martes, 24 de mayo de 2011

Robi; Capítulo 16







os padres de Dina nunca se enteraron, del escape, y la agresión de su hija. Mis padres tampoco. Los tres decidimos guardar silencio del tema, nomás hablarlo en privado. Desde esa noche, Dina venía a diario, ya no se arriesgo a venir en soledad,  Charlie y yo la recogíamos en secreto, pasábamos horas en soledad los dos, después mi hermano volvía a por nosotros. El inconveniente de esta “doble” vida eran las inmensas ojeras que se me apoderaban. Mi madre y Brayan no dejaban de preguntar, nosotros nos inventábamos las mil y una excusas para tapar la realidad.
Era sábado, no desperté hasta pasadas las 2 del mediodía. Me duche y arregle, justo después de comer. El teléfono sonó.
-      Hola Robi espero no haberte despertado –saludó Abel.
-      No para nada dime –me alegré.
-      ¿Esta  tarde iré a visitar a Estela, ya sabes en el centro donde está, me quieres acompañar?
-      Claro tío, ¿pero estás seguro, que te dejaran verla? Está bastante lejos para ir en vano–le recordé.
-      Sí que está lejos si, a dos horas, faena me ha costado, pero ya logré reunir el dinero para la gasolina. Estoy seguro que no me dejarán verla, pero tengo un as en la manga.
-      Estupendo, pues si, por mí no hay problema.
-      En una hora te recojo.
El timbre sonó, sabía quién era, no me esforcé en explicarle a mi madre nada de Abel, hubiese sido inútil, ya hacía tiempo que salía con Dina aun no se fiaba de ella, y sabía que no lo haría nunca, y lo mismo le pasaba con Abel, lo mismo que le pasaba a Jack, el padre de las chicas, estaba convencida que solo la quería para aprovecharse de ella. Mi sorpresa no fue pequeña al entrar en el coche, y encontrar a Dina ¡que agradable sorpresa!
El viaje fue largo, pero también entretenido. Música, charlas, risas… las dos horas se transformaron en media.
-      Dina ¿Cómo te has arriesgado a venir? Si tu padre te descubre te encierra a ti también, lo sabes ¿no?
-      Sí, y no me importa, me seguiré escapando, es mi hermana, aun no la he visto ni una vez, por más que se lo he pedido, no ha querido llevarme, por un oído le entraba y el otro le salía, no voy a dejar abandonada a mi hermana porque a él se le entoje.
-      Ten cuidado princesa –la entendía pero aun así me preocupaba por ella.
Encontremos aparcamiento con facilidad. Abel estaba nervioso, se le notaba, y no era para menos, estábamos a punto de entrar a lo prohibido, si se  enterara Jack, tendríamos la policía en persecución. Tras de un profundo suspiro entremos. A la derecha, estaba la recepcionista, nos acerquemos con seguridad.
-      Hola, venimos a visitar a una de las ingresadas en el centro –inició Abel.
-      Cuál es el nombre de la persona –se preparaba para buscarlo en el ordenador.
-      Estela Wiliams –siguió el mismo.
-      Ui lo siento, pero esta paciente, tenemos órdenes estrictas de que nadie pueda visitarla –nos miró fijamente sin teclear ni una letra.
-      ¡¿por qué?! –exclamó Abel, sabiendo bien la respuesta.
-      Son ordenes de su familia –se encogió de hombros la recepcionista.
-      Por favor yo soy de la familia, soy su hermana, mire –le mostro el carnet de identidad con sus manos temblorosas–tengo que hablar con ella es importante.
-      Lo siento, habla con tu padre, y consigue que te dé el permiso por escrito, con su firma, y me la traes, o vienes con él.
-      Por favor déjenos pasar, su padre no tiene porque enterarse, tenga le daré esto, si usted no dice nada –le mostró un billete de 50 dólares.
-      Hombre… 50 dólares, son 50 dólares… pero… no es lo correcto.
-      Por favor… -suplicó Abel.
-      Por favor es muy importante para nosotros –insistí.
-      Está bien, de acuerdo, pero no digáis palabra a nadie –se convenció –Está en la tercera planta.
-      Gracias –piquemos al ascensor, pero tardaba demasiado en llegar.
-      Anda subir por las escaleras, yo ya espero –comunicaban sus miradas, ellos no tardaron en subir.
Al subir por el ascensor, allí estaban Dina y Abel, esperándome. Se lo habían pensado mejor y decidieron esperarme. Los tres nos dirigimos a la sala correspondiente… Se parecía al centro de recuperación en el que estuve ingresado, estaba llenos de internos, tan jóvenes como nosotros, claro que estaban mