martes, 19 de abril de 2011

Robi; Capítulo 10

 

E
staba nervioso, llevaba horas delante el espejo, encontrando el traje perfecto, pero nada de lo que me ponía me convencía, quería estar perfecto, ese era un día especial, debía salir todo bien ¡hoy conocería a la familia de Dina! Los nervios podían conmigo, sentía el latir de mi corazón, con potencia dentro de mí.
Ya estábamos en septiembre, ya habían empezado las clases nuevamente, no me quedo otra, que volver a ver, a Drake, John y Cristopher. No mostraron mucha ilusión al verme, más bien como si no lo hubiesen hecho. A pesar de saberlo, no pude evitar desilusionarme. Suerte de Jan, que allí estaba para animarme. Había pasado el verano en Cancún, volvía con muchísimas novedades, con un buen bronceado,  yo le comenté las últimas de mi relación con Dina. Por suerte el insti estaba adaptado, el profesorado, eran muy atentos conmigo, en ese  aspecto no tuve ningún tipo de problema.
-      ¿Cómo lo llevas Robi? –asomo la cabeza de mi madre por la puerta.
-      Bien mama, creo que al final me quedaré con este –era un traje azul marino, con camisa blanca y zapatos negros, parecía que hacía la primera comunión.
-      Estas muy elegante –hubo unos instantes de silencio –cariño… ¿tú estás seguro de querer ir?
-      ¡Mamá ya lo hablemos, sabes de sobra que si! –ya empezaba a cansarme, su miedo al rechazo.
-      Lo sé, lo sé… pero sabes que puede ocurrir, es muy probable que te rechacen.
-      Mama, tengo la esperanza que no sea así ¿vale? ¡Por eso mismo no pienso en ello!
-      De acuerdo hijo, callaré lo que pienso.
-      Vale, te lo agradezco –volvieron a llamar a la puerta, esta vez entró Charlie.
-      ¡Guau hermanito! ¡De aquí al altar, estas genial! ¿preparado para partir? –no pude más que afirmar que si. Charlie me subió en su coche, él me llevaría a casa de Dina.
Hacía un día estupendo, para una ocasión estupenda, radiaba el sol, con una temperatura agradable, teníamos las ventanas por la mitad en el que el aire entraba sin molestar, se agradecía. La radio estaba encendida, se escuchaba la música que nos gustaba, sin poder evitar cantar con fuerza. El coche se detuvo frente a la puerta de la casa de Dina, mi corazón volvía a latir con rapidez. Charlie, sacó la silla del maletero, con la fuerza de mis brazos pasé a ella, la verdad es que hicieron un gran trabajo en el centro, aparte que hice grandes amigos, que a menudos, nos escribíamos, nos telefoneábamos, o incluso quedábamos. Tras de desearme suerte, se alejó con su coche. Yo respiré con profundidad llegó la hora pensé, gracias a la fuerza de mis brazos, llegue a  la puerta, llamé al timbre con dificultad, ya que estaba algo alto, pero con esfuerzo, lo logre. En aquel momento tocaba esperar, a que me abrieran la puerta.
Fueron pocos minutos de espera, pero para mí fueron interminables, mi corazón se me iba a salir por el pecho. Escuché como unos pasos se acercaban, en segundos la puerta se abrió.
-      Dina… estas preciosa… -vestía un largo vestido blanco, hasta los pies. Su pelo recogido con una pinza, que dejaban visibles, sus pendientes, pequeños y plateados.
