jueves, 28 de abril de 2011

Robi; Capitulo 13





Estirado en mi cama me encontraba. Ya era de noche, pero aun no había encendido ninguna luz, no había más claridad que el reflejo de la luna, que brillaba con fuerza, dejando entrar su iluminación, por mi ventana. Recordaba las palabras de Dina, el cómo había convencido a su madre, realmente me encantaba la idea. El problema era uno, sí, mi madre. Trabajo tuve, para pronunciar las palabras adecuadas para no provocar una guerra. Por mucho cuidado que tuve no pude evitar lo inevitable, ya sabéis… <<¡¿dónde vas a ir con esta gente?!>> << ¡¿Qué no te das cuenta que tanto a Estela y a ti os lastimarán?!>> un sinfín de bla, bla, bla que no encontraba sentido ninguno ¿pero qué otra alternativa me quedaba? Ninguna no me quedaba otra, que seguir escuchando ese discurso contrariado.
-             Margaret, no le va a pasar nada, déjale ir –habló Brayan. Yo le sonreí –hace tiempo que no sale si no es por cercanías, siempre en compañía de uno de nosotros, lo que quiere, lo que necesita es libertad, disfrutar de la vida, aprovechar su juventud.
-      Yo solo quiero protegerle, que no le hagan daño.
-      Yo lo entiendo, pero ya lleva tiempo con Dina, la verdad a mi me parece una chica encantadora, no hay motivos para desconfiar. Por otro lado… ¿si Robi no hubiese tenido el accidente lo hubieses dejado ir?
-      Sí, supongo que si…
-      Pues… ¿por qué ahora no? Robi sigue estando tan capacitado para defenderse como antes…
-      Charlie acompáñale tu –escuché de mi madre. Quise gritar, pero decidí callar.
-      Mama, van en plan parejitas ¿Qué hago yo allí? No quiero hacer de vela.
-      Pues ves con Kate, ser una pareja mas…
-      Por favor mama… no…
-      Margaret, se lleva 6 años con Robi y Dina.
-      Cierto –confirmó Charlie -¿Qué quieres que hable con la otra pareja? ¡No los conozco de nada!
-      Robi querrá libertad, no que su hermano mayor le controlé, para luego decir a su madre. De verdad cariño, no sufras, no le pasará nada, y se lo pasará bien.
-      De acuerdo –acabo suspirando mi madre –le dejó ir –El grito de felicidad que salió de mis labios no fue pequeño. No tarde en abrazar a mi madre, después a Brayan.

 Al final sería por semana Santa, ya que abría mas días, para disfrutar ese viaje largo. A la madre de Estela no hubo problema convencerla, ya que Dina la acompañaría en el que partiríamos en avión, al lugar de nacimiento de Abel. Todo fue reservado con antelación, ya estaban informados que viajaríamos dos sillas de ruedas, ya estábamos informados que nos ayudarían en todo lo necesario. Nos llevó al aeropuerto Brayan, conducía una gran furgoneta, en el que con mi discapacidad, tuvo que adaptar, pero era grandiosa, en ella cabía sin problema dos sillas de ruedas, equipajes, y otros pasajeros. Mi madre nos acompañó, parecía que le hubiesen dado cuerda, no callaba, y lo peor que acribillaba a Dina, a Estela y Abel, con preguntas incomodas.
-      Por favor mama, no les molestes mas.
-      Yo no les molesto, solo me informo como está todo.
-      Mejor pongamos música –fue algo que agradecí enormemente a Brayan. Afortunadamente la encendió bien alta.
La carretera estaba llena de coches, uno detrás de otro, formando una gran cola. Estabamos a principios de abril, el sol calentaba con fuerza, tanto como en el mes de junio. Sin poder evitarlo los nervios, se me apoderaban, con el temor, de que el vuelo despegara sin nosotros… Con el tiempo justo, Brayan aparcaba en la puerta del aeropuerto, con lo más aprisa que ha todos correspondía, desembarquemos maletas, y nos apresuremos a embarcarlas. Uffff por los pelos pero justo a tiempo.
