Principios de Julio. Aaron tenía el tiempo a su favor. Acababan de terminar un curso, hasta septiembre, no tendrían que volver a cruzar las puertas de la universidad. No se lo pensó dos veces cuando salió en busca de trabajo. Estaban en temporada alta, se sentía convencido que ahora, que podía trabajar de todo, encontraría algo seguro. Se encaminó para lo fácil, de lo que había estudiado, como era el caso de hospitales, correos, bibliotecas, ayuntamientos, oficinas… pero en todos le pedían oposiciones, eso restablecía, un tiempo de espera, que él no poseía.
Algo decepcionado, pero con la cabeza bien alta, siguió la búsqueda en los siguientes días, por otros empleos, de no tanta categoría, como repartiendo cartas, en bares, en muelles, tiendas, comercios… pero se olvidó de un pequeño detalle, en el sin ser consciente, no recordó en pensar. La crisis mundial, que tenían encima… Muchas veces escuchó de su madre, lo mal que estaba todo para el empleo, pero nunca se había detenido a oírla como era debido. Ahora sí que era consciente, desde la primera búsqueda, si no eran las oposiciones, le repetían una y otra vez "no tenemos trabajo, estamos echando gente" pero él no perdía esperanza e iba repartiendo su curriculum, a los lugares que pasaba.
Desde que empezó con esta búsqueda imposible, apenas veía a Aroa, el intentar hallar eso tan importante, le quitaba sin miramientos las horas del día. Apenas se detenía en un ciber, para escribir a Vanesa, y exponerle los avances que había conseguido. En alguna ocasión, se la encontró en el Messenger, pero aunque estuviera deseando hablar con ella, aunque su pecho le apretaba cada vez con más fuerza al pensar en Vanesa… no podía sentarse a hablarle, por ella misma, tenía que seguir buscando, pero sí que se daba unos pocos minutos, para saludarla, y observar esa carita de ángel que tenía ¡su princesa! De pie, sin sentarse le dedicaba unos minutos, ya que era consciente que si se acomodaba tenía el día perdido… Era como un hechizo esa carita tan bella, que se veía obligado, a dedicarle más allá de las veinticuatro horas.
En una de esas apresuradas conversaciones, Aaron se sorprendió al leer el número telefónico de Vanesa. Él se sentía apenado, porque no tenía teléfono propio, pero sí que le dio el de casa. La joven también le dio su fijo, su fisioterapeuta le había hablado de unas tarjetas para telefonear fuera del país, que llamando de fijo a fijo salían gratis, solo pagaban seis euros, por mil y pico de minutos. Primero sí que le dio su móvil para tener más intimidad, pero pensó en el dinero de él, le apuntó también el de su casa, como él había hecho con ella.
Eran las veintidós horas, Aroa y Aaron acababan de cenar. En esa noche, los platos tenían que ser fregados por el hombre de la casa. Este se estaba preparando, cuando el teléfono sonó. Madre e hijo se miraron.
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¿Quién será a estas horas?
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Ya lo cojo yo –se dirigió a descolgar Aroa –dígame.
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Hola… buenos días… perdón quiero decir buenas noches… ¿que está Aaron?
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Sí, sí que está ¿de parte de quien?
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De Vanesa una amiga.
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¡Oh! Enseguida se pone. Aaron es para ti.
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¿Para mí? ¿estás segura? ¡Si a mí nadie me telefonea!
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¡Venga va, no la hagas esperar!
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¿No LA haga esperar? ¿Es una chica?... ¿Si…? –acabó contestando cuando su madre le empujo suavemente para que hablara – ¿Aaron? –escuchó –sí… el mismo ¿y tú eres?
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Vanesa
-
¡Mama! ¡Es ella… es Vanesa! –le grito a su madre, bajando lo mas que pudo el volumen, tapando el auricular.
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Sí ya lo sé –respondió con una sonrisa –pero háblale, qué pensará que te has asustado –dijo entre risas.
