sábado, 2 de abril de 2011

Robi; Capitulo 6

E
l sol radiaba con fuerza, el cielo estaba tan claro como el mar, ninguna nube amenazaba con estropear tan bello día.  Charlie manejaba mi silla, circulábamos por una calle de mi barrio ¡sí! ¡Al fin en casa! Realmente di gritos de alegría, cuando ya me permitieron, abandonar el hospital. ¿Entonces? ¿Por qué me sentía tan decaído? Sabía la respuesta, y no era por el hecho de que ni Cristopher ni los demás no hubieran aparecido por el hospital, una llamada si quiera –tenía razones para ello –pero no, era por Dina, tan animado que me había dejado con a mí me gustas, por lo guapo que eres, por el buen corazón que tienes ¿Qué importa que estés sentado o de pie? ¿Por qué no había vuelto a verme? ¿Por qué ni una llamada? ¿Es que esa frase la dijo por decir? ¿Es que una frase así se dice por decir? Miles de preguntas ocupaban mi mente.
-             Ei Robi ¿en qué piensas? –me volvió a la realidad Charlie – ¿es por Dina verdad?
-      Es que Charlie no lo entiendo…. Ella me dijo claramente que no le importaba mi nueva “modalidad” –me burlé de la última palabra –pero si es así, ¿por qué no ha vuelto? ¿por qué no me ha llamado si quiera?
-      Dale un poco más de tiempo para que te expliqué, quizá le surgió algo.
-      ¿Y si realmente no pensaba lo que me dijo? ¿Y si me engaño? ¿Y si ya no me quiere por ser así?
-      Tú piensa Robi, si realmente le gustas, esas palabras que dijo será bien ciertas, y volverá a ti.
-      ¿Y si no son ciertas? –yo siempre tan pesimista.
-      Eso significará que no le gustas tanto como se pensaba.
-      ¡Ai no se! ¡Estoy hecho un lio, no me lo puedo quitar de la cabeza! –los nervios podían conmigo, hasta ya me despeinaba de la desesperación.
-      Tu tranquilo, relájate, mira el paisaje, que tantos días sin ver más que cuatro paredes blancas, ya te viene bien, que te toque el sol –me inspiro Charlie, entre gestos exagerados, sin dejar de andar, manejando mi silla de ruedas que me habían facilitado, en una ortopedia, gracias al hospital. Yo sabía que tenía razón pero no podía quitarme de la cabeza a Dina. Vimos a Rocky el perro de los Flanders, una pareja mayor, ambos delgados y canosos, él con un bigote, del mismo color que su pelo, blanco puro, más que marido y mujer, parecían hermanos. Rocky se me acercó, me lo encontré en un basurero, sí, sí era un cachorro, lo habían abandonado, entonces me lo llevé a casa, pero como mi madre tiene alergia a los perros, no nos lo pudimos quedar, y pensemos regalárselo a esa pareja, que como no tenían hijos, pues pensemos que les haría compañía, y hicimos buena elección, rocky les dio alegría y luz a sus vidas, claro que yo siempre aprovechaba para ir a saludarle,   jugábamos juntos, ya me saludaba de distancia, para mí que me conocía, que sabía que yo le recogí del cubo de la basura.
-      ¡Hola Rocky, ven amigo! –siempre le saludaba de la misma forma, en el que él no tardaba en correr a mi lado, y lamerme cara y manos, pero aquel día fue distintos, se detuvo antes de llegar, me comenzó a olfatear y a ladrar sin aviso –¿qué pasa muchacho? Soy yo… Robi…
-      Debe extrañar la silla, creo que es la primera que ve, no se lo tengas en cuenta, él te quiere mucho, tú lo sabes –dijo el anciano. Por más que intentaran animarme, no lo lograrían tan fácilmente.
-      Bueno… ¿así  ya están en casa? –preguntó su esposa – ¿estarás contento verdad? –yo simplemente  afirme con un gesto de cabeza, me sentía un niño pequeño, mientras que por mi mente pasaba ¿usted que cree?  -para lo que necesitéis aquí estamos, de verdad, no duden en pedírnoslo.
-      Muchas gracias de verdad –fue la respuesta de Charlie, mientras empezaba andar.
-      Adios Robi – ¡se despedían igual como si no tuviera más de 2 años! ¡nunca, antes habían estado así, todo por culpa de esta silla! Y aun alcancemos a escuchar –ai pobre, tan joven, con esta desgracia encima… -¿acaso no se pueden esperar a que ya esté lejos y no me entere de esos comentarios absurdos?
-      Tú ni caso Robi, ya sabes cómo es la gente mayor –me animaba Charlie. Sí, sabía bien como era la gente mayor, pero también sabía bien el porqué de su cambio de comportamiento.