-      Bien creo que ya es hora de despedirnos –rompió ese silenció incomodo Brayan, cuando se nos acercó una de esas azafatas, para ayudarnos a Estela y a mi –bueno chicos, quiero que me prometáis, que disfrutéis mucho, que solo penséis en vosotros, y que aprovechéis esa juventud que tenéis, en estos diez días, bien especiales.
-      Eso esta echo Brayan –choqué su mano, con alegría.
-      Bueno enano, disfruta, aprovecha esta oportunidad… yo aguantaré a mama –me dijo Charlie, esto último en un murmuro. Yo le sonreí –chicos vosotros controlarle, que cuando se le va la cabeza, está loco perdió –guiñó un ojo a todos. Ellos echaron a reír.
-      Cariño –mi madre suspiró antes de echar un paso al frente –pásatelo bien, no dejes que nadie te pisoteé. Eres fuerte, se que podrás sobrellevarlo, aquí estamos para acogerte –echó una mirada furtiva a Dina.
-      Lo sé mama, pero no hará falta, ya verás que bien me lo pasaré –le sonreí.
-      Te quiero mucho hijo –me abrazó con fuerza. Yo le correspondí, la bese en la mejilla con dulzura…
 Ya habíamos entregado los billetes, esperábamos el momento para subir al avión. Dina y Abel, sentados en las sillas, delante de nosotros, hablábamos entre risas, con emoción por ese viaje. Sobretodo Estela y yo, ya que ambos nunca habíamos subido a un avión, pero aparte había otra igualdad, jamás habíamos hecho un viaje así, entre ruedas, en compañía de amigos. A pesar de estar su hermana con ella, no le importaba, Dina para Estela, era mas que una hermana, era su mejor amiga, su única amiga. Estaba claro que iba ser una experiencia muy especial para ambos.
Nuestro corazón empezó a bombardear con fuerza, cuando dos encargados, un chico y una chica, ambos jóvenes, vinieron a por nosotros. Nuestras sillas tenían que embarcarlas, a cambio, nos sentaron en una silla sin brazos, con solo un respaldo en la espalda. Por suerte solo fue para el trayecto de meternos en el avión, porque no veía a Estela, para nada tranquila, con el temor de caer.
Los asientos eran de dos en cada filera, Estela se sentó con Abel, yo con Dina. Ambos que andábamos con silla, al lado de la ventana, allí tendríamos una panorámica perfecta del vuelo. Se escuchó por megafonía la voz del capitán del avión, que nos daba la bienvenida, que tuviéramos un vuelo de no más de dos horas, excelente. A continuación una azafata nos indico como actuar en caso de emergencia.
Notemos como el avión empezaba andar, aun sin despegar del suelo. Estela y yo, no sacábamos los ojos de todo lo que ocurría. Para Dina y Abel, no era novedad, habían volado en más de una ocasión. Las ruedas empezaron a elevarse del suelo, la inclinación del avión, producía que mi cuerpo, actuara igual. Noté como mis oídos se taparon, al ir ganando altura.  Poco a poco fui testigo, de cómo dejábamos atrás la tierra, nos elevábamos al cielo, por encima de las nubes y los rayos de sol. Una azafata se nos acercó preguntando algo en ingles.
-      ¿Nos pregunta si necesitamos algo? –traducción Abel. Le indiquemos que estábamos bien. Al poco, nos sirvieron a todos los del vuelo, un mini sándwich de queso untado, y zumo de naranja para beber.
Después de ese entremés, Dina se acurrucó a mí, y se quedo dormida. Como pude ver, Estela izo lo mismo con Abel. Ambos nos miremos con una sonrisa en nuestros labios, abrazando a nuestras princesas.
