martes, 31 de enero de 2012

Cristy; capítulo 17-2

habitación entreabierta cogiendo, la maneta para poder salir notando como los brazos de Cristy la cogían con temblor y nerviosismo. Se soltó de la joven sin brusquedad, saliendo de allí, dejando la puerta cerrada con llave.
  • ¡¡No por favor, no me deje aquí, no!! ¡¡Abra la puerta!! ¡¡ábrala!! –gritaba Cristy golpeando la puerta fuertemente con desespero. Pasaba un montón de gente por esos alrededores, la mayoría la miraban pero nadie la sacaba de allí. Su respiración estaba acelerada, su temblor iba a más, intento varias veces abrir esa puerta empujando lo mas que podía esa maneta, pero nada, la puerta continuaba cerrada. A causa del desespero de tomar esas substancias el cuerpo de Cristy iba cayendo sentado con la espalda apoyada en la puerta cerrada, mientras que sus lágrimas no dejaban de caer.
Las horas pasaban y nadie entraba a consolar aquella joven, que a causa del cansancio se quedó dormida sentada en el suelo, apoyada su espalda en la puerta, su cabeza recostada sobre las rodillas, con sus brazos rodeándola. Despertó a causa que notaba como su cuerpo se iba para adelante, como si la empujaran sintiendo al mismo tiempo, una voz que decía:
  • ¡Que fuerte va la puerta!
Al sentir eso, la joven dio un salto del suelo poniéndose en pie de inmediato, observando como la puerta se abría de golpe, entrando un chico joven, vestido con la misma bata blanca que los de allí, piel morena, pelo corto negro, ojos color miel.
  • Ah eras tu quien barraba el paso, ya pensé, que se había encallado de nuevo, ya me veía comprando una llave nueva –decía el enfermero entre risas.
  • Era yo, me quedado dormida en esa posición lo siento –se disculpó Cristy – ¿qué querías?
  • Vengo a buscarme, para acompañarte al comedor, para poder cenar –le dijo el enfermero -¿tienes apetito? –le preguntó. No hizo falta ninguna respuesta, ya que las tripas de Cristy, contestaron por si mismas –no los hagamos esperar entonces –dijo, viendo como Cristy salía delante de él. Él la siguió en cuanto cerró la puerta de esa habitación.
Dos puertas se abrieron dando paso al salón correspondiente. Cristy observó todo muy detenidamente. Era una gran habitación con veinte mesas rectangulares, expuestas en columnas de dos. En cada una de ellas, eran disponibles seis asientos por dos largos bancos, en cada lado. En el fondo estaban las cocinas, con sus trabajadoras. Delante de estas, una barra para situar las bandejas correspondientes, para repartir los manjares. Toda la sala estaba llena, los murmuros se sentían por todos lados, y el personal correspondiente se encargan en repartir la cena, los medicamentos, y procuraban que todo estuviera en orden.
  • Tienes que ir donde las cocineras, coger una bandeja, que te pongan la cena –le explico en un murmuro, para que le pudiera sentir delante del gran barullo de charlas y risas que había a su alrededor. Cristy no tardo en obedecer, cogiendo esa bandeja blanca, acercándose a la cocinera. En su cabeza tenía un gorro como de carnicera en un supermercado, en el que salía unos pelos pelirrojos, haciendo mas destacable sus pecadas mejillas rosadas de esa cara rellenita al igual que su abultado cuerpo protegido por ese uniforme gris con rallas blancas, que le hacían llevar acompañado de ese delantal blanco.
  • Tu eres nueva ¿verdad? Bienvenida, yo me llamo Rosy, soy una de las cocineras, hoy he cocinado yo, espero que te agrade –se presento esa trabajadora poniéndole en la bandeja dos platos con verdura y pescado, un baso boca abajo protegiendo una servilleta, y los tres cubiertos de plástico correspondientes, con un poco de pan, y un yogurt natural.
  • Cubiertos de plástico ¿por qué? –pregunto extrañada Cristy.
  • Porque a pmas de uno se le gira la cabeza, es capaz de hacer alguna locura –le dijo Rosy en un murmuro, llevando en sus manos una bandeja –siéntate donde quieras, yo ahora voy atender a dos chicos que aun no tienen comida –le dijo. Justamente después se dirigió con paso decidido al otro lado de la sala. Cristy ya sentada en su asiento, de su solitaria mesa se quedo mirando un momento su plató mientras jugaba con el tenedor en su verdura representada por patata, judía verde, coliflor y zanahoria, se podía distinguir como el aceite predominaba bien, al contrario de la sal, que era mas bien escasa. Pero aun y así nuestra protagonista la encontraba que no estaba tan mal, metiéndose una cucharada en la boca saboreándolo.
