domingo, 19 de julio de 2020

Mentira tras el cristal: Capítulo 7



Los ojos de Ruth, se abrieron como dos naranjas, al sentir esas palabras. ¿Había sentido bien? ¿había escuchado la palabra devolver? Para ella era la peor forma que poseía para echar lo que tenía en su estómago. Pocas veces se ponía enferma con ese desagradable síntoma, pero cuando lo hacía lo pasaba estriadamente mal, dos horas bien buenas pasaban antes de poder desahogarse.

  • ¿Qué? Creo que no he sentido bien ¿has dicho echar todo lo que me metido? –preguntó asustada, siendo arrastrada por el brazo por su prima, que la conducía al baño.
  • As escuchado perfectamente, como no vas a engordar quilos, si te has engullido todo lo de la nevera, si tu quieres ser animadora, no puedes hacer esto, pero ya lo has hecho, así que cada acto, tiene su responsabilidad.
  • ¡No me puedes hacer esto Rackel, no soporto devolver, lo paso muy mal sabes, no, no puedo! –suplicaba Ruth dando pasos forzados, intentando librarse de esas manos, que impedían su libertad.
  • Lo siento primita… ¿tu quieres continuar en el grupo verdad? –le preguntó sin dejar de andar con su brazo cogido.
  • Sí, claro que si, ahora que me están aceptando aun mas –respondió Ruth con tartamudez, se notaba la voz cada vez más débil, todo su cuerpo estaba empapado de su propia agua –¡pero tiene que haber otra forma! ¡por favor!
  • No primita… has sido mala, por eso tendrás tu castigo merecido, sino ellas se enterarán y no tardarán de echarte de patitas en la calle –la empujó, viendo cómo caía de rodillas en el suelo, apoyándose en el bidet para evitar daños mayores.
  • ¡No por favor!
  • ¡Vomita! –gritó, viendo como empezaba a incorporarse, para hacerlo. Ruth miró el hondo del váter, ya sin evitarlo le entró una arcada -Lo ves, como esto te ayuda –Ruth volvió a mirar en la profundidad, alzo la vista al frente, poniéndose en pie, disimuladamente intentó salir del baño, pero el cuerpo de Rackel se lo impedía con sus brazos de punta en punta en el marco de la puerta.
  • ¡¡Nooooo papa, mama!! ¡ayudarme! –gritó sacando la cabeza fuera del baño. Rackel se sobresaltó, pero al cabo de un rato, al ver que nadie iba se relajó produciendo una carcajada.
  • ¡Vomita! –le ordenó Rackel empujando la cabeza de Ruth hacía el interior del WC.
  • No, ¡déjame por favor! –cerró fuertemente sus ojos con pudor – ¡yo no sé hacer esto, yo no puedo hacer esto!
  • Tranquila primita, yo te enseño –se arrodilló a su lado, con voz suave y dócil –te será difícil la primera vez, pero después ya cogerás el truquillo ya lo verás, fíjate en mí… -la primera acción que transmitió es sacarse, su largo cabello dorado a un lado, arrodillándose frente al váter, cogiéndose de las tapas. Ella misma, se auto impulsó a la arcada, con ambos dedos, metidos en la boca hasta la garganta. Ruth no pudo evitar mirar hacia otro lado, con repelús, notando un escalofrío por todo el cuerpo. Poco a poco fue advirtiendo como el cuerpo de su prima, se convulsionaba, con una tos típica cuando estas a punto de devolver, y así fue como no tardó en echarlo todo. A Ruth, le fascinaba la rapidez que había desahogado todo, pero no compartía esa forma de actuar –lo ves tampoco es tan difícil, ahora tu –le aclaró tras refrescarse la cara. Ruth volvió a mirar el agua de baño, ya limpia tras tirar de la cadena, negando con la cabeza.
  • No, no puedo –repitió.
  • Sí, sí que puedes –la convenció Rackel obligándola, a meterse los dedos hasta el fondo de su garganta. Lágrimas empezaron a desprender de sus ojos, y un sudor bien frio empezó a deslizarse por su cuerpo.
  • ¡Basta por favor! –suplicó entre lágrimas.
  • ¡No! –le obligó a meterse los dedos bien al fondo, provocando más de una arcada, pero no le era tan fácil llegar al vomito.
  • ¡Venga más fuerte con más velocidad! –le grito, el corazón de Rackel no se ablandaba ante la desesperación y el sufrimiento de su prima, más bien le divertía.

Más de una hora estuvieron así, cuando al fin una buena cantidad de vomitado salió de la boca, de Ruth.

