viernes, 16 de diciembre de 2011

Cristy; Capítulo 8-2

Lejos de allí, en el centro de menores, Cristy, entraba en una celda con las esposas puestas, acompañada de una mujer de piel negra, llamada Jennifer algo rellenita, con un traje azulado con un moño, en su pelo. La puerta de esta se abrió Cristy entro, la mujer se quedo fuera, en el que le quito las esposas. Cristy miro a su alrededor, era un gran espacio, no había nada tan solo una tabla alta, a un lado, con una almohada de lo mas vieja, roñosa y una manta encima.
  • ¿Qué es esto? –pregunto Cristy con mala cara, señalando la tabla.
  • Es tu cama –le respondió la mujer mirándola a los ojos, con gran seriedad.
  • Es una broma ¿verdad? –dijo Cristy entre risas –eso es una madera súper dura, con cuatro patas, no tiene ni una mínima apariencia de cama, no tiene sabanas solo una manta.
  • ¿Me ves a mi cara de cachondeo? –dijo la mujer muy seriamente, cerrándole la celda –tu misma, si no quieres dormir ahí duerme en el suelo –le ofreció.
  • ¡Joder! –exclamo Cristy viendo que iba en serio – ¡un momento! –dijo viendo un pequeño y estrecho cuarto sin puerta con un retrete dentro de esa sala – ¿no me dirá que ese es el lavabo que tendré que ir para mear y demás verdad?
  • Pues claro que es ese, ¿tú ves alguno otro? –pregunto la mujer sin inmutarse, por dedicar una sonrisa.
  • Pero… pero no tiene puerta, estaré a la vista de todos –dijo Cristy, sin creer, lo que estaba oyendo.
  • Todas sois mujeres, no tienes porque preocuparte –le dijo la mujer.
  • Ya, pero no tendré intimidad ninguna, ¡yo necesito intimidad! –exclamo Cristy.
  • Pues as elegido el peor sitio para ello, haberlo pensado antes de querer hacer el loco –dijo la mujer girándose –yo niña me largo ya, no puedo perder el tiempo, con gente como tu, ya te traerán la cena –dijo la agente marchándose dejando a Cristy con la palabra en la boca.
  • Joder, que duro esta esto –dijo Cristy, en esa especie de madera que era su cama. Se tumbo en ella, poniendo su brazo encima de sus ojos, tapándolos del todo. Ella los cerró. Estaba muy cansada, horas la habían tenido de un lado para otro, desde la llegada al centro. Primero a una sala donde le hicieron un montón de preguntas, después a otra habitación donde le obligaron a quitarse todo lo que llevaba, menos el kimono anaranjado, tan horroroso que le correspondía, desde la llegada a comisaría. Allí en sus bolsillos, guardaba el tabaco, los porros, el mechero y con la llegada de ese centro de menores, le habían escorcollado toda, y le obligaron a entregar esos elementos tan valuados para ella. Solo la dejaron con ese kimono anaranjado, y una especie de pulsera amplía en su muñeca, en el que ponía su nombre. Bibi, Barbie y Bilma, apenas habían estado en camisería que sus familias con la cantidad de dinero que tenían habían conseguido chantajear a la policía y las habían sacado de allí, en cambió ella, no tenía oportunidad de escapar, todo porque su madre, no era tan rica ni capaz de chantajear como las demás. Sentía mucha rabia a ella, por no hacer un mínimo por sacarla, parecía como si disfrutara viendo como su hija sufría. En esos momentos sintió un odio increíble a ella. Sintió un ruido, sobresaltada se sentó.
  • Aquí te dejo, la cena –le dijo otra agente de piel blanca, pasando por las rejillas un planto con una especie de papilla.
  • ¿Qué es esto? –pregunto Cristy mirando el plato con asco.
  • Gachas –le contesto la agente –no tiene muy buena pinta, pero son saludables –le animo. Cristy la miró con rin tintín. Le metió una patada al plato que lo mando a la otra punta –bueno, tu misma, si no comes esto no tendrás nada hasta mañana.
  • ¡Prefiero, morirme de hambre, antes que comer esta porquería! –grito Cristy de mal humor.
  • Tu misma –dijo la agente. Justo después marcho.
Cristy suspiro, se sentó en el suelo con las rodillas dobladas, juntas, envueltas por sus brazos. Podía comprobar que sus tripas reclamaban ser atendidas con alimento. Miraba el plato con asco, se negaba a comer esa porquería.
