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os días pasaban. Poco a poco mi estado físico, iba mejorando, por eso mismo, no tardaron en subirme a planta. Era una habitación espaciosa, de dos camas, y cortinas blancas, que permitía que el sol, se infiltrara por ellas, permitiendo que la claridad, invadiera la habitación. Había una cama al lado de la mía, vacía, me alegraba, no tener compañero, no me apetecía compañía.
No recibí visitas, mis abuelos fallecieron cuando yo era niño, mi madre no tenía hermanos, los únicos que me visitaban, y no se movían de mi lado era mi madre, Charlie, Brayas, Kate y Yan, sí, desde el primer día de mi consciencia, pasaba largas horas, allá conmigo, en el intento de animarme, de iluminar la oscuridad de mi interior. No, yo no perdía la esperanza por día que pasaba, me ilusionaba que la puerta de la habitación se abriera, y entrarán mis otros amigos, pero eso no sucedía. Recordé cuando llegó un chico nuevo a clase, era sordo, él intentaba integrarse, intentó ser nuestro amigo, pero Cristopher y los demás, no más se rieron de él, le dieron la espalda, Jan y yo, le hubiésemos ayudado, pero por temor a que se rieran de nosotros no lo hicimos ¿y si ahora ellos hacen igual? ¿Y si me van a dejar de lado por ya no ser como ellos? No eso no podía ser, somos amigos desde la infancia, no podían abandonarme de esa manera, seguro que cuando pudieran entrarían por esa puerta.
Pero los días pasaban eso no ocurría, en cambio Yan aquí se encontraba cada tarde, para acompañarme, en esas largas horas. Sus deberes, venían con él, y él, deseaba que yo le ayudará ¡me encantaba las letras! Y en esa lo hacía encantado, en cambio los números los odiaba, poca ayuda le podía dar, pero me encantaba su compañía y enterarme de todos los chismes de clase, parecía mentira ¡pero extrañaba las clases! ¡Incluso las mates!
Eran cerca de las cuatro de la tarde, tenía el mando de la televisión en mis manos, haciendo zapping nada me convencía, ningún canal me gustaba. El cielo estaba gris, las nubes, no dejaban pasar los rayos de sol, un día triste, como mi estado de ánimo, desde que mis piernas dejaron de funcionar. Esa tarde sería larga, Jan, no podría visitarme, debía ir con sus padres a un recado, no le dejaban escaquearse.
- Mira Robi lo que he encontrado por ahí –mi hermano, se acercó a mi cama, con un bollo de crema, y una coca-cola –aprovecha, comételo, antes que llegue el doctor –ups tarde… la puerta se abrió, allí estaba el doctor.
- Así que Robi, comiendo bollos y tomando coca-cola ¿eh?
- Si bueno doctor… yo… -intentaba excusarse mi hermano, sin encontrar las palabras adecuadas. Él me miraba a mí, y yo a él, sin saber que decir.
- Bien hecho, yo seré una tumba –su voz sonó con picardía, acompañado de un guiño de ojo. Le sonreí, después de echar una mirada a Charlie. Tras un momento de silencio, mis ojos se fijaron en esa silla de ruedas, que traía con él –ya veo que te has fijado en la silla, la he traído para que te vayas formalizando y adaptando a ella -ufff que emoción… fue lo que paso por mi mente, mi rostro inconsciente lo indicó –sé que tu vida ha vida cambiado muchísimo, de un día para otro, y lo que te ha pasado es una putada muy grande, pero tú debes ser fuerte, demostrarle al mundo que tu eres el de siempre –yo no me quede muy convencido de todo aquello.
- Doctor, ¿ha venido a mostrarle como se lleva la silla de ruedas no? –interrumpió Charlie.
- Ya sé cómo se utiliza, lo he visto en las películas, tampoco es tan complicado –aclaré yo con rapidez.
- No lo dudo, pero aun y así, me gustaría que diéramos un paseo, para observar como la manejas –habló el doctor. A mi aun me dominaba un montón de cables y tubos, por suerte, ya mi habla había vuelto a la normalidad, pero entre el doctor y mi hermano me los desenchufaron y acomodaron en esa silla de ruedas, de color negra y plateada, se notaba que era nueva, recién sacada de la ortopedia. Estaba bien acomodado en ella –saldremos mejor al pasillo, hay más espacio, para las pruebas indicadas –yo no vi inconveniente. La puerta se volvió abrir, entrando mi madre y Brayan, se sorprendieron al verme sentado en ese asiento –hola, Robi y yo vamos a entrenar con la silla de ruedas –nos aguantaron la puerta, para que nosotros saliéramos.
El pasillo era largo, muy largo, y limpio de obstáculos. Las enfermeras, iban y venían, cumpliendo con su correspondido. No era el único paciente que andaba por esos terrenos. Mis ojos se fijaron, en un hombre mayor, con su bata azulada, caminaba encorvado, apoyándose, en la barra del suero, que permanecía con ruedas, su poco pelo era canoso. El doctor, me empezó a pasear por ese largo terrenal, explicándome cosas, en el que apenas escuchaba, <<¿qué clase de vida me espera a partir de ahora?>> esa era la preguntaba que me rondaba por la cabeza oyendo, no pocas palabras que no escuchaba <<¿Por qué a mí me sucedió esta desgracia?>> <<¿me lo tendría merecido y por eso ocurrió?>> mis ojos observaban pero no veían nada, mis oídos, oían pero no escuchaban nada, mi cerebro trabajaba pero no se concentraba, no respondían a la pregunta del ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
- Robi ¿me estás escuchando?
- Digame –volví a la realidad.
- Ahora deberás llevar tú la silla, tal como te indique.
- De acuerdo –entonces la vi, era una chica mas o menos de mi edad, también en una silla de ruedas. Su pelo, era negro y largo, delgada, con gafas, me saludo con una sonrisa –doctor esa chica me ha saludado –me sorprendí -¿por qué? No la conozco de nada.
- Es lo normal Robi, la gente discapacitada suele saludar, cuando ven otro igual –no pudo evitar reírse el doctor –bien, empecemos, quiero que manejes la silla, por este pasillo, a ver como lo haces –yo me concentré, como si fuera hacer, un examen muy complicado, situé mis manos en los hierros, que había al lado de las ruedas, y empuje con todas mis fuerzas, por desgracia, no llegue muy lejos, pero seguí intentando, pero aun y así, antes de llegar a la mitad del pasillo, desistí, me sorprendí, por la lentitud de mis movimientos y el cansancio era increíble –no está nada mal, para lo débil que estas, ya iremos practicando, cada día un poco, te llevaré a la habitación.
- ¡Robi! –una voz familiar me llamaba ¡no lo podía creer! ¡era Dina! ¿qué hacía ella allí? Tenía que preguntar.
- Dina ¿Qué… qué haces tú aquí? –Ya no me costaba hablar, estaba claro que la tartamudez era por los nervios que me dominaban.
- He venido a verte, lo siento tanto me acabo de enterar –su rostro indicaba que estaba realmente preocupada.
- ¿Estabas preocupada por mi? ¿De verdad?
- ¡Pues claro que es en serio! ¡Eres mi novio!
- ¿Tú estás segura que quieres seguir siendo mi novia? –no podía evitar sorprenderme -¡voy a estar en una silla de ruedas para toda mi vida!
- ¿Y eso que tiene que ver? A mí me gustas, por lo guapo que eres, por el buen corazón que tienes ¿Qué importa que estés sentado o de pie?
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