Un hospital dejado atrás. Otro más. Para Aron no era una novedad, más bien era ajeno. Desde los tres años, muy seguido se encontraba en ese lugar, cuando su corazón comenzó a dar señales de fallida. Los médicos no entendían como, pero una de las bombas que se dirigían a su corazón actuaba con dificultad, eso responsabilizaba que no le llegaba suficiente sangre a ese órgano, que bombardeaba con aprieto. A causa de eso, este chico; bajo, fuerte, su pelo rubio casi blanquecino, sus ojos color miel y Aroa su madre; baja, delgada, ojos color miel, pelo castaño, largo y rizado, se pasaban más tiempo en ese establecimiento que en su casa. Terry el padre de Aron, no aguanto la presión, abandonando su familia he hogar sin dar señales de vida ya mas, cuando Aaron apenas tenía cinco años….
Pero aquella despedida era distinta, era la definitiva, tras de años de tratamiento al fin diagnosticaron el final, no había ningún tratamiento para su enfermedad. Su corazón estaba débil, muy débil, ya los médicos hicieron todo lo que la tecnología les había enseñado, que gracias a eso Aaron aun estaba vivo, pero eso ya se acabó. Los médicos fueron claros al reunirse con madre e hijo y informándoles, que si seguían en esa misma línea de medicamentos, y transfusiones de sangre, su corazón aguantaría menos que sin ellos. Ya que a tantos años de insistir, su corazón ya andaba más débil que el remedio que le podían dar. El doctor encargado de su caso le aconsejó que en Alemania tuviera más posibilidades que Estados Unidos de poder seguir adelante, sin miedo a que el corazón deje de latir. Ambos se animaron enormemente al escuchar la posibilidad, pero esa alegría duro bien poco al escuchar, la cantidad de dólares que deberían tener y no poseían, aparte había otro pero, y es que, las posibilidades que salieran bien, eran bien mínimas, no se quedaría en quirófano, pero si había un noventa por ciento de que se quedara como un vegetal…
Ahora Aaron miraba a través del cristal trasero como ese hospital –que había pasado tantas horas ahí dentro, ya él lo consideraba su segunda casa, y muchas veces, pasaba más que la primera –quedaba atrás, cada vez era más dificultad distinguirlo con la velocidad del vehículo.
Aaron recostó la cabeza en su asiento, suspirando profundamente. Mucho habían hablado su madre y él sobre el tema, aun no se habían puesto de acuerdo. Aaron se negaba operarse sabiendo el porcentaje tan grande que había que se quedara como un vegetal. A Aroa eso era lo que menos le importaba porque gracias a esa operación ya era asegurado que no tendría que enterrar a su hijo.
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Aaron tenemos que hablar y tú lo sabes –le dijo Aroa, mirándole por el espejo retrovisor de dentro.
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No mama, no me pienso operar tú lo sabes, por mi parte esta conversación está terminada –fue la contestación de Aron. Aroa dio un largo suspiro de impotencia. En cuanto salieron del coche, Aroa quiso volver a restablecer la conversación, cogiéndole del brazo, pero Aaron se dejó ir, sin dirigirle la palabra, encerrándose en la habitación.
Aquella cena fue de lo mas incomoda y tensa. Madre e hijo apenas se dirigieron la palabra, excepto para lo necesario.
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Ya he terminado estaré en mi cuarto –se levantó Aaron, recogiendo sus cubiertos encaminándolos dentro de la pica.
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Espera Aaron tenemos que hablar –Aaron se dio la vuelta, viendo una mirada suplicante en los ojos de su madre. Tras un largo suspiro hecho marcha atrás, volviéndose aposentar en ese mismo asiento en el que hacía tan poco segundos se encontraba sentado.
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No me pienso operar mama –dijo, antes que su madre empezara con el discurso que él tanto conocía.
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Aaron por favor escúchame, se que hemos hablado mucho del tema, sé muy bien lo que opinas, solo quiero decirte mi opinión –le expresó cogiéndole una mano con fuerza.
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Mama, ya la conozco bien…
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Shttt, déjame hablar por favor –le interrumpió Aroa, posando dos de sus dedos en los labios de su hijo. Ella le sonrió agradeciéndoselo, sin necesidad de palabras –entiendo que no quieras operarte, que no quieras acabar como un vegetal posado en una cama las veinticuatro horas del día, para el resto de tu vida, pero ahora te pido que hagas un esfuerzo y me entiendas tú a mí. A mí no me importa tenerte que cuidar día y noche, para el resto de mis días, te lo aseguro. Pero no me pidas lo más duro para una madre; enterrar a su hijo. Por otro lado… el doctor nos dio una posibilidad para que todo saliera bien, es muy pequeña lo sé, pero la hay.
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¿Qué te hace pensar que todo va a salir bien? Nuestras vidas no son un camino de rosas precisamente
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Porque lo siento en el corazón, tengo una sensación, algo que me dice, que vale la pena.
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Entiendo tu punto de vista, entiendo que como madre quieres lo mejor para mi, no quieres que me pase nada malo, aun menos enterrarme, pero piénsalo ¿Qué clase de vida me espera estirado en una cama totalmente como un vegetal? Pregúntate ¿eso es realmente vida? ¿Cuánta gente en esa situación piden que les ayuden a morir? Mucha más de la que creemos, no mama, yo no quiero hacértelo mas difícil suplicando que me mates.
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Entiendo –acepto Aroa con la cabeza baja.
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Mama tampoco sería justo para ti, tendría que depender todo el día de tu persona… sí ya sé que no te importa –no tardo en decir, antes de pasar la palabra a su madre, que ya tenía la mirada pensativa, y estaba convencido, que ya tenía los vocablos idóneos para seguir –pero a mí sí –le cogió la mano, mirándola con ternura –ya bastante te ha castigado la vida, para echarte esta carga mas, no te lo mereces mama, no te lo mereces.
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He pensado otra cosa... déjame hablar por favor, no es nada de lo que piensas –ahora fue Aroa quien lo interrumpió –vayamos a Alemania, hablemos con los médicos, y si nos dan el mismo porcentaje que los médicos de aquí, no insistiré mas de que te operes, te lo prometo –vio como una sonrisa se le dibujaba en el rostro de su hijo –pero… si el porcentaje de vida es bastante alto… tendrás que operarte –observo a su hijo pensativo.
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Trato hecho –acabo diciendo estrechándole la mano, con una sonrisa.