron chiribitas, cuando vio entrar a su prima por la puerta trasera.
  • Hombre primita al fin te encuentro –expuso Rackel, como si llevará horas buscándola.
  • ¿Cómo me has encontrado?
  • Intuición ¿Qué haces en la cola? tú no puedes comer nada de esto.
  • Díganme ¿qué les pongo? –preguntó el camarero, un joven mulato.
  • Yo iba a tomar arroz blanco con ensalada –mintió al camarero observando la fotografía del mismo menú que sus acompañantes.
  • Aquí no hay de eso señorita –se lamentó el joven.
  • A bien no pasa nada –dijo con lamentación Ruth. Se acercó a sus amigos con Rackel pegadita a sus talones. Todos quedaron boquiabiertos en esa visita inesperada –tenemos una intrusa como podéis ver.
  • Hola a todos, hola Codi guapetón –le guiñó un ojo Rackel. Todos miraron a Codi que se sonrojó como un pimiento –lo siento mucho, pero mi prima os tiene que dejar, sino acabará haciendo alguna locura, que se arrepentirá para el resto de su vida.
  • ¡Eso no es justo, tú no eres quien para decidir eso! –se defendió Ruth, soltándose de ella de mala manera.
  • Sí que lo soy primita, si no obedeces, yo misma confesaré todo lo que estoy haciendo, me echaran de tu casa y no podre hacer absolutamente nada por ayudarte –redactó Rackel, como disfrutando de todo aquello. Ruth, aplastó sus dientes, manteniendo la boca cerrada, obedeciendo ya que en el fondo sabía que tenía razón ¡su sueño estaba a punto de alcanzarse gracias a ella!

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