viernes, 17 de julio de 2020

Más allá de las cartas: Capítulo 31



Llegó Carnaval, sinceramente el frío se apuntó también. Carnaval, una semana, donde la fiesta y diversión es protagonista. algo nuevo también para Aaron, yo estoy dispuesta, a que vea todo, tal como va, nadie nos lo va impedir.

A las 6 de la mañana despiertos por las carrozas, que no dudaban a ello, ir por la calle, y ver todos los comercios, todo el mundo disfrazado, entre bailes y musica por todo lo alto.

Llegó el día clave, él día de las carrozas... 

Día de mucho frío, lluvia y nieve, la mañana trabajando metida en el Capravo y la calle, ya tres cuartos disfrazada, solo me faltaban cuatro retoques. Yo nunca me disfrazó, pero este año Aaron me convenció y ¿por qué no? La vida son cuatro días, y sobre todo este año, valía la pena hacerlo. Yo iba de Vaquera, con ropa de Aaron, el sombrero me lo compré el día antes. Él iba medio de mujer, medio de china.

Llegué a casa, que estaban cayendo cuatro copos ¡vaya frío hacía! Ya hice bien de ponerme cuatro camisetas, dos pantalones y calcetines debajo de la ropa delantera.

Tras de comer, nos preparemos. Aaron se disfrazó, empecemos a caminar a correos para coger sitios, había sillas disponibles, que pagando dos euros por persona, eran tuyas… Yo suerte, que ya iba con la silla conmigo, eso que me ahorré. Aaron quedó fascinado por el espectáculo, realmente le encantó.

Carnaval 2010


Carnaval terminó a mediados de febrero. Fue una experiencia única para Aaron pero también para Vanesa, jamás se lo había pasado tan bien en esas fechas señaladas. Todo lo bueno se acaba, como tal Carnaval se despidió con un buen gusto de boca.

El frío no aflojaba, y Vanesa tuvo que seguir con su vida diaria, entre otras cosas la venta del cupón. Algo raro percibía… Hacía días que Aaron estaba cansado, demasiado agotado, incluso recién levantado. Vanesa le notaba mala cara, aunque se lo decía, que descansara mas, él como si oyera llover, continuando su vida diaria como si nada, asegurando a Vanesa que todo iba bien. Pero la joven sabía que no era así… Le costaba respirar, aunque Aaron quisiera negarlo, le dolía bastantes ratos el pecho, un dolor insoportable, ella lo sabía, lo notaba en su mirada.
  • Por favor Aaron ves al médico –le pidió Vanesa, casi suplicante.
  • No tienes que preocuparte no me pasará nada –expresaba Aaron sin darle importancia.
Los días pasaban, situación no mejoraba, y el estado del chico empeoraba. Se pasó días en cama, cuando Vanesa trabajaba, haciendo lo justo de la casa, pero no en la atención de su chica, en ella la correspondía en todo, le costara o no, sintiera que llegó su fin o no, él la complacía en las necesidades diarias.

Era de madrugada, ambos dormían tranquilos, cuando a Vanesa la despertó algo extraño. Al lograr abrir los ojos, notaba como la cama se movía << ¿qué está pasando?>> << ¿aun no he despertado?>> se peñiscó y le dolió, dando a entender, que se encontraba bien despierta. Miró Aaron lo que distinguió era pleno del terror; su cuerpo se convulsionaba, temblaba como tal, sus ojos en blanco… encendió la luz, la imagen no mejoraba.
  • ¡Aaron! ¡Aaron! ¿Qué te pasa? –le tambaleo su brazo, que parecía una estufa ardiente – ¡estas ardiendo! ¿Qué hago? ¿Qué hago? –intentaba pensar con rapidez, pero no lograba, tenía la mente en blanco, 
    • totalmente en blanco. ¡el móvil! Lo tenía a su vera, eran cerca las cuatro de la mañana. No tenía el número de las ambulancias ni nada, así que no le quedo otra que llamar a sus padres. Como era de esperar se sobresaltaron al escuchar el teléfono, y aun más, cuando les explico la situación, ellos llamarían a la ambulancia, y vendrían ayudar. Vanesa estaba inquieta sin saber cómo continuar, <<para empezar iría bien vestirme>> <<pensó pero ¿con que?>> le vino a la cabeza el pijama y no tardo en ponérselo, con temblor en todo su cuerpo incapaz de mirar a Aaron, en ese estado de convulsión <<que no tarde la ambulancia por favor>> rezó suplicante. Móvil, su padre al habla.
    • Ya estamos aquí fuera, la puerta está cerrada –Vanesa no sabía cómo hacerlo, pero no había tiempo para pensar, abrió la puerta de la casa, y a gatas, recorrió el largo pasillo, pese el dolor de rodillas y pies descalzos, apenas lo sentía, era más el nerviosismo y el temor que no podía evitar, de lo que estaba pasando a Aaron, deseaba que nadie la viera. Llegó a la puerta, tocaba abrirla pero pesaba. Su padre la cogió en brazos, aguantándola de pie, la vió con lágrimas en sus ojos.
    • ¿Dónde está el chico? –hasta ese entonces no era consciente, que la ambulancia había llegado, con sirena y luces puestas.
    • A la izquierda… final del pasillo… última puerta… está abierta…
    • Vanesa ¿Qué ha pasado? –preguntó Esmeralda nerviosa. Vanesa en el mismo estado respondió:
    • Cuando me he despertado ya estaba así.
    • ¿Tiene alguna enfermedad este chico? –pregunto el más joven del duo del sanitario.
    • Esta mal del corazón…
    • Nos lo temíamos… esta teniendo un ataque ¡rapido nos lo llevamos! –grito uno al otro.
    • ¿Dónde se lo llevan? –preguntó Esmeralda.
    • A la capital ¿alguien le acompaña?
      • ¡Quiero acompañarle! –gritó Vanesa.
      • Ya voy yo –dijo sin aviso su padre. Madre e hija se quedaron sorprendidas -¿Qué pasa? Alguien tendrá que ir, para saber de su estado ¿no? No vamos a dejar al chaval solo, tu quédate aquí y tranquiliza a Vanesa, ya os llamaré –con esa última frase se subió a la ambulancia, que no tardo en partir. Esmeralda abrazaba a Vanesa que lloraba sin consuelo.