-      Oh Robi, estas muy guapo… pasa, pasa –yo entre en la casa, tenían una amplia entrada, sin muchos muebles. Me sentía nervioso, notaba como me sudaban las manos ¡me quede en blanco! ¡no sabía que decir! –papa, mama, Estela, os presento a Robi –habló al entrar al comedor. Era grande, con varios muebles de una madera moderna, una alargada mesa con varias sillas, del mismo material, una alfombra de terciopelo en el suelo, un sofá blanco, y largo. Sí allí estaban sentados, los supuestos padres de Dina; él, pelo claro y liso, alto y fuerte, tenía esas pecas, que tenía ella, en el mismo lugar alrededor de los ojos, pero él los tenía verdosos. Su madre, era delgada como ella, su pelo era castaño y rizado, tenía su misma tenue en claro de su piel, ojos oscuros ¡pero ambas tenían la misma forma de ojos! Pero no eran los únicos, había, otra chica sentada con ellos, parecía mayor que Dina, su pelo era castaño y rizado, delgada ¡también tenías esas pecas de su padre y la forma de sus ojos a su madre! Ojos verdosos –familia os presento a Robi… estamos saliendo – ¡no sabían nada de mi discapacidad! Lo noté en su mirada, en sus gestos, en su expresión…
-       Hola…
-      Así que tú eres Robi… -se levantó su madre, me dio un beso en la mejilla.
-      ****Mucho gusto –dije nervioso.
-      Iré a preparar el te –dijo su madre, apresurándose a la cocina.
-      Hola Robi -me saludó su padre ¡ni siquiera me ofreció su mano! ¡dejó la mía sin estrechar! –viva hija ¡sigue así! –Dina le echó una mirada furtiva. Después el hombre se alejó.
-      Creo que no les he caído muy bien… ¿no sabían nada de la silla?
-      No, pensé que no les importaría.
-      ¿De verdad? –me extraño –si lo raro es que no les extrañe…
-      Ya, pero en esta familia es diferente, pensé que lo entenderían.
-      Hola… -saludo alguien.
-      Estela….
-      Hola Robi…
-      Ella es Estela mi hermana.
-      Me lo imaginado, os parecéis, tenéis rasgos de vuestros padres, está claro que no sois adoptadas –reí nervioso.
-      Ahora vengo ayudarte, espera aquí –Dina se alejó. Yo me quedé timido sin saber que decir.
-      ¿Es de nacimiento? –me preguntó Estela, estaba claro que me hablaba de la silla.
-      No, tuve un accidente de coche, hace un año.
-      ¿Cómo lo llevas?
-      Fue duro al principio, pero poco a poco me fui adaptando, ahora bastante bien –ella me sonrió.
-      Ya estoy aquí –llego Dina ¡traía una silla de ruedas! Se acercó a su hermana, en el que le sostuvo de las manos, Estela, se levantó, caminaba con dificultad, espalda encorvada, rodillas dobladas… ¡se sentó en la silla de ruedas!
-      ¿Eres discapacitada? –quizás la pregunta fue grosera, pero no me salió de otra forma –ups perdón… -ambas hermanas se echaron a reír.
-      Sí, por su discapacidad, desaparecí, tuvieron que operarla en Alemania.
-      ¿Y todo bien? –me interesé.
-      Sin muchos resultados la verdad…
-      Pero al menos no ha empeorado –siguió Dina.
-      ¿También es de accidente? –tenía curiosidad
-      No, tuve Parálisis Cerebral, pocos días de nacer, por una meningitis.
-      Vaya… ¿nunca has caminado?
-      No, sola no…
-      Pero con ayuda sí, la verdad es que está muy bien, hay otros están  mucho peor que ella.
-      ¡Eso es cierto! –le sonreí
-      ¡Que el té se enfría! –gritaron desde la cocina. La voz era de su madre.
El ambiente era tenso, pocas frases se pronunciaban esas irrelevantes. Se notaba la tensión en el ambiente…
-      Dina ¿saldremos hoy? –preguntó Estela.
-      Claro como cada fin de semana –Dina sonrió a su hermana –iremos los tres.
-      A bien ¿se puede saber cómo lo harás? ¡no puedes llevar dos sillas de ruedas! –hablo su padre.
-      Robi puede llevar su silla, yo llevare la de Estela –forzó una sonrisa, con una mirada a su padre. Estaba nerviosa, sus manos temblaban.
