M
|
e miré al espejo, antes de salir de mi habitación, mi pelo rubio, esos ojos marrones, había salido a mama. Me vestí con una camiseta ajustada, blanca, con letras negras just do it, unos tejanos y unas bambas blancas. Me eche gomina en mi pelo corto, mirando para arriba. Desprendía el aroma, de mi perfume favorito. Empecé practicando mis ensayos de lo que le diría a Dina esa noche, con expresiones graciosas, pero ya sabía que nada que dijera delante de ese cristal, saldría de mi boca delante de ella. Suspiré con energía ¿a quien quería engañar? Era un vergonzoso de primera. Escuché un silbido:
- Ui hermanito estás que rompes, vas a dejar sin aliento a esa chica –ni me enteré que había entrado.
- Ufff, anda vamos –no sabía cómo salir de esa situación embarazosa, mi única elección posible era salir de allí.
Ya dentro del coche, con el motor encendido, nos disponíamos a avanzar, pero antes, Charlie, tuvo que hacer sus numeritos de coquetería, con el espejo retrovisor de dentro.
- ¿Qué pasa? No me mires con esa cara de asco, tu también lo has hecho.
- Pero al menos yo, lo he hecho en intimidad, no delante de mi hermano pequeño, menudo ejemplo –me encantaba meterme con él, al igual que él encantaba meterse conmigo.
- ¡Anda, calla enano! –sí esa era su única salida de escape, el de hacer callar, cuando se ofendía por las verdades. Encendimos el CD, con nuestro grupo, el que más nos gustaba, casualmente, era el mismo. Charlie, subió el volumen a este, a lo más alto, ambos, no dudemos en empezar a cantar a pleno pulmón.
La carretera estaba tranquila, demasiado para ser un viernes noche, suponíamos que la gente saldría, pasada la madrugada, teníamos la carretera para nosotros solos, entre nuestros canturreos íbamos siguiendo nuestro camino. No tardemos en llegar, a la gran playa, donde era invitación de aquella fiesta. Ya muchos estaban allí, habían encendido una gran hoguera, varios focos iluminaban el lugar. Aparquemos, donde encontremos, ya que todo estaba custodiado, por los invitados llegados. Se escuchaba música a toda potencia, alguien abría llevado un radio CD, este ya estaba trabajando, al igual, de quien repartía la bebida, alcohólica o no, él estaba para servir.
- ¿Ves a tu chica? –me preguntó Charlie.
- No, aun no, -me fijé mejor, pero nada, la respuesta era la misma.
- Pues búscala, encuéntrala y declárate –me aconsejo. ¡como si fuera tan fácil! –mira allí anda Kate, te dejo Robi ¡suerte! –Kate era su chica, ya hacía más de dos años que salían, la verdad les iba muy bien, a mi Kate, me caía muy bien, al igual que al resto de la familia, se hacía querer; era alta, delgada, pelo largo, liso y negro, sus ojos, bien grandes y hermosos, también negro noche. Ella me saludo, con una sonrisa, yo se los devolví, debía buscar, a mis amigos y a Dina, debía actuar, antes que el tiempo se agotara.
- ¡Ei tío has venido! –recibí una palmada en la espalda de Jan, acompañado de Drake; no muy alto, delgado, pelo rizado y negro, con gafas, John; moreno de piel, ganaba en altura a todos nosotros, claro que también era robusto, le encantaba comer, sobretodo los pastelitos de crema, su pelo era castaño, tirando a morenos, y sus ojos claros, también tenía una mancha de nacimiento, algo abultada en el cuello y Cristopher; era el más bajo de todos, su delgadez, no se diferenciaba, pelo castaño, ojos marrones.
- ¿Preparado para ligarte a Dina? –me preguntó Jan.
- No sé si seré capaz… -me entraron todos los miedos sin aviso.
- Claro que lo serás, eso es pan comido –objetó John –y hablando de panes, me voy a buscar otro bocadillo, se alejó de nosotros.
- ¿Y si no le gusto? ¿y si me dice que no?
- ¿Como te va a decir que no? No digas tonterías ¿no te has fijado que en clase no te quita los ojos de encima? –me preguntó Cristopher.
- ¿En serio? –no pude evitar sorprenderme, no fui el único, ya que Drake repitió la pregunta.
- ¿Tu tampoco Drake? ¿Se puede saber, que haces en clase, para no enterarte, de algo tan obvio?
- Escuchar al profesor, ahora entiendo porque no apruebas nunca, estas pendiente de todo menos de las clases.
- Uno tiene que estar informado, para gente como vosotros, que sois los últimos enterados.
- ¿Pero es en serio? ¿ella me mira? –no podía mas, tenía que asegurarme.
- ¡Claro que es verdad! ¿Sino por qué ahora te está mirando?
- ¿Me está mirando? ¿Dónde? –no podía evitarlo, mi corazón se disparó, bombardeaba a 100 por hora, la miré ¡era cierto! ¡me estaba mirando! ¡me sonrió! Estaba con unas amigas, hablando, pero aun y así ¡me miro y sonrió! –¿qué hago?
- Tienes que ir hablar con ella –me empujaban entre todos.
- ¿Y qué le digo? –tenía la mente en blanco, no quería hacer el ridículo.
- Cualquier cosa –¿cómo que cualquier cosa? ¡no podía decir cualquier cosa a esa princesa! Pude ver, como sin dar un paso me acercaba a ella, todo por la fuerza, de estos hombres, ahora no solo ella me miraba, también sus amigas, me miraban con ojos amistosos…
- Bueno Dina… nosotras vamos a por algo de beber –se apresuraron sus amigas.