  • Muy bien primita así se hace, buen trabajo –le dio dos palmadas en la espalda. Le ayudó a limpiarlo todo, ayudándola a volver a la habitación, para al fin descansar. Ruth, no tenía fuerzas ni para discutir, había acabado exhausta, en cuanto cayó en la cama, se quedo dormida, con lágrimas aun cayendo por sus mejillas.

Los rayos de sol se esforzaban por traspasar la persiana cerrada que impedía el camino directo. Unos golpecitos en la puerta despertaron a Ruth, que se remoloneaba por las sabanas, sentía dolor de cabeza, y su estómago revuelto produciendo diferentes sonidos

  • Hola cariño ¿cómo te encuentras? –asomó la cabeza Loren, con ella llevaba una bandeja con el desayuno especial de su hija.
  • No muy bien la verdad ¿Dónde está Rackel? –preguntó buscándola con los ojos medio cerrados, por la habitación.
  • Ha salido, se ha ido a la playa con sus amigos, ha sido ella que nos ha avisado que no habías pasado buena noche –se sentó a un lado de la cama, ayudándola a sentarse, apoyándole la bandeja en sus piernas arropadas por la sabana.
  • ¿A si? ¿Qué os ha dicho? –se interesó intentando comerse una tostada de pan integral, con aceite y una loncha de pavo, pero su estómago no la acompañaba.
  • Que algo de la cena no te había sentado bien, que te habías pasado parte de la noche vomitando –expresó. Ruth la miró incrédula –también nos ha dicho, que nos llamaste a grito.
  • ¡Cierto! ¿Por qué no vinisteis? –exclamó Ruth, con ambas manos en su tripa a causa del malestar.
  • Lo siento cielo, es que los vecinos no se que hacen por las noches, que se escucha un jaleo impresionante, desde hace un par de días, ya nos ponemos unos buenos cascos, con música de fondo –explicó avergonzada por no hallar el S.O.S. de su hija.
  • Pos también es casualidad –protestó Ruth.
  • Tu tranquila cielo, desayuna con calma, que no te vamos a dejar.
  • No, no tengo apetito, te puedes llevar la bandeja –dijo sin vacilación Ruth, echando a un lado ese estrié.
¿Cómo as dicho? ¿tienes fiebre? –se sorprendió Loren, de pie con la bandeja entre sus manos –ahora mismo te traigo el termómetro –puso su mano en la frente de su hija.