  • ¡Los medicamentos! –exclamó el mismo enfermero que fue a buscar a Cristy para la cena. Esta giró la cabeza pudiéndole ver con un carrito donde en él, llevaba medicamentos de todo tipo: de bote, de sobre, jeringa…. Al principio Cristy no le dio ni la más mínima importancia pero inconscientemente sus ojos se fueron detrás de esa jeringa…. Le entro un sudor frío, sus manos le volvían a temblar, sus pensamientos solo había dos palabras, que no eran para ella nada nuevas…. ¡alcohol y drogas! El enfermero se acercó a su compañero de mesa, para ofrecerle su respectiva medicación inyectada a través de vena. La joven de dieciocho años miraba la escena con grandes ojos. De repente, sin aviso ninguno, Cristy se puso en pie, se abalanzo sobre el enfermero que ya iba a marchar.
  • Yo también quiero mi medicación –le dijo de repente Cristy.
  • Ha ver… -dijo el enfermero ya liberado, puesto en pie observando la libreta que llevaba con él cogiéndola de la bandeja de abajo del carrito de las medicinas –no Cristy tu no tienes que tomar ningún tipo de medicación –le informó.
  • ¡Sí, si que las necesito, tu ya me entiendes! –exclamó Cristy cogiéndole por la camisa, con rabia.
  • Sabes que de eso, aquí no tenemos –le contesto el enfermero, mirándola a los ojos, intentando mantener la tranquilidad.
  • ¡Pero es que si no tomo, moriré y vosotros seréis los responsables! –exclamó Cristy levantando cada vez mas la voz.
  • Eso no pasara y lo sabes –le dijo otro enfermero que iba con un compañero a separar a Cristy de ese superior que cada vez le apretaba mas el cogote del cuello –tranquilízate Cristy, así no adelantarás nada.
  • ¡No me da la gana tranquilizarme, quiero pastillas, si no me la dais vosotros, matare a vuestro compañero! –grito la joven, observando como el agredido, apenas podía respirar, su cara cada vez mas colorada estaba.
  • ¡¡Seguridad, refuerzos!! –gritaban los enfermeros asustados al ver que la chica no cedía, su compañero corría peligro.
  • ¡¡¡¡Quiero mi droga, quiero mi droga!!!! –gritaba Cristy cada vez mas alterada, empezando a tirar todo lo que encontraba a su paso. Los dos grandullones de seguratas se hicieron notar en la sala cogiendo a la chica, mientras ella no dejaba de hacer más fuerte su pataleta y sus gritos.
La puerta de la habitación de la joven fue abierta haciéndola entrar por la fuerza con toda aquella histeria que le predominaba, haciendo como nueva técnica de defensa los grandes escupitajos que echaba a sus contrincantes. Detrás fue una de las enfermeras con un tranquilizante que no tardo inyectarle por vena, haciendo que la protagonista, pillara un sueño profundo. Las enfermeras se quedaron con ella, metiéndola en la cama, dejándola bien arropada.

Sus ojos se abrieron, la habitación estaba a oscuras, solo se hacía notar el reflejo de la luna, que dejaba su claridad en la sala. Ella miro a todos lados como algo perdida, intentando recordar como había llegado a meterse en la cama. Poco a poco su memoria iba volviendo, recordando todo el arrebato que tuvo. Esa angustia que había sentido le llegaba de nuevo junto con la desesperación. Cerró los ojos, con la esperanza esos pensamientos se desvanecieran, pero fácil no le estaba resultando…. Empezó a sentir unos golpes, que guiándose por su oído, procedían del techo, un ¡Crac! Le sobresaltó, apareciendo de ese espacio la cabeza de un chico.
  • ¡¡¡ahhh!!! –gritó Cristy sobresaltada.
  • Shttttttttt, tranquila, no he querido asustarte, perdóname, no grites mas por favor, que nos van a oír y nos vamos a meter en un lío –dijo esa cabeza, que poco a poco iba apareciendo el resto del cuerpo. Cristy se fijo con cuerpo completo de ese chico delgado por lo que se denominaba en esa oscuridad. Una claridad se despertó, cuando ese chico encendió una pequeña linterna que sacó de su bolsillo. Cristy le observo detenidamente, era un chico muy delgado, casi huesudo, tenía el pelo castaño, con algo de melena, ojos verdosos.