-      A muy bien, así que este chico puede llevar la silla solo –siguió su padre.
-      Este chico tiene nombre… se llama Robi –con esfuerzo, Dina intentaba controlar sus nervios.
-      A muy bien Robi –pronunció mi nombre con sarcasmo – ¿se puede saber que viste en él?
-      Es simpático, divertido y tiene un gran corazón –notaba el sudor en su frente, en sus manos…
-      ¿Y no vistes su silla de ruedas? ¿o es que tan poco te valoras que tienes que recorrer a un minusválido? ¿acaso no pensaste en la situación
-      Jack, no es el momento, para hablar de eso –interrumpió su mujer. También a ella, se le veía nerviosa. Estela, miraba, primero a uno, luego al otro, para acabar al otro. Esa merienda estaba siendo de lo mas incomoda…
-      Claro que vi su silla, pero como si no existiera, por Estela, aprendí, que la silla no es un impedimento, ella puede hacer vida como cualquier otro, es tan persona, y tan normal, como tú o como yo.
-      ¿Tú qué? –su padre me clavó los ojos – ¡seguro que no quieres a mi hija, solo estás con ella por lo buena que es!
-      Eso no es verdad señor… yo…
-      ¡Ya basta! ¡te guste o no, es mi pareja, no pienso permitir,  que le hables así! ¡Estela prepárate que nos vamos!
En media hora, Dina, Estela y yo ya estábamos en la calle, el ambiente seguía pesado a pesar de haber salido de la casa.
-      Uff vuestro padre es duro –comenté.
-      Mi padre no tiene idea de nada, ve a Estela como un objeto al que manipular, ignora sus sentimientos y sus deseos, la tiene en casa encerrada todo el día, no la saca a dar una vuelta porque no le da la gana. Asusta a todos los jóvenes, que desean darle una oportunidad.
-      ¿Qué haces durante todo el día? –pregunté.
-      Nada en casa, he mandado curriculums a distintos sitios, hay una organización para discapacitados, que me pueden dar trabajo, pero mi padre, me lo prohibió, dice que no va a permitir, que yo trabajé en un sitió como ese –explico Estela, con lamentación.
-      ¿Entonces? ¿Qué pretende? –ignoraba.
-      Tener a Estela a su merced toda la vida, dirigirla como a él se le antoje –habló Dina –le compro un ordenador para que se distrajera, para que hiciera novelas.
-      ¿te gusta escribir? –me sorprendí.
-      La verdad es que sí, pero me gustaría hacer algo más, escribir solo es un hobbies, me gustaría, trabajar de algo que pueda ganar dinero.
-      Entiendo… ¿de qué te gustaría trabajar?
-      Manejo bien Word, Excel, Access… entre otros, yo creo que frente a una pantalla estaría bien…
-      Claro, seguro que te iría muy bien…
-      Pero mi padre no quiere ni oír hablar de nada eso… yo la verdad no se qué hacer…
-      Y claro como no eres capaz de revelarte, como no eres capaz de defenderte, de luchar por lo que deseas, por luchar por tu vida… -le reprocho Dina.
-      ¿Qué culpa tengo yo si soy débil?
-      Pues fortalecerte, eso es lo que deberías sino, vas a perder todo lo que deseas en tu vida…
-      Pero Dina a veces eso no es tan fácil  -le recordé. Volvió a ver un incomodo silencio.
-      ¿Ya quedaste con Abel? –preguntó Dina sin aviso. Yo ignoraba quien era ese tipo.
-      Sí, nos espera donde siempre –sonrió Estela.
Lleguemos a un parque, allí en un banco, había un chico, con algo de melena negra, algo musculoso, ojos marrones, piel muy clara. Vestía una camiseta muy ajustada, marrón y  unos tejanos.
-      Hola mi princesa al fin has llegado –se acercó a Estela, se dieron un corto pero apasionado, beso en los labios. Yo me quede sin entender que estaba pasando.
-      Robi te presento a Abel, el novio de mi hermana.

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