Ruth se sentía más mejorada de su estomago, recostada en su cama, le empezaba apetecer lo que le había ofrecido su madre, pero al mismo tiempo sufría, por si volvía su prima, le obligaba por segunda vez echarlo todo, no quería repetir la experiencia de la noche anterior, así que le pidió a su estómago paciencia. El reloj marcaba las cinco menos veinte de la tarde, Ruth, medio adormilada, medio despierta, sintió como llamaban la puerta.
  • Pasa mama –dijo convencida, apoyando la cabeza en la almohada.
  • No somos ninguno de tus padres, ¿se puede pasar igualmente? –preguntó una voz conocida. Ruth alzó la cabeza.
  • ¡Claren, Dan! ¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis entrado? –se sorprendió Ruth con alegría.
  • Le hemos dejado entrar nosotros –entraron detrás Loren y Jack.
  • ¿Vosotros? ¿pero mi castigo? –preguntó sin entender nada.
  • Con una semana, creemos que ya has tenido suficiente –comenzó Loren.
  • Te hemos visto bien arrepentida, hemos decidido que ya estaba bien –finalizó Jack.
  • Eso sí, no lo vuelvas hacer mas, ni cibersexo ni culpar a Rackel, cuando tu eres la única culpable, aprende a responsabilizarte de tus acciones, porque sino el castigo será mucho peor.
  • Vale, lo prometo –aseguró sin saber muy bien porque lo hacía ya que ella no tenía nada que ver con todo aquello.
  • Estaremos abajo por si nos necesitáis, ¿queréis merendar algo chicos? –preguntó Loren, observando a Claren y Dan –os puedo traer unos pastelitos y refrescos si os apetece.
  • No hace falta señora Parcker, gracias –respondió Claren amablemente.
  • No tan rápido –interfirió Dan –yo estaría encantado con esos pastelitos que dice, y una coca cola bien fresquita, si no es mucha molestia claro –acabó demostrando.
  • ¡Pero qué morro tienes! –le encaró Claren de brazos cruzados.
  • Claro que no es molestia, enseguida te lo traigo Dan –no pudo evitar reírse Loren –y tu Ruth, ¿te apetece alguna cosa?
  • No mama, aun tengo el estómago algo revuelto –le informó Ruth. Claren y Dan la miraron atónitos.
  • Como quieras, si cambias de parecer avisa –finalizó antes de marchar con su esposo, no tardo en volver con la merienda, saliendo nuevamente, dejando la puerta cerrada.
  • ¿Cómo es que te ha sentado mal la cena? –se interesó Claren.
  • No me sentó mal la cena –dijo bajando el volumen de su voz, aproximándose a sus amigos…
  • ¡Será mala pécora! –exclamó Dan tras meterse un pastelito en la boca.
  • ¡No le puedes consentir que se salga con la suya, tienes que decirle la verdad a tus padres!
  • ¡Qué más quisiera! La toman como un ángel y no quieren ver, el diablo que realmente es.
  • Pues contraataca tú, te tiene chantajeada por el equipo de animadoras, deja el equipo, ya no tendrás nada que perder –le aconsejó Claren.
  • ¡Ni hablar, toda mi vida he querido ser del equipo de animadoras, siempre me han dado largas, ahora que por fin me han hecho caso, no pienso dejarlo, menos por esa impresentable! –arqueo decidida.
  • ¡Pero te está costando la vida! Hay cosas mucho más importantes que ser animadoras, por favor Ruth, déjalo –le suplicó Claren cogiéndole de la mano.
  • ¿¿Cosas más importantes?? ¡Es mi mayor sueño, yo no veo nada más importante, pero ya veo que ni te importa! -se soltó de su amiga disgustada, doblándose de brazos.
  • Claro que me importa –dio un profundo suspiro Claren, intentando volver a coger la mano de su amiga –va no nos peleemos, solo queremos que estés bien. Hubo un minutos de silencio incomodo.
  • Claren ¡las engradas! –vocalizó Dan con toda su boca repleta de pastelitos.
  • ¿Las que? –preguntó Claren, sin entender nada.
  • Las entradas –repitió tras tragarse lo de la boca.
  • ¡Es verdad, ya no me acordaba!
  • ¿Qué entradas? ¿de qué habláis? –se interesó Ruth.
  • Unas del Canto del loco, que viene para acá en quince días –dijo disimuladamente, como si no tuviera importancia abanicándose con estas –pero como no me consideras tu amiga, pos, quizás no te interesé… -desviaba la mirada hacía el otro lado.
  • ¿Eh? ¿Quién ha dicho eso? ¡claro que me interesa! Si me queréis claro… –dijo avergonzada.
  • No se… no se… ¿la queremos Dan? –ambos se miraron con complicidad, una carcajada salió de sus bocas – ¡pos claro que si tontorrona! –se abrazaron fuertemente los tres amigos. La puerta se abrió.
  • Ten Ruth, aquí tienes tu móvil, te telefonea Codi para no perder la costumbre –dijo Loren, con una amplia sonrisa, tirando a su hija el artefacto, en el que ella lo cogió sin problemas. Su chico iba con ellos al concierto, al igual que John.

Ruth descontaba los días con ansiedad, no solo por el concierto, sino también de los que faltaba para que Rackel desapareciera de su vida. Seguía Yendo a ese ayudante anti tabaco, sabiendo bien que no era ella, quien debía sentarse en ese sillón a escuchar. Él la creía sobre todo cuando organizó una entrevista con Rackel, pudo notar la gran falsedad de esa joven, por mucho que se lo transmitió a sus superiores, estos, no le creyeron que todo era una película de Ruth. Así que aparte de soportar las charlas de sus padres, Ruth Parcker tenía que seguir respirando bajo humo. No le dirigía la palabra a Rackel, pero a esta no le importaba, seguía fumando y en su propio mundo, vivían en la misma casa, pero como tales desconocidas. Ella veía como a media noche, cuando sus padres dormían profundamente, Rackel, se levantaba a hurtadillas, sentándose frente al ordenador a practicar cibersexo con su amigo. En más de una ocasión, se levantó con curiosidad, escuchando los gemidos, detrás de la puerta. Le producía gran repelús, esa hubiese sido una gran forma de hacerla devolver, ya que las arcadas, le venían por si solas, no tardaba en correr a la habitación, con anguina en su rostro, tardando en volver a conciliar el sueño, fingiendo que dormía cuando entraba en la habitación.

Llegó el día tan esperado, quince de agosto que era el de el concierto. Hasta las diez de la noche, no empezaba, pero nuestra protagonista tres horas antes se encerró en la habitación, para arreglarse, peinándose, con una larga cola de caballo, maquillándose, con pintalabios rosado en sus labios, rímel azulado en sus ojos, algo de colorete carne. Llevaba una camiseta de tiras blanca, que le iba bien apretada y unos tejanos bien ajustados.

  • ¡Estas preciosa! –exclamó Codi, al llegar junto a su primo, Claren y John –como siempre, pongas lo que te pongas, te encuentro igual de fantástica.

Tras escuchar las advertencias de Loren y Jack de los peligros que podría ha ver, partieron para el lugar indicado, asegurándose que su prima, estaría en la playa de fiesta, sabía ni que nada ni nadie, le fastidiarían los planes.
El estadio estaba cubierto, era un polideportivo, con una gran amplitud e anchura. Problemas tuvieron para aparcar en ese parquin de tres cientas plazas, ya que pocos sitios habían libres. Caminaron en medio de esa aglomeración, con paso lento. Al fin llegaron frente al vigilante, dándoles las entradas, dejándoles el camino libre. Miraron sus asientos, eran la cuarta filera, estaban bien apretujados entre gente, pero aun y así, se sentían libres, para pegar saltos entre gritos. Se apagaron las luces, encendiéndose las del estrado, saliendo Dani Martín, con una camiseta colorada y unos tejanos ajustados, se notaba, que se acababa de rapar el pelo, haciendo presentaciones, de uno en uno de todos sus compañeros, dedicando una de las típicas frases empezando el concierto, con ayuda de su público. A las doce los cantantes se despidieron, dedicando un fuerte aplauso a su público. Ruth, salió de allí con una sonrisa bien amplía, bien feliz tras tantos días de encierro, en aquella salida, tan grande y distraída.

  • Aquí al lado hay un bar, ¿os apetece comer algo? –preguntó Dan, sin quitar el ojo al Fast Food, que salía un aroma, a todo definido como comida basura. Claren le dio un codazo, echando una mirada a Ruth.
  • Ups… lo siento Ruth –se disculpó avergonzado con la cabeza baja.
  • No pasa nada, tranquilo Dan, yo también tengo hambre, al igual que todos seguro –transmitió, mirando a todos sus amigos, con una débil sonrisa –ir a comer, yo ya marcho a casa dando un paseo, no está muy lejos.
  • ¿Tu sola dices? –preguntó Claren preocupada.
  • Sí, no me pasará nada, tranquilos
  • Yo te acompaño preciosa –dijo Codi.
  • No, ves a comer una hamburguesa con ellos, no me hagas sentir culpable –le expresó Ruth.
  • No, no que va, para nada, no te sientas responsable, estoy cansado, quiero irme ya a casa, y si puedo acompañarte mejor, así podré estar más rato contigo, y además me quedaré más tranquilo.
  • Buena idea y nosotros también –respondió Claren.
  • Bien, como tú quieras corason –agradeció Ruth, dándole un suave beso en la mejilla. Ambos enamorados se cogieron de la mano tiernamente, empezando a caminar.

Tras despedirse de Codi, se dirigió sin hacer ruido a la cocina, sentía, como su estómago reclamaba, cada vez con más intensidad. Abrió la nevera, todo tipo de delicias aromáticas y visuales se entrometían por el medió. Ruth no se decidía, sus pupilas corrían de un pastel de crema a un pollo frito, sino unos macarrones gratinados, tal como a ella le gustaban… Su subconsciente le ordenaba que lo cogiera, y se hartara de comer. Su lógica que fuera fuerte, que debía vencer las tentaciones, ya que si no se iba a repentir. Cuando fue consciente, pudo observar, como su brazo se esforzaba por adentrarse en la nevera, su otra mano, le dio una palmada, cerró fuertemente los ojos, negando varias veces, desvió el brazo a la derecha, cogiendo la ensalada sobrada del mediodía. Se preparó un vaso de agua, lo más fría que pudo, empezando a pegar bocados, al pepino, al tomate y la lechuga arregladas con aceite y vinagre. Se lo empezó a meter en la boca con lentitud, pero sin ser consciente, fue augmentando la velocidad. Se sintió la puerta de la calle como se cerraba, no tardo en aparecer la figura de Rackel jugando con las llaves que tenía en sus manos.