  • ¡He tu! la que esta con la cabeza baja, si, ¡tu! –sentía Cristy. Ella busco con la mirada. Pudo observar en el celda de enfrente, a una chica. Parecía mas joven que ella, aunque estaba muy desmejorada y sucía. Tenía un pelo largo, rizado, sucio y grasiento. Su piel era del mismo parecer, estaba bien sucia por y grasienta. Parecía como si hiciera mucho tiempo que no se duchara ni un mínimo contacto con el agua.
  • ¿Que pasa? –pregunto Cristy, acercándose a las rejas.
  • ¿Te vas a comer ese plato? –le pregunto la desconocida.
  • No, yo no me como esa porquería –le respondió Cristy con angunia, mirando el plato.
  • Si no comes eso no te darán nada de comer, y seguro que estas hambrienta –le dijo la chica.
  • Eso no es asunto tuyo –dijo Cristy de mala manera.
  • Tienes razón –dijo la chica mirando al suelo. Estuvo un rato callada, sin decir palabras ninguna de las dos –perdona… -volvió a decir la desconocida –si estas tan convencida que no te la vas a tomar, ¿me la puedes pasar? Es que me he quedado con hambre, estas egoístas no me dan otra ración.
  • Es toda tuya –dijo Cristy de rodillas, pasando el plato de gachas entre las rejillas. La otra chica, también se arrodillo, alargando su brazo por la rejilla, con esfuerzo, para atrapar ese plato. Tras unos segundos de intentarlo, la muchacha, logro su propósito, atrapando esas apetitosas Gachas. Como desesperada empezó a comer sin espera ese apetitoso plato, tras la mirada sorprendida de Cristy.

Las horas pasaban lentamente. Eran mas de las dos de la madrugada. Cristy no podía dormirse por mas que lo intentaba, se sentía incomoda encima de esa madera, y la manta era corta, sus pies quedaban desabrigados, y esta en sí, no abrigaba mucho. Por otro lado, no dejaba de sentía hablar en alto, a su compañera de enfrente, de tanto en tanto levantaba la cabeza y podía ver como esta andaba de un lado para otro con los ojos cerrados, y a grito limpio <<lo que faltaba, es sonámbula>> pensaba desesperada Cristy. Por mas que intentaban las guardias hacerla callar no lo conseguían y la joven de diecisiete años estaba desesperada. Le entraron ganas de ir al baño, y no le quedo otro remedio que ir a esa especie, de vater.
  • Tía buena, ¿echamos un polvo? –sintió Cristy, cuando tenía todo bajado, a punto de sentarse en el vater.
  • Pero ¿tú de que vas? –pregunto Cristy a su compañera de enfrente, que le miraba su parte mas intima con los ojos como platos, decidiendo si sentarse en el lavabo, o pasar del tema y subirse todas sus ropas.
  • Me gustas las mujeres, tú estas buena ¿lo sabes? –le dijo, mirándola fijamente pasando su lengua por sus labios, guiñándole un ojo.
  • ¡No te acerques a mi tortillera! –exclamó Cristy subiéndose todas sus prendas a todas prisa, sin hacer nada de lo quería. Se volvió a tumbar en esa especie de cama, cerrando los ojos, en el intento de poder dormir, tras los gritos de esa chica lesbiana.
  • ¡Arriba, venga, despierta de una vez! –sintió Cristy.
  • Uhm… ¿qué pasa? Me acabo de dormir… -dijo Cristy desconcertada fregándose los ojos, uno medio abierto y otro medio cerrado, mientras la claridad de sol entraban por los barrotes de la celda, yendo de pleno a la cara de Cristy.
  • Ese es tu problema –le dijo Jennifer abriendo la celda –es hora de levantarse –le dijo situándose en la puerta, con los brazos cruzados, con una porra en sus manos, observando a Cristy.
  • ¿Ya puedo irme a casa? –pregunto entusiasmada Cristy, sentadose de repente en la cama.
  • ¡Que más quisieras tu! A la ducha, es donde te vas –le dijo Jennifer.
  • ¿¿A la ducha dice?? –pregunto Cristy sin creérselo –¡si solo son las seis y media de la mañana!
  • La hora establecida de la ducha, ¿te vas a mover, o me vas a obligar a utilizar la porra? –le pregunto Jennifer seriamente, preparando la porra.