  • ¿Como as entrado? ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres? –no dejaba de preguntar Cristy nerviosa, al mismo tiempo sorprendida – ¡aparta eso de mi cara! –exclamó con toda la iluminación en sus ojos.
  • Para empezar me presentare me llamo Jonhatan, pero mis colegas me llaman Jonny, asi que tu también me puedes llamar así –se presentó el chico.
  • Tu y yo no somos colegas –le aclaró Cristy -¿Cómo as entrao? ¿Qué quieres?
  • He entrado gracias a la rejilla que hay en el techo, hay una en cada habitación, yo ya tengo mi practica hecha de circular por ese terreno –le explico Jonny –y estoy aquí para llevarte conmigo de excursión ¿no eras tu la que quería droga en la cena? –pregunto viendo como esta confirmaba el dicho –pues si me acompañas, te llevare con ella.
  • No me engañes, aquí no hay nada de esto, es un centro de antidrogación, eso me lo han dejado bien claro –le dijo Cristy, de brazos cruzados mirándole de refilón.
  • Droga, droga no hay, pero están los medicamentos que de alguna manera, y tomados sin necesidad ninguna, si que son una droga –le dijo el muchacho.
  • Ostras no lo había pensado de esta forma –dijo Cristy pensando.
  • Entonces ¿qué? ¿te apuntas?
  • Sí suena interesante, y ganas de tomar tengo –fue la respuesta de la joven.
  • ¡Genial! –dijo el chico, subiéndose a una silla que había en la habitación, y con ayuda de sus brazos se fue adentrando en ese agujero –venga, que te ayudo –le dijo observando como esta se subía en la silla. Él le alargó su mano estrechándosela, haciendo esfuerzo hacia él, asta que esta quedo arriba –shtttttttt, no hagas ruido, tenemos que ir gateando, porque, esto esta bajo y de pie no cabemos, sígueme, y recuerda no hagas ruido –le volvió advertir por lo bajo.
  • Tranquilo, tu tira –dijo Cristy que ya estaba a gatas en ese estrecho pero largo espacio. Empezaron andar lentamente, intentado hacer el mínimo ruido posible. Cada vez que en la planta de abajo, tenían una de las habitaciones, ambos se detenían a admirar a través de la rejilla: muchos dormían, otros escribían, otros leían mientras los cuidadores, hacían sus rondas de inspección. A ambos compinches no podían evitar que alguna carcajada saliera de sus bocas al ver a sus compañeros he superiores a escondidas, pero no tardaban en taparse las cremalleras para no ser escuchados.
  • Llévame junto a las medicinas –le dijo Cristy en un murmuro.
  • Ahora vamos para allá –dijo Jonathan sin dejar de gatear, mientras su compañera le seguía –es aquí –la informó abriendo la rejilla y entrando en la habitación, pudiendo ver que tenían el campo libre sin tener a nadie a la vista –espera que te ayudo –dijo, ayudando a entrar a Cristy –mira –dijo cuando estuvieron los dos dentro mostrándole un armario – ¡hay dentro están los medicamentos!
  • Muy listillo, pero… ¡esta cerrado con llave! –exclamo Cristy con los brazos cruzados.
  • Deja al maestro y toma nota –fue la respuesta de jonny con aire de intelectual sacando un alfiler de su bolsillo de pantalón, acercando el alfiler a la cerradura, metiéndolo dentro haciendo varios movimientos con su muñeca, al fin dejando libre la cerradura –¡lo ves, ya esta! –exclamó con alegría abriendo las puertas del armario donde se presentaba a sus vistas todo tipo de medicamentos –son todos tuyos.
  • ¿Y esto me hará sentir bien? –quiso saber Cristy.
  • Si fenomenal ya lo veras –le respondió abriendo un bote redondo de pastillas, posando unas cuantas en la mano de Cristy –tómatelas todas de golpe, como yo –dijo, mostrándoselo como se tragaba de una sola vez veinte pastillas respirando profundamente de satisfacción al tragar el ultimo grupo de pastillas. Cristy le emito sintiendo también complacencia. Los dos se miraron con una sonrisa en sus caras, continuaron con ese juego que era para ellos. Algunos botes así tal cual, otros los chafaban, y se lo mifaban… uno detrás de otro… ambos consiguieron su propósito sin darse cuenta que alguien se acercaba a esa sala. Ellos solo reían y decían tontería tras tontería sin ahuyentar nada… La puerta se abrió…

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