Nos dirigíamos a casa de Kate, aun no me había visto, desde que salí del hospital, y Charlie quería darle una sorpresa. Habían quedado, lo que ella no sabía que yo también iría, ya había intentado hablar con Charlie, le comenté que no lo veía buena idea, habían quedado ellos dos, en plan parejita no veía justo, que tuviera que hacer de vela, pero él ni caso, y dijo que no pasaba nada. Lleguemos a la calle correspondiente, Kate, ya esperaba, en la puerta blanca de su casa, en su jardín, todo verdoso.
-      ¡Hola Robi! ¡qué gusto verte! –me besó en la mejilla –no sabía que te habían dado el alta ya, me da muchísimo gusto.
-      Queríamos darte una sorpresa –afirmó mi hermano con una sonrisa.
-      Ai lo siento Kate, ya le dicho a  este hombre, que no quería venir –le explique avergonzado.
-      He pensado, que podíamos ir a comer algo los 3 juntos –hablo mi hermano.
-      Yo ya le dije, que era mala idea –afirmé yo.
-      ¿Mala idea? ¿Por qué? –preguntó ella – ¡yo lo encuentro una idea fantástica! –dos contra uno, ganaban ellos.
-      Hola ¿tú eres Robi verdad? –me preguntó una mujer; pasaba de los 70 años, delgada, pelo canoso, recogido por un moño, vivía en el mismo  barrio que Kate, me conocía de eso de ser el hermano de su pareja ¡¿ qué te pasó?!
-      ¿a que se refiere señora Brays? –preguntó Kate, aunque la pregunta era de lo más absurda.
-      A que me voy referir mujer, a la silla de ruedas del chico, hace unos meses lo vi ¡y andaba! ¿Por qué ya no? ¿Qué ha ocurrido? –a mí la verdad para nada me apetecía hablar del tema… pero… ¿qué otra salida me quedaba?
-      De que habla señora Brays, a Robi no le ha ocurrido nada –se me adelantó mi hermano.
-      ¿Cómo que no? Pero mírele, está en una silla de ruedas, ¿o es que usted también se ha quedado ciego? –preguntó la vecina, zarareando su mano, delante de los ojos de Charlie.
-      La estoy viendo señora Brays, para nosotros, lo de Robi, no es diferencia, sigue siendo el de siempre, la silla no es impedimento para nada, Robi, puede realizar las mismas tareas, de distinta forma, pero el resultado es el mismo – Charlie hablaba con gran seriedad.
-      Que ingenuos son… -murmuró la mujer –¿no se dan cuenta, que este chico ya no podrá ser como los demás? ¿de qué le sirve que le pongáis todo de color de Rosa, si no podrá realizar nada?
-      ¿Eso usted como lo sabe? –esta vez habló Kate – ¿tiene un hijo o familiar en el estado de Robi?
-      Afortunadamente no.
-      Pues cierre el pico y infórmese antes de abrir boca –sus palabras, sonaron altas y claras –la señora Brays, se quedó con la palabra en la boca. Sin ser conscientes, nació público a nuestro alrededor.
-      ¡¿Y vosotros qué?! ¡¿también pensáis como la señora Brays?! ¡Pues ya os podéis largar por donde habéis venido! –no hicieron faltas mas palabras. Toda aquella gente que nos miraba y murmuraba, se dispersó no sin antes, seguir con los cuchicheos y demás miradas.
-      ¿Y si os equivocáis? ¿y si toda esta gente tiene razón? –no pude evitar preguntar.
-      Robi, escúchame bien –se agacho a mi nivel Charlie, nuestros ojos, tenían contacto directo –mírate ¿y dime? ¿en qué has cambiado? –me encogí de hombros, sin saber que responder –¡en nada Robi! ¡Sigues siendo el mismo de siempre! ¿qué vas en silla? ¿y qué? ¡tú eres como cualquier otro! No hagas ni caso, a esos comentarios ¿me escuchas? ¡te prometo que podrás hacer de todo! ¡no importa que andes entre ruedas! ¡Podrás hacer de todo como los demás!
-      ¿Cómo lo sabes?  -pregunté nada convencido, no me creía ni una palabra de todas esas palabrería. Me sentía furioso por toda esa situación.
-      ¡Te lo prometo! –pronuncio mi hermano,  silaba por silaba, con mucha lentitud. Me abrazó con fuerza.
Por primera vez, me fijé en las barreras arquitectónicas, en todos esos pequeños detalles, que cuando uno no necesita silla de ruedas, no se fijan en ellos, los escalones de las aceras, las rampas bloqueadas por los coches, las numerosas escaleras para llegar algún lugar, las puertas estrechas… Lo que más me incomodó eran las miradas de todas esas personas, cuando pasaban por mi lado ¿es que nunca habían visto a alguien en silla de ruedas? ¿Nunca habían visto a alguien tan joven como yo? Porqué yo sí, jamás se me hubiese ocurrido, acosarle tanto.

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