  • No, no hace falta, ya voy por mi cuenta –dijo Cristy saliendo de esas rejas, viendo que con esa mujer no se valía discutir.
  • Ei espera –dijo la mujer a Cristy, obligándola acercarse a ella –las esposas le expuso situándoselas entre las muñecas de la chica.
  • ¿Cuando podré salir de este infierno? –le pregunto Cristy recorriendo un gran pasillo.
  • No tengo ni la más remota idea –le contesto la mujer sosamente –tengo entendido que quien se encarga de tu caso, no viene hasta esta tarde.
  • ¿¿Asta esta tarde?? ¡Pos vaya mierda! –le quejo Cristy mirando hacía el otro lado.
Juntas fueron asta los lavabos. Allí Cristy pudo ver unas duchas, con una gran cola de chicas esperando su turno para ducharse. Pasaron de largo, girando a la derecha en la siguiente esquina. Se detuvieron enfrente de una puerta. Jessica la abrió. Era una gran sala, con algunos taburetes largos, penjadores y taquillas en las paredes repletas de rayolas blancas –desnúdate y ve a las duchas, si intentas escapar, te arrepentirás –le dijo sacándole las esposas con un tono de amenaza. Después salio de esa sala dejando la puerta cerrada. A los pocos minutos la puerta de la sala se volvió abrir saliendo de allí, Cristy totalmente desnuda, yendo directamente, hacía las duchas. La gran cola que había ya casi se había evaporado, solo quedaban cinco personas delante de ella, y todos juntos entraron para adentro ocupando las siete duchas que habían.
  • Mira, a ti te estaba buscando ¿qué tal cielo? ¿Cómo esta la tía mas buena de este manicomio? –sintió Cristy. Esta se giro pudo ver delante de ella, totalmente desnuda a su compañera lesbiana.
  • ¿Tu que haces aquí? –dijo Cristy sorprendida, tragando saliva, tapando sus partes mas intimas con sus manos –pensé que no te duchabas nunca.
  • Y no lo hacía, pero ahora que tu estas aquí, creo que vale la pena –dijo mirándola de arriba abajo mojándose los labios con su propia saliva –estas buenísima, yo tampoco estoy tan mal ¿verdad? Podemos disfrutar mientras nos enjabonamos una a la otra –le dijo con una voz de lo mas sensual. Su mano iba directa al pecho descubierto de la joven.
  • ¿Heee? ¡Déjame, socorroooo! –pidió ayuda Cristy, viendo que la otra se abalanzaba sobre ella.
  • ¡He tortillera aléjate de la chica! –le defendió Jennifer, muy seriamente, situándose delante de ella defiendo a Cristy, preparando su porra –si no te quieres pasar mas tiempo aquí, por acoso o violación.
  • Vale, vale, ya me voy –dijo la chica –pero vuelvo a la celda, ya no me apetece ducharme –dijo saliendo de allí.
  • Gracias –le dijo Cristy a Jennifer –¡luego dicen que las mujeres no tienen peligro!
  • De nada –dijo la policía seriamente –va, dúchate ya, que solo dan como mucho quince minutos.
  • Voy –dijo Cristy metiéndose en la ducha, echando la cortina, que le envolvía, a continuación encendió el agua, a máximo de caliente, pero en cambio salía congelada – ¡sale muy fría!
  • Es solo al principio, espera unos minutos –le dijo Jennifer, que se recorría todo el cuarto de baño, vigilando a todas las chicas. Cristy obedeció y pudo comprobar, que tenía razón. En quince minutos justos, se apago toda el agua caliente y muchas chicas tras un grito de congelación salieron de allí, a vestirse.
Una vez dentro de esas cuatro paredes, tras las rejas, Cristy se sentó en la cama, pensativa, cuando la mujer de la comida le volvió a realidad.
  • Niña, toma aquí tienes el desayuno ¿también lo vas a dejar como las gachas? –le preguntó, abriendo la celda entrando dentro con una bandeja con alimentos y cubiertos.
  • A ti no le importa –le dijo Cristy mirándola de reojo con los brazos cruzados y de mal humor, observando la leche de soja, y las dos tostadas de pan pasado con aceite.