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¿Eh? No, no, pero estoy muy nervioso, me estoy quedando en blanco no sé qué decir… -notaba, como su corazón latía como nunca de acelerado.
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Respira hondo –le sujeto su mano con fuerza, observando cómo obedecía.
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Vane… Vanesa ¿sigues ahí?
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Si… si Aaron.
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¿Eh? Espera un momento porfa –se apartó del auricular –mama, me podrías…
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Ui si perdona, ya me salgo, habla tranquilo –se apresuró a salir de la habitación Aroa.
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Vanesa…
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¿Aaron?
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Perdóname por favor, estoy muy nervioso… me quedado en blanco…
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Tranquilo, a mi me pasa lo mismo… espero no haber llamado en mal momento…
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¿Eh? No, no, para nada, acabábamos de cenar… ¿y tú?
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Me acabo de despertar, no podía dormir, y he pensado en llamarte, ya que aun es una hora “decente”
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¡Ostras si es verdad! Que allí son… -contaba con los dedos ¡las cinco de la mañana!
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Justamente… no podía dormir.
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Siento tanto no poder chatear contigo… pero que sepas, que me acuerdo de ti, en cada momento, en cada instante del día.
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Yo también por eso mismo tengo insomnio… pero no es justo que el único que se esfuerce, seas tú, esto nos incumbe a los dos, me siento mal por ello.
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Por nada preciosa, mi recompensa será poder verte cara a cara, sin una pantalla en medio, te prometo que nos veremos pronto… es más, te doy mi palabra, que antes que acabe el año, allí estaré.
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Dime como ayudarte… por favor…
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Llámame como hoy, siempre y cuando no te cueste dinero… no quiero que gastes por mí, pero si me llamas por el fijo te sale gratis, como ya sabes, escuchar tu voz me da fuerzas y esperanzas para seguir adelante.
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Así lo haré te quiero mucho Aaron, me dolería que sufrieras por mi…
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Yo también te quiero Vanesa, como nunca he querido a nadie… eres lo mejor que me ha pasado en la vida….
Siguieron por teléfono largo rato más… Aroa, terminó todas las tareas de ella y su hijo, se canso de ver la televisión, cuando Aaron le comunicó que ya habían terminado.
El verano iba pasando. Las temperaturas eran cada vez más altas. Por más temporada alta que se encontraban, el trabajo no cambiaban de opinión, por más que buscaba, todas las respuestas eran las mismas, incluso en el paro no había una excepción. Acabo organizándose de forma distinta, por la mañana buscaba lo esperado, entregándoles a todos su curriculum vitae por la tarde, chateaba con Vanesa dos horas, después seguía con lo mismo unas horas más. Si por algún caso, no chateaban, si no era Aaron, Vanesa no tardaba en telefonear, aunque para eso, tenía que espabilarse muy de mañana. Entre correos, Mesenger o teléfono, siempre sabían uno del otro.
Finales de agosto, Aaron caminaba por la calle, pensaba en las clases que estaban a punto de empezar, y tenía que espabilarse para tener todo preparado para el inicio de curso. Paso por al lado de una obra de construcción. Se la quedo mirando recordando que ellos también poseían su curriculum. Tenían muy adelantada la obra. Ya se alejaba cuando escucho lo siguiente:
-
¡Ei muchacho espera un momento!
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¿Sí? ¿Es a mí? –preguntó el chico, señalándose a sí mismo con el dedo. El hombre frente a él tendría cuarenta y pocos años, no muy alto, con algo de musculatura, poco pelo en su cabeza canoso.
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Sí, sí, ¿no eres tu quien nos mandó un curriculum? A… Aaron ¿no?
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Sí, si soy yo –respondió algo perplejo.
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¿Aun te interesa encontrar trabajo? Es que andamos mal de personal…
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¿Lo dicen en serio? Sí, sí, claro que me interesa –una amplia sonrisa se dibujo en su cara, al mismo tiempo, que esperanza e ilusión.
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Espera un momento aquí, enseguida viene el encargado hablarte…
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