martes, 3 de mayo de 2011

Robi; Capítulo 14






Me desperté temprano la mañana siguiente. No escuchaba nada, debía ser el único despierto. Me acomodé, mirando al techo, recordando la llegada del día anterior…
-             ¿Cómo iremos a vuestra casa? –se interesó Abel, saliendo del aeropuerto -porque ni tu ni papa conducís… -se dirigió a sus padres.
-      Os llevaré yo –respondió Adam.
-      ¿Tu? ¿Es que ya conduces? –se sorprendió Abel.
-      Pues claro, que te pensabas… ui hermano, estas bien perdido ¿eh? –todos echemos a reír.
-      Hace algo de frío –dijo Estela tímidamente. Abel le posó una chaqueta fina por encima.
-      ¡Pedazo coche! Anda que te lo compraste pequeño ¿eh? –le dio un codazo a su hermano.
-      Sabes bien que no podía ser de otra manera, siempre me han gustado los coches grandes –sacó pecho con orgullo. Abrió puertas con solo tocar un botón – ¿me permite que le ayude señorita? –su pregunta se escuchó con mucha cortesía.
-      Muchas gracias, estás hecho todo un caballero –la sonrisa de Estela se descubrió tímida.
-      Si tiene novia y todo… -Alan mostro una cara de perspicacia.
-      ¿De verdad? Vaya… quien te ha visto y quién te ve… de verdad chicos él siempre decía que el amor era de anticuado, que él nunca tendría novia, que sería un chico libre siempre –nos explicó Abel.
-      Anda calla… era un renacuajo cuando lo decía, ahora ya todo a cambiado…
-      Sí que se ha enamorado –río Alan –oye Robi, ¿te ayudamos a subir?
-      No gracias, ya me espabilo –le indiqué con una sonrisa.
-      De verdad Robi, tu sin pelos en la lengua, para lo que necesites aquí estamos cuatro hombres para ayudarte –expresó el padre de familia.
-      ¿Oye nosotras qué? Somos mujeres, pero bien fuertes ¿verdad Dina?
-      Sí, si lo que tu digas mujer, pero luego se cansa cuando tiene que subir un mueble pequeño –nos murmuro su esposo. Nosotros no evitemos la risa.
-      Gracias, pero ya puedo yo solo –mostré con una amplia sonrisa sincera.
-      Si de verdad chicos, es alucinante, se defiende totalmente solo, con la ayuda de sus brazos –aclaró Abel.
-      Gua, ya me gustaría a mí, tener esos músculos –se asombró Alan, observando cómo pasaba al coche.
-      Para eso tendrás que hacer pesas enano –se burlo Adam –una cosa chicos… no sé si me van a caber las dos sillas de ruedas.
-      Ambas sillas, se desmontan, si lo hacemos bien, caberan ambas –explicó Abel.
-      ¿Cómo se dobla? –se sentía perdido Adam.
-      Anda, dejar a los expertos –le remplazó Abel, Dina le acompañó, ambos doblaron y desmontaron ambas sillas de ruedas.
El camino era algo largo, Alan, se sentó de copiloto, los padres de los tres chicos, se sentaron tras de todo, Abel, Dina, Estela y yo en medio. La música estaba encendida, a volumen de hormiga, así podíamos hablar con libertad. El trayecto era largo, pero era algo que personalmente no me pareció, hablando, riendo todos juntos, era algo novedoso y deseable, con mi nueva pose, no pensé que alguien nos aceptaría de esta forma.
El coche se detuvo enfrente de una casa blanca con jardín. Un Cocker nos saludo con alegría. La verdad es que al principio desconfiaba de nosotros, pero una vez olfateados, nos consideró muy buenos amigos.
-      ¡Oh ya habéis llegado que alegría!
-      ¡Abuelo! –Abel abrazó con fuerza al anciano; no era muy alto, delgado, pelo largo y canoso, con una cola, con gafas transparentes. No podía creer lo que veía, era el primer anciano que veía, con camiseta corta ajustada y negra, y tejanos estrechos, llevaba un reloj de oro en una de sus muñecas, una pulsera de plata en la otra.
-      pero as crecido cabroncete, en este tiempo, ya superas a tu abuelo.
-      Algo me dice, que eres tú que te has encogido abuelo –le dejó ir entre risas.
-      También tienes razón, tu abuelo ya es un viejo…. Pero dejemos de tonterías, no ha venido contigo, tu doncella ¿Dónde está muchacho?
-      Abuelo te presento a Estela, la chica más bella de todo el universo –Abel acercó su silla.
-      ¡Oh! ¡oh! –por la expresión de su rostro ignoraba si era exclamación era de aceptación o de discriminación sobre Estela, por lo que observaba a ella le pasaba lo mismo –eres preciosa, no me extraña que mi nieto se haya enamorada de ti, bienvenida a nuestra humilde hogar –le indicó con una reverencia. Juraría, que por poco no le da un vuelco de corazón a Estela, note como un suspiro de alivio salió de sus labios.