  • Ya tienes razón, no me importa, así que ya te apañaras, no quiero saber nada del asunto, mi trabajo, es repartir la comida, no obligarla a comerla –dijo la mujer, cerrando la celda y marchándose. Cristy hizo una mueca, no le apetecía nada comerse aquello, pero por otro lado, no había probado boca, desde el día anterior al mediodía y se moría de hambre. Muy lentamente y vigilando que nadie la observara, cogió la tostada pegándole un bocado y a continuación un corto trago de soja. No tardo en escupir ambas cosas
  • ¡Que asqueroso! –exclamó. Segundos después sintió un pitido y Jennifer, apareció por allí abriéndole la mazmorra -¿Qué pasa?
  • ¡Venga sal! –le dijo Jennifer.
  • ¿Ya puedo salir? ¿puedo irme a casa? –pregunto Cristy entusiasmada.
  • No, aun no, a casa no –le respondió Jennifer –es la hora del recreo, asta los delincuentes como vosotros, tenéis ese derecho. ¡Ei no vallas tan acelerada, las esposas! –le gritó. Cristy retrocedió con rabia, pero sin decir nada viendo como le anclaban las manillas.
Llegaron a un gran patio, un amplio muro de vallas rodeaba todo ese terreno. El suelo era de rajola, y aparte de unos bancos no domininaba nada mas en ese espacio. Todas las presas andaban por allí sin amarración ninguna y Cristy no fue menos. A continuación de ser libre, esta miro a su alrededor. Termino por sentarse en uno de esos bancos, mirando a las demás sin movimiento ninguno.
  • ¡he tu, largo de aquí esta es nuestra propiedad! –sintió Cristy. Esta se giro, observando a tres chicas, fuertes, altas, el pelo largo, rizado, recogido por una gran cola de caballo. Sus cabellos se veía sucio y grasiento. Llevaban un traje de cuero, todo de color negro.
  • ¿A si? ¿Dónde pone eso? –pregunto Cristy levantándose, plantándoles cara.
  • Es algo que ya deberías saber ya novata –le dijo la del medio.
  • Esto, es propiedad todos, somos libres de ir donde queramos, en este lugar, aquí no pone ni me han dicho lo contrario –contesto Cristy.
  • Te lo decimos nosotras –le dijo la del medio.
  • A mi lo que me digáis vosotras me la suda –les desafió Cristy, mirando a la del medio a los ojos, azulados que tenía.
  • Repite eso si eres tan valiente –dijo la del medio, pegando con su puño cerrado contra su otra mano plana.
  • Con mucho gusto –dijo Cristy con picardía –veo que sufrís de el oído o no os lo habéis lavado cosa, que no me extraña –dijo mirándolas de arriba abajo con asco -… ¡a mi lo que me digáis vosotras me la suda! ¿Ahora os habéis enterado mejor?
  • Hija de puta –grito la del medio, dando un fuerte puñetazo al ojo izquierdo de Cristy. Esta hecho tres o cuatro pasos atrás para mantener el equilibrio, con ambas manos en su ojo apuñalado.
  • ¡Cabrona! –dijo Cristy, volviendo en si de ese golpe, con la respiración acelerada y llena de rabia, echándose encima de su golpeadora. Se empezó una gran pelea, entre esas dos contrincantes. Las demás presas se unieron alrededor, animando el espectáculo. Puñetazos, patadas, mordiscos, tirada de cabellos… todo era valido y ninguna de las dos dejaban ese encuentro. Las otras dos chicas se hecharon a un lado uniéndose a los gritos de euforia animando a su amiga.
  • ¡He las de la pelea, alto deteneos, parad! –gritaron tres agentes, corriendo hacia ellas, situándose en medio, para separarlas.
  • ¡Dejadme, le partiré los dientes! –grito Cristy, intentando continuar con los puñetazos y patadas, queriéndose librar de la agente que intentaba separarla.
  • ¿¿Tu a mi partirme los dientes?? –pregunto su contrincante entre risas –querrás decir en sueños ¿verdad? Yo si que te romperé la cara, en mil trocitos.
  • ¡¡Basta!! ¡Nadie romperá ni la cara ni los dientes a nadie! Lo que si se, es que os vais a ir las dos a vuestra mazmorra –dijo una de las agentes que las separaban –venga las manillas a las dos.
  • Anda que… una hora que estáis libres, que podéis ir a vuestro rollo y vosotras os dedicáis a fastidiarlo –dijo Jennifer, conduciendo a Cristy a su celda con las manillas puestas.
  • Ellas empezaron primero, metiéndose conmigo –se defendió Cristy.
  • ¿Y no puedes avisar alguna superiora, en vez de enfrentarte? –preguntó Jennifer.