      Eran cerca de las seis de la mañana, cuando Juan Manuel telefoneo, anunciando, que se llevaban a Aaron a Barcelona, que se iba para allá. Vanesa estaba sorprendida, por como su padre se preocupaba por un chico que nada era con él. También anuncio, que avisaran a Aroa, era su hijo, ella debía saberlo. Cosa que era cierto. Su madre se ofreció voluntaria viendo como su hija era incapaz de pronunciar palabra. Solo eran invitados tartamudeos y temblores. La madre de Vanesa prometió a la madre de Aaron, que al mínimo cambio la llamaría, era algo inevitable, dejar a Aroa, con gran pena y preocupación.
      Era el día más largo para Vanesa de la historia, su padre no telefoneaba para dar noticias de su querido Aaron. Tampoco había respuesta cuando ellas marcaban el número de teléfono, más bien este mensaje <<ese teléfono, está apagado o fuera de cobertura>> la desesperación de Vanesa crecía, también de su madre, en ver a ese estado a su hija.
      Eran las diez de la noche cuando su padre, entraba por la puerta, fue recibido, con un sinfín de preguntas. Aaron había sido enviado al hospital general de Barcelona con urgencia, su estado era crítico, allí le han operado de urgencia situándole otro nuevo marcapasos. La operación había durado horas, había salido todo bien, pero su estado seguía en estado crítico, le habían situado cuidados intensivos, en otras palabras U.V.I.
      • Después ya me he venido, ya no hacía nada allí, les he dado mi móvil, que me llamaran si hubiese algún cambio.
      Fue la noche más larga de la historia de Vanesa Williams, estaba en su antigua cama, de antigua casa, es decir las de sus padres. Se encontraba tan extraña allí, aparte que no podía conciliar el sueño, no podía dejar de pensar 
      en Aaron ¿habría llegado ya su hora? Negó a creer eso, aun tenían que pasar muchas cosas juntos, no se podía ir todavía. Le gustaría tanto estar a su lado. Él siempre estaba a su lado cuando ella lo necesitaba, ahora él la necesitaba, ella tenía que estar a su lado ¿pero qué hacer con la ONCE? ¡A la porra la ONCE! Llamaría y cogería unos días libres.
      • ¿Cómo que te vas a ir a barcelona? No hay buses adaptados y con la manual no puedes, además, ¿y la ONCE? tienes que ir a trabajar –no dejaba de poner pegas su madre, cuando Vanesa le explicó su plan.
      • Ya he solicitado la Sarfa, no me la querían dar, pero he amenazado y ha funcionado. Por la ONCE no te preocupes he cogido unos días libres. Y con la eléctrica voy sin problema hay una parada al lado del hospital.
      • ¿No hay forma de cambiarte de idea? –preguntó tras un profundo suspiro.
      • No, no quiero que sufras porque todo irá bien, lo tengo todo controlado –le sonrío, se empezó a preparar para partir.
      Tal como lo tenía previsto, todo surgió como tal. Cuando llegó el bus ya la esperaba. Subió junto a su silla, gracias a la plataforma. Fue un viaje largo, por fortuna sin numerosos vehículos. Alegría y alivio mostro su rostro al ver frente a ella el hospital central. Estaba bien perdida de a donde se tenía que dirigir, la orientación, nunca fue su punto fuerte. Por suerte los trabajadores fueron amables le indicaron sin problema. Varios ascensores tuvo que coger, varios pasillos recorrer, hasta llegar a cuidados intensivos. Una enfermera con bata, gorro y mascarilla verde, le permitió pasar, con la condición que ella, se vistiera como tal.
      Ver en ese estado a Aaron la derrumbó por completo; entubado de pies a cabeza, con numerosas máquinas enganchadas a su cuerpo. Lágrimas silenciosas resbalaban por sus mejillas. Un deseo en su mente <<No te mueras, por favor aguanta>> rezó en silencio, pero a gritos de esperanza. A las siete de la tarde y base de bocadillos, agua, y golosinas, se volvió a subir, al autocar para volver a casa e repetir experiencia, a la mañana siguiente