-      Bien cenemos que la comida se enfría –ánimo la madre de los chicos, nosotros, seguimos sus pasos. ¡era asombroso! Toda una mesa larga y rectangular custodiada por comida, diferentes platos de estos.
-      Vaya… -dijo estela, vaya faena que os he causado, no tenían que haberse molestado.
-      No ha sido molestia, ha sido un placer, todo es poco, para la novia de nuestro hijo, deseamos que te guste todo, si no es así, discúlpanos, lo hemos hecho con todo el cariño.
-      Seguro que todo está delicioso, muchas gracias.
-      Muchas gracias a ti por estar aquí –la besó en la frente la madre del novio. Pudimos notar emoción en el rostro de Estela.
Realmente todo estaba delicioso, todos nos preguntaban cosas del pueblo de donde vinimos, nosotros respondíamos con gusto, entre chistes, charlas y risas. Los minutos, las horas pasaban sin ser conscientes. Dos campanadas sonaron.
-      ¡Por dios ya son las dos de la mañana! Estos chicos tienen que descansar, que han tenido un día de lo más largo y ajetreado –se levantó de un salto de su asiento la mujer –estoy deseando enseñarte tu habitación Estela, la he preparado con todo mi cariño, espero que te guste… -ella seguía hablando sin parar, de tanto caminaba hacia la habitación, nosotros la seguíamos entre risas, ya era cierto que le gustaba mucho hablar.
La habitación era grande, hermosa, dos camas tocaban la pared, una en cada esquina, ambas de colchas blancas. Una mesita de noche, separaban las dos camas. Al lado de la puerta, empotrado en la pared, se encontraba un gran armario blanco.
-      Espero que estéis cómodas –estaba claro que hablaba de las chicas –tenéis el baño, al lado ¿necesitáis algo más? ¿Estela necesitas algo más que desconozcamos? No sabíamos el detalle de la silla –no lo dijo con desdén más bien, como eso un detalle sin saber.
-      Está todo perfecto muchísimas gracias –agradeció. Al salir de allá, fueron a mostrarme mi habitación, muy parecida a la de Dina y Estela, con la diferencia,  que la madera del armario, no estaba barnizada de blanco, sino del color de la madera igual que la mesita de noche. Solo había una cama, bastante amplia.
-      Robi, mi habitación está pegando, para lo que necesites, me pegas un grito y vendré –me informó Abel.
-      Tranquilo me espabilaré bien –le sonreí.
Voces me volvieron a la realidad, había gente levantada. Ya eran cerca de las nueve, las ansias de ir al baño reclamaban levantarse. Con mi pijama de rayas azules, me senté en la silla, y dirección al baño, problema, como era de esperar no estaba adaptado, no quería, pero no tenía alternativa, debía pedir ayuda. Iba abrir la puerta del salón, cuando escuché la voz de Estela. No pude evitar escuchar…
-      Señores, ustedes ¿qué piensan de mi discapacidad? ¿Realmente no les importa? Por favor… la verdad es importante para mí –su voz se escuchaba suplicante.
-      Estela eres la primera novia de Abel que conozco, realmente no quisiera conocer a nadie más, eres guapa, educada, y aunque te acabo de conocer, veo que tienes un corazón muy grande y puro, y eso muy pocas chicas lo tienen ¿vas en silla de ruedas? Bueno, hay quien es feo, pobre… no por eso le vamos a cerrar puertas, así que contigo tampoco, además tampoco es tan grave, eres una chica estupenda igual, para nosotros es lo más importante –la mujer echó una mirada a toda su familia, con una sonrisa en los labios. Pude contemplar que sus palabras eran sinceridad. Sus hijos, su marido, sonrieron, indicando que pensaban igual que su mujer y madre.
Abel estaba nervioso. Deseando ver a sus amigos, que hacía más de un año que no veía. Llevaba rato preparándose para ese encuentro, ya sabéis una ducha, la ropa idónea, el perfume… A las cuatro y media de la tarde, empecemos a salir los cuatro, habían quedado a las cinco. Estela también se sentía nerviosa y emocionada de conocer a los amigos de Abel.
-      ¡Lucas, Tomas, Peter, David! -Gritó Abel con Alegría. Ellos se lanzaron a sus brazos. Ninguno de ellos destacaban por su altura. Todos delgados. Dos de ellos tenían el pelo castaño, uno pelirrojo, y otro negro.  El del pelo negro y rizado tenía ojos marrones, el pelirrojo, estaba musculoso llevaba gafas, su tenue era bien clara. Uno de los del pelo castaño, también tenía gafas, su piel era bien morena. El otro a diferencia, la blancura de su piel, sorprendía, ojos color miel, podíamos ver un mini tatuaje en uno de sus brazos, fumaba un cigarro.
-      ¡Hombre que alegría nos da verte!
-      ¿Cómo estás amigo?