  • Pues claro que no, yo nunca me rebajo a su nivel –respondió Cristy.
  • Pues así as acabado –le dijo Jennifer encerrándola en su prisión.

La tarde pasaba lentamente, Cristy allí seguía en su cama, estirada boca arriba, con sus brazos, bajo su cabeza, mirando el techo, pensando en todo lo que había pasado, desde que llegó a ese lugar. La puerta se abrió, Jennifer entró dentro.
  • Venga, sal –le ordeno.
  • ¿Qué? ¿A dónde vamos ahora? –pregunto tumbada aun desde la cama, mirando a Jennifer.
  • Tu agente ha venido, quiere hablar contigo y con tu madre –le explico Jennifer.
  • ¿Si? ¡ya era hora! –dijo Cristy levantándose de allí, disparatada. Se situo delante de Jennifer para que le pusiera las esposas y juntas marcharon hacia el despacho indicado.
  • Adelante –sintieron la agente y Cristy, cuando llamaron a la puerta del despacho indicado. Ambas entraron. Cristy pudo ver a un hombre, bajo, rellenito, con barriga sobretodo, pelo negro, ojos marrones. Llevaba el mismo uniforme que todos en ese lugar. Cristy miro al otro lado de la mesa que tenía ese hombre delante suyo con ambos brazos, encima de ella. Allí estaba su madre, sentada en una silla.
  • ¡O Cristy que alegría verte! –exclamó Jessica levantandose con rapidez para darle un fuerte abrazó después de que Jennifer, les sacara las esposas y les dejara solos. Esta le abrazó fuertemente con gran alegría, en cambio Cristy ni se inmutó a ver a su madre –hija mia ¿que te a pasado en el ojo? ¿Quién te ha hecho esta barbaridad? –pregunto asustada.
  • Te has peleado ¿verdad? –intervino el agente.
  • Ellas empezaron primero, no me arrepiento por nada, la he dejo bien buena a ella también –dijo con una sonrisa en su cara.
  • ¿No sabes pedir ayuda? –le pregunto el agente.
  • No necesito pedir ayuda a nadie, me se espabilar muy bien sola –le respondió Cristy, que aun continuaba de pie, mirando al hombre.
  • Entiendo, después tienes los problemas que tienes –dijo el hombre pensativo –en primer lugar déjame presentarme, soy el agente Tom –se presento estrechándole la mano a Cristy –y soy quien te va decir si puedes salir aquí o no, dime ¿Qué te ha parecido esta estancia entre nosotros?
  • ¡¡Fatal!! La comida es horrorosa, es para vomitar, la cama, no es cama es un trozo de madera con una manta que no abriga nada, el lavabo es una mierda, eso no es lavabo ni es nada, no tienes ninguna intimidad, la ducha, son veinte minutos, pero si cinco te lo tienes que pasar graduando el agua ¿Qué tiempo te queda? Encima si después no estas te sale congelada…. Y los compañeros ¿que quiere que le diga? Una lesbiana me acosa sexualmente y otra me pega una paliza ¿continuo?...
  • No, no hace falta –dijo el agente sin poder evitar reírse –veo que muy mal, pero ya esta hecho para que tengáis esa opinión, no os entre mas ganas de hacer maldades, ya que después os tocara volver para acá.
  • Bueno, no creo que eso sea suficiente para evitar que yo haga el loco –le soltó Cristy –yo soy así, nadie me va a cambiar –le dijo con los brazos cruzados.
  • ¡Cristy! –exclamó Jessica, sin creer lo que escuchaba.
  • Tu misma –dijo el agente –si quieres volver a visitarnos, es tu problema, eres tu la que sufrirás
  • No, no lo dice en serio no –dijo rápidamente Jessica nerviosa.
  • ¡Eso lo dices tú! –le salto Cristy.
  • Ohhhhh –no pudo evitar exclamar Jessica nerviosa –señor agente pero hoy podrá salir de aquí ¿verdad?
  • Haber… -dijo mirando el expediente abierto de Cristy –ha robado un montón de móviles, en lo cual hemos recuperado todos en buen estado. Por el hecho de irse de un local sin pagar lo tomado, tampoco es tan grave, si la dejaremos ir a casa ya, pero eso sí, como a sus tres compañeras tendrá que pagar una multa…
  • Sí, si la que sea necesario –dijo Jessica nerviosa,
  • Seis cientos dólares –dijo el agente.