    • Se encontraba cansadísima, pero eso era lo que menos le importaba, estaba dispuesta a seguir hasta que Aaron saliera de peligro y más si era necesario.
      Los días pasaban, nada cambiaba en el estado de Aaron, seguía exactamente igual que cuando entró la buena noticia, es que no empeoraba. Pero Vanesa parecía un zombi viviente, se levantaba a las seis de la mañana y se acostaba a las doce, sin parar en todo el día. Su madre, no dejaba de insistirle que se quedara en casa, que descansara, que en el hospital ya llamarían si abría algún problema, pero ella no cedía se le había metido en la cabeza estar con él y lo iba a cumplir costara lo que costara.
      Siete días después de su ingreso, Vanesa continuaba, allí al pie del cañón, pero ese día no estaba sola, le acompañaba su madre. Vanesa, le convenció, para que fuera con ella. Su madre fue a buscar algo para beber. Vanesa daba la mano al cuerpo inconsciente de Aaron aprovecho para echar lágrimas, suplicando para sus adentros. La puerta se abrió entrando su madre, no pasaron muchos minutos, cuando la mano que daba a Aaron le fue apretada. Madre e hija fueron testigos como los ojos de Aaron se abrían. Lágrimas derramó Vanesa, pero a diferencia estás eran de verdadera felicidad. Aaron no entendía ¿qué estaba pasando? ¿Qué hacía en un hospital? ¿Qué hacia Vanesa junto a él llorando? No se acordaba de nada, pero Vanesa y su madre no tardaron en explicarle, con todo tipo de detalles. Después llamaron a Aroa, explicarle la buena noticia de su hijo.
      • Oh princesa lo siento tanto… has tenido unos días horribles por mi culpa… ¿podrás perdonarme? –expresó Aaron.
      • No seas tontorrón, me has dado un susto de muerte, no me vuelvas asustar de esta manera por favor –suplicó Vanesa abrazándole fuertemente, tan fuerte, que sin ser consciente lastimo su cuerpo.
      Pocos días después le subieron a planta, otros pocos días le dieron el alta, con una buena charla antes.
      • Bien Aaron esperemos no volverle a ver por aquí, pero para eso tienes que hacer bondad, prohibido coger peso, prohibido los cambios bruscos de temperatura, vigila lo que comes, prohibido el café…
        • Pero señor es imposible lo que me pide… mire como está mi novia… tengo que cuidarla, para eso tengo que hacer esfuerzos…
        • No digas tonterías… te vas a tomar todas las ordenes a rajatabla, yo me aseguraré que así sea –dijo Vanesa, a continuación un largo bostezo salió de su boca –aunque me tenga que quedar sin dormir alguna noche más.
        • Se nota que te quiere Aaron, se pasó horas enteras por verte mejorar, así que no la defraudes.
        • No lo haré es más, me aseguraré que duerma durante tres días seguidos.
        • ¡Oye tampoco te pases! –protestó Vanesa. Todos, incluso Vanesa echaron a reír.
                                                                                                                       

        28 de febrero del 2012
        Querido diario…
        Hoy hemos vuelto a Montras Aaron y yo hemos hablado mucho del tema. Creemos que tener un perro, ayudaría a nuestra relación, ya fuimos días antes, a elegir al animal, y ha dar todos los datos y todo necesario, para que nos lo entregarán en este mismo día. Era un sábado. Comimos en casa.
        16.00: cogimos la sarfa.
        16.15: Nos bajemos en plena carretera, como la otra vez, caminemos un trecho, con la diferencia que ahora sí que sabíamos dónde íbamos. Los trabajadores se alegraron de vernos, normal… iban a ganar pasta… ya lo tenían preparado a mi perrito, a esa carita linda, que me enamoro en esa primera vez que fui y lo vi. Lo cogí en brazos, apretándolo contra mi pecho. En un principio temblaba, después poco a poco se tranquilizó, dejó de temblar me lamió la cara. Ya estaba listo para marchar, y juntos nos dirigimos a su nuevo hogar.
                                                                                                                                                                     

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