- Esperar chicas os acompañamos –se apuntó Cristopher, junto con los demás –por un lado estaba deseando quedarme a solas con ella, pero por otro…. ¿Qué le iba a decir? Mi corazón latía con fuerza, mucha fuerza.
- Bueno… ya se han escapado –no se me ocurrió nada mejor que decir. Muy bien Einstein, di algo más inteligente. Hablo mi mente. Se sentía la incomodidad en el aire –bueno… yo…
- Me gustas mucho Robi… -no podía creer lo que sus labios pronunciaron, esos suaves labios, de rojo de carmín.
- Ah, gracias… ¿de verdad? –no me lo podía creer.
- Te encuentro muy guapo, la verdad eres simpático y divertido –me besó en la mejilla, un beso como ella, suave y dulce, que me dejo anonadado – ¿damos un paseo? –me ofreció su mano, de ella salía, un aroma a rosas. Le entregue la mía con una sonrisa tímida, su postura fue la misma. Con timidez, iniciemos camino. Miré hacia atrás, allí estaban Jan y los demás, felicitándome desde la distancia.
Nos sentemos cerca del mar, en la arena, los dos solos, alejados de los demás invitados, hacía una noche bonita, sin nubes, sin frío, solo una suave brisa que se agradecía. No hicieron falta palabras, solo una mirada, para que nuestros rostros se acercaran, notando, mi corazón, como bombeaba con fuerza, algo me decía, que el suyo era igual, ya que cogió mi mano con la suya. Le temblaba.
- ¿Tienes frío? –otra pregunta idiota fue la mía.
- Un poco –pero yo sentía que era más que eso, estaba tan nerviosa como yo.
- Puedo abrazarte –yo no quería hacer nada sin su permiso, ella no dijo palabra, solo afirmo con un gesto de cabeza, se recostó sobre mi hombro. Era el momento más feliz de toda mi vida, un momento que no quería que para nada acabara. Contra más pronto lo deseaba mas pronto se deshacía.
- ¡Al fin te encuentro! ¡Tenemos que irnos a casa! Mama me ha llamado, en poco ¡estará en casa! Está preocupada por ti, dice que ha llamado al fijo de casa que no le contestas, se piensa que te ha pasado algo ¡tenemos que irnos ya! Yo le he tranquilizado que debías estar en el baño, pero no se lo ha creído y va para allá… ¡vamos, despídete que nos vamos ya! –sí, exactamente, la voz escandalera era de mi hermano.
- Espera un segundo porfa, déjame despedirme –era consciente que nos estábamos jugando el cuello los dos, pero no podía dejar a Dina así –bueno… Dina lo siento… pero…
- Tienes que irte –ella se adelantó.
- Así es… lamento dejarte así, me hubiese gustado acompañarte a casa… –mis palabras fueron sinceridad.
- No te preocupes mis amigas lo harán, tu ve que tienes prisa –su voz no sonó molesta, sino dulce, como toda ella.
- Gracias –me iba acercar a ella, para besarla en la mejilla, pero ella se adelantó ¡y me beso en los labios! Fue un beso corto pero apasionado, hasta mi hermano, quedo sin palabras.
- ¡Venga, debemos irnos ya! –me arrastró a él, sosteniéndome del brazo.
El coche iba a gran velocidad, a más de lo que permitían en esa carretera. No estábamos solos, había varia gente en ella, formando una gran caravana.
- ¡Venga vamos tirar, que no tengo todo el día, que tengo prisa! –yo no dije nada, pero lo que estaba pidiendo Charlie, era imposible, estábamos en un buen colapso, pero eso a Charlie, no le importaba, cuando se le metía algo en la cabeza, hasta que no lo conseguía no se detenía, aunque para eso, tuviera que saltarse, unas cuantas reglas.
- ¿Qué estás haciendo? –pregunté observando cómo intentaba colarse entre varios coches.
- Tenemos que llegar a casa –por suerte los vehículos empezaron andar, pero esa no fue razón, para que Charlie dejara sus locuras aparcadas….
El velocímetro, subía como la espuma, la verdad daba miedo verlo. Mis ojos se hicieron dos naranjas, sin poder evitarlo. Charlie adelantaba a todo el mundo, ya estuviera en continua o no, no respetaba los pasos de cebra, ni tampoco los semáforos en rojo.
- ¡Baja un poco la velocidad, estamos yendo muy deprisa! –exclamé.
- ¿Pero qué estás diciendo? ¡Te recuerdo que me estoy jugando el cuello por ti!
- ¡Pero nos vamos a matar! –veía mi muerte en cada esquina.
- ¡¿Qué dices?! ¡Nadie se va a matar, confía en mi enano! –unas sirenas, la policía andaba cerca.
- ¡los del vehículo! ¡Paren el coche! –se escuchó por megafonía.
- ¡Es la poli, debes detenerte!
- ¡Ni hablar, que no tengo pasta para pagar la multa! –ahora sí que estaba convencido, a mi hermano se le había ido la cabeza, ¿pero qué decir? Para él solo era un enano. Suspiré con profundidad, cerré los ojos, me agarre con fuerza a la guantera, y recé en silencio. Notaba como los coches, nos pasaban rozando, escuchaba, las bocinas y los gritos desesperados, de los vehículos y sus conductores. La policía nos alcanzaba, pero Charlie, ganaba velocidad….
- ¡¡¡¡Charlie cuidado!!!! –grité a pleno pulmón al ver que un coche se nos venía encima…
No hay comentarios:
Publicar un comentario