  • Muy bien, aquí los tiene – dijo Jessica sacando seis billetes de cien dólares.
  • Muy bien, pues Cristy ya puedes volver a casa, espero no volverte a ver por aquí nunca mas –dijo el agente, estrechando la mano a madre he hija.
  • Yo tengo que coger mis cosas y quitarme este asqueroso kimono –protesto Cristy.
  • Pos supuesto, sigue a Jennifer, ella te entregara todo lo que llevabas antes de entrar, y te dará tu correspondiente ropa –le dijo el agente –esta vez, la acompañaras sin las manillas puestas –le dijo con una sonrisa, viendo como salía de la sala detrás de su compañera.

Madre he hija se subieron al coche media hora después, una al lado de la otra. De camino a casa, ninguna de las dos dijeron palabra, Jessica quería, mas de una vez estuvo a punto de hacerlo, pero se callaba a ver a su hija enfadada, con una cara que se notaba que si abría la boca tendrían problemas. Cristy salió del coche con mala cara, dando un gran portazo. Jessica tenía la sensación que esa experiencia de la carcel, no le había ayudado a Cristy tanto como su madre se esperaba.
  • ¡Ya estamos aquí! –grito Jessica al entrar en la casa. George y Mery no tardaron en salir a recibirles.
  • Oh Cristy ¿Cómo estas? ¿Cómo as pasado la noche? He estado muy preocupada por ti, apenas he dormido esta noche –no dejaba de decir Mery nerviosa –¿Qué te a pasado en el ojo? ¿Quién a sido capaz de hacerte eso? –pregunto nerviosa.
  • Hola Cristy, ¿como te encuentras? –le pregunto George.
  • ¿Que hace esta aquí? –pregunto Cristy mirando de arriba abajo a Mery con mala cara, pasando de las preguntas que le habían hecho.
  • Un poco de respeto a los que te quieren –le dijo Jessica –si no llega a ser por ella, que se a quedado, ayer y hoy con george yo no te hubiese podido estar contigo.
  • Y encantados que hubieseis estado –le salto Cristy, mirando a Jessica con los brazos cruzados.
  • ¿Como puedes decir eso? Tu hermano y yo hemos sufrido mucho, en estas largas horas que hemos esperado con ansia para sacarte de allí, y ya has oído a Mery que lo a pasado muy mal ella también –se defendió Jessica.
  • ¡Mentira, todo es mentira! ¡Si realmente os importara un mínimo, hubieras pagado la fianza ayer mismo como los familiares de la pandilla de las tres B! –gritó Cristy
  • ¡No pude sacarte ayer porque no me dejaron! ¡el agente ya había marchado! –le dijo Jessica con los ojos muy brillantes, notando como las palabras de Cristy se le clavaban en su corazón como afilados puñales.
  • ¡Deja de fingir y de tanta palabrería que no es más que tonterías! –exclamó Cristy con rabia – ¡estoy convencida que ayer estuvisteis súper felices de que estuviera sufriendo allí dentro, seguro que lo celebrasteis y todo, para vosotros como si estuviera muerta!
  • ¡Basta, basta, bastaaaaaaa! –gritaba Jessica con ambas manos en su cabeza que no dejaba de negar nerviosamente con sus ojos cerrados fuertemente mientras que las lágrimas resbalaban por sus mejillas –me duele mucho estas palabras, aun mas de la boca de mi hija, sangre de mi sangre nooo –hecho a correr hacía la cocina con sus manos tapando su cara, queriendo disimular el llanto que se le reproducía.
  • Señora… –dijo Mery sin creer tampoco todo lo dicho por aquella chica, que aun ella, consideraba su amiga. Hecho a correr tras Jessica para consolarla.
  • ¡Mama! –exclamó George nervioso –de verdad Cristy no te he reconozco, mira lo que has hecho… as hecho llorar a mama, y mirate tan tranquila que estas –dijo mirando enfadado a su hermana.
  • ¡No me ralles enano! –le soltó su hermana, pasando de lo que le acababan de decir.
  • De verdad repito, no te reconozco –dijo George mirando a Cristy de arriba abajo con mala cara –antes eras plasta, pero guay, ahora desde que sales con esas chicas… mírate, te han transformado por completo en lo que ellas han querido… ¡en un monstruo! –acabo diciendo con lágrimas en sus ojos. A continuación hecho a correr junto a su madre y Mery, dejando allí sola y petrificada a Cristy, por las palabras de su hermano.

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