-      ¿Qué te cuentas de tu nuevo hogar? –pronuncio la última palabra con desdén.
-      Oye tío ¿por qué no vuelves para acá?
-      Sí, tío, te echamos en falta, ¿por qué no se viene contigo tu novia?
-      Bueno… pues… -no sabía por dónde empezar Abel.
-      Bueno pero lo más importante… tu novia ¿la has traído verdad? –se les notaba que ansiaban por conocer a Estela
-      Sí, sí, claro que ha venido conmigo, amor… -acercó a Estela –te presento a mis amigos –chicos, os presento a la chicas mas maravillosa del mundo, Estela –no pudieron disimularlo, lo noté, los descubrí, no esperaban la discapacidad de Estela, para ello, no les era de buen afecto.
-      Hola… -saludo tímidamente.
-      Ah hola –respondieron de mala gana.
-      ¿Qué ocurre chicos? Parece como si hubierais visto un fantasma –río Abel.
-      Nada, nada… ¿vamos a tomar algo? –juntos empecemos andar. Los amigos de Abel, caminaban alrededor de su amigo, hablando y riendo, sin hacer ni el más minimo caso a Estela. Ella era consciente, bajó la cabeza apenada.
Los minutos pasaban, nos sentemos en una terraza a tomar algo. Los amigos de Abel, hablaban y reían ignorando a Estela, simplemente la miraban de reojo.
-      ¿Ei chicos que pasa? Apenas os dirigís a Estela, pero no dejáis de mirarla por lo bajo ¿por qué? ¿Qué pasa? –al fin fue consciente Abel.
-      ¿Podemos hablar en privado? –preguntó uno de ellos.
-      ¿Por qué? Yo no tengo secretos para Estela ni para su familia, así que si tenéis que decir algo hablar –se levantó de su asiento Abel, no fue el único Dina, se aproximo a su hermana. Un silencio incomodo se apoderó.
-      ¿Qué has visto en ella tío? –se decidió a preguntar uno.
-      ¿Qué? –no pudo decir más Abel.
-      Sí tío, mírala, va en silla de ruedas, es minusválida –respondió otro.
-      ¡No es minusválida! ¡Ella no es menos, que tu, que yo y que nadie ¡es tan válida como cualquiera! Pero… ¿Eso que tiene que ver? Es una chica preciosa, con un corazón inmenso, eso es lo que provoca, que cada día que pasa, mas enamorado este de ella.
-      Pero…
-      ¡Despierta tío! Ella no te quiere… solo te está utilizando.
-      Solo está contigo, porque está en silla de ruedas… ¡porque nadie va a querer nada con ella!
-      ¡Tío te está utilizando!
-      ¡¿Pero se os ha ido la cabeza o qué?! ¡¿acaso sabéis algo de Estela para hablar de esa forma?!
-      No hace falta conocerla para saber algo así ¡es de lógica!
-      ¡No hay nada de lógico en toda esa palabrería, solo vuestro sentido de la insensatez! ¡No voy a permitir que nadie, haga daño o hable mal de la persona que amo!
-      Pero tío no puedes permitir, que te manipule de esa forma…
-      Pero… ¿de que estás hablando? ¿acaso sabéis algo de ella? ¿acaso sabéis algo para opinar de esa forma? ¡No! ¡No tenéis ni idea de nada! Ni yo tampoco, porque os consideraba mis mejores amigos, ahora soy consciente que estaba muy equivocado. ¡Gracias por abrirme los ojos! Chicos nos vamos –era para nosotros, nosotros encantados de salir de allí.
-      Abel gracias por defenderme –abrazó con fuerza a Abel, ya alejados de los otros chicos.
-      Estela, no voy a permitir que nadie te haga daño, ya sea verbalmente, físicamente o de cualquier otra forma que no quiero ni imaginar siempre voy a estar a ahí para protegerte, aunque tengan que pasar por encima de mi cadáver, de eso que no te quepa duda, te cuidaré siempre –Dina y yo nos abracemos con fuerza, al contemplar el abrazo conmovedor, entre la otra pareja.
-      ¿Y si nos vamos a tomar algo los cuatro? –propuse con mi mejor sonrisa. Todos estuvieron de acuerdo, junto con nuestras parejas nos dirigimos en busca del bar adecuado.
Entremos en la casa de los padres y hermanos de Abel, todo estaba tranquilo, dudábamos que hubiera alguien en ella.
-      Hola chicos ¿ya habéis llegado? –apareció la madre de Abel. La encontraba extraña, como nerviosa –Estela, Dina, tenéis una visita…
-      ¿Una visita? –se preguntó Dina –que extraño… si nadie sabía que vinimos… ¡excepto mama! ¿no me digas que ha venido?
-      ¡Papa! –gritó Estela al contemplar la figura de su padre en la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las novelas largas de Vanesa Ruiz García.... Segunda parte.......

4.- Robi: Historia de un joven con discapacidad Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Cap...