  • Hombre primita, ¿ya has llegado de tu concierto? A sido una pasada la verdad, que voz que tiene Dani Martín, y ese pedazo cuerpo, con esa camiseta ajustada colorada, con esos tejanos, estaba para comérselo y aun mas, con el pelo rapado –dijo felizmente. Ruth levantó lentamente cabeza del plato.
  • ¿Cómo sabes tú la ropa que llevaba, y aun mas que su cabeza, estaba recién rapada si estabas de botellón en la playa? –le preguntó, mirándola de reojo, desconfiada.
  • ¿De botellón dices? Bueno si, ese era el plan desde un principio, pero un colega, tenía entradas para el concierto, para allá nos hemos ido, es más hemos estado, al lado todo el tiempo –se sacó de su bolso una gorra, y unas gafas de sol, situándoselas en sus respectivos sitios, mostrándole a Ruth, la misma imagen, que la misma persona que tenía a su lado en el concierto, pegada a ella como una lapa – ¿me reconoces ahora? –dijo formando una carcajada. Ruth, respiró profundamente por mantener la calma para no explotar en un ataque de histeria. Tras volver abrir los ojos, se metió un trozo de tomate en la boca –ha sido un gesto muy valioso volver a casa dejando que los demás vayan al Burguer, y tu chico, pedazo culazo que tiene, me lo comería enterito –dijo, pensando en el novio de su prima, comiéndoselo con la mente.
  • ¡A él ni tocarlo! ¡te advierto que como intentes algo, te la verás conmigo! –le amenazó, con un dedo señalándola, con la mirada clavada en sus ojos, tras ponerse en pie.
  • Tranquila primita que nunca haría nada que te perjudicara –se defendió Rackel tirando su cuerpo para atrás con sus manos por delante defendiéndose.
  • Y yo soy tonta y me chupo el dedo, tú me odias tanto como yo a ti –volvió a sentarse, en la silla para seguir con su ensalada –si me callo tantas cosas que me callo, es por el hecho, porque sin ti no me aceptarían en el equipo de animadoras, son tan farsantes como tú, buscan lo perfecto, y desechan lo que no lo sea, sin ni siquiera dar una oportunidad.
  • Qué bien te lo sabes primita, y sabes, me siento muy orgullosa de ti –dijo abriendo la nevera, observando en el interior –te estás esforzando e poniendo fuerza de voluntad, con las delicias que hay en la nevera, y as cogido la ensalada, eso se merece una recompensa si señor –arqueo, cogiendo un plato, con pastel de carne, olfateando, el aire con delicia –ya que tu lo has dejado, ya me lo comeré yo –aposentó su trasero, en un asiento, al lado de Ruth.
  • No puedes hacer eso, tienes que seguir el régimen igual que yo, sino las chicas te echaran, aunque si es eso lo que quieres, no me opongo, me darías una alegría –le recordó sin darle importancia, siguiendo con lo suyo.
  • Nadie me va a echar, porque yo controlo, déjame comer, y después verás –le guiño un ojo, comiendo tranquilamente. Al terminar ya hacía rato que Ruth, estaba fregando algunos cubiertos, que habían ensuciado, en el aquel rato. Esta se levantó salió de la cocina, volviendo con una bascula –me han ordenado, que te controle el peso y les tenga informados.
  • Y si me niego ¿qué pasa? –preguntó con desgana.
  • Tu misma, pero bien sabes que cariño no te tienen, no tardaran en ponerte de patitas en la calle, en otras palabras, bye, bye a tu sueño, ya que nadie más te dará una oportunidad como esta –dijo haciendo mueca despidiéndose con la mano.
  • Bien, yo no tengo que esconder nada, a diferencia que tu –dijo arrebatándole la bascula, subiéndose en ella. Para sorpresa de ella, esta marcaba unos quilos más. Sus ojos se abrieron como dos naranjas –como es posible… yo he seguido el régimen no he vuelto atracar la nevera a media noche… yo no… yo no lo entiendo… -dijo asustada mirando a su prima.
  • Lo sé, lo sé, lo siento mucho primita… -iba directa abrazarla.
  • ¡No me toques! ¡las dos sabemos que tu estas disfrutando! –se apartó bruscamente Ruth.
  • ¿Eso qué más da? No te van a sacar los quilos que te sobran y a las chicas no les va hacer ninguna gracia, no dudarán en echarte, yo ya no puedo ayudarte –le recordó. Rackel pudo leer el miedo en los ojos de Ruth –aunque aún hay una solución –dijo pensativa.
  • ¿Cuál? –preguntó temerosa e desconfiada.
  • Buffffff, yo también he comido demasiado ¿sabes? Esta vez lo haremos juntas… devolveremos de una misma vez –dijo arrastrándola del baño.
  • ¡No otra vez no, por favor! –suplicó Ruth
  • Tranquila primita, esta vez no lo harás sola, yo estaré contigo he te será más fácil –la arrastró hasta el baño, ignorando las súplicas de sus prima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las novelas largas de Vanesa Ruiz García.... Segunda parte.......

4.- Robi: Historia de un joven con discapacidad Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Cap...