Despertemos a la llegada del lugar indicado. Observemos como la gente se levantó de sus asientos, desapareciendo del lugar. Nosotros esperemos a ser los últimos, o también a que nos recogieran el personal, tal como nos habían dicho. Este no tardo en llegar, encargándose de Estela y de mí, de la misma forma que al entrar. Una vez libres, recogimos el equipaje, salimos en busca de la familia de Abel. Podía notar el temblor en el cuerpo de Estela. La entendía bien, era el miedo al rechazo de su familia, viendo lo sucedido, lo extraño es que no lo tuviera.
-      Tranquila princesa, a ti no te ocurrirá lo mismo –la abrazó con dulzura, antes de salir a la realidad. Desde la distancia se escuchaban sus gritos de lujuria.
-      ¡Oh Abel, que alegría verte! –se abalanzó a él una mujer, con el pelo largo y negro, delgada, ojos claros. Me suponía que era su madre, estaba feliz de ver a su hijo, alguna lágrima derramaba, por sus mejillas, daba gusto verlos. Ignoraba el tiempo que hacía que no se veían, pero se extrañaban.
-      Mama, déjanos un poco para nosotros –se abalanzaron sobre de él, dos chicos mas, uno de ellos; alto, con musculo, pelo castaño, ojos azules. El otro; más bajo, delgado, pelo negro ojos azules.
-      Alan, Adam, dejar respirar a vuestro hermano que aun tiene que abrazar a su padre –se escuchó la voz aguda del jefe de la casa, alto y fuerte, pelo castaño, ojos marrones.
-      ¡Hola papa! –se abrazó a él Abel. Tras ese momento tan conmovedor. Abel acercó a su familia a nosotros –familia os presento a unos amigos, Robi y Dina.
-      ¡Oh! ¡que gusto me da conocer a los amigos de Abel! es que es muy reservado, nunca explica nada, pero vosotros chicos como en vuestra casa, timideces fuera, me llamo Elsa, así que si necesitáis algo me decís <<Elsa necesito tal cosa>> y dicho y hecho de verdad, será un gusto ayudaros y…
-      Mama, no les agobies bien seguro que te han entendido –le interrumpió Abel con una sonrisa.
-      ¿Y tu chica? ¿no iba a venir contigo? –preguntó el mayor de los dos hermanos, que debía tener mi edad.
-      Es cierto, aquí todos estamos deseando conocer a esa preciosidad, que te has enamorado –siguió su padre.
-      Claro que ha venido… mama, papa, familia, os presentó a Estela.
-      Hola… -saludo la protagonista tímidamente.
-      ¡Oh mucho gusto preciosa! –le abrazó con fuerza, el padre de Abel.
-      Sí, que es guapa sí, ¡un placer conocerte! –la abrazó también su madre, besándole la frente –me alegra tanto conocer a la primera novia de Abel, él es que es un chico muy tímido, nunca se atreve a dar el paso, me sorprende, que se haya declarado contigo ¿Cómo lo hizo?
-      Mama, no la agobies por favor que acaba de llegar –la interrumpió Abel.
-      Pero es que estoy tan contenta de conocer, a tu primera chica, mira que has tardado…
-      Yo me llamo Alan –saludo el menor de los hermanos a Dina con una amplia sonrisa.
-      Mucho gusto –saludó tímidamente.
-      Oye Abel, tu llevas a Estela cada día… ¿por qué no dejas que la llevemos nosotros un rato? –preguntó Adam.
-      No se… ¿tú qué dices Estela? ¿te fías de ese conductor?
-      Claro ¿por qué no? –ella sonrió.
-      Bien, ella manda, pero a ver que hacen chicos, os estaré controlando… -advirtió entre risas.
Dina y yo observábamos contentos, o mucho nos equivocábamos o la familia de Abel, era muy distinta a la nuestra. Allí estaban aceptando a Estela, como una más, como la novia de su hijo y su hermano, sin mirar discapacidad, reconociéndola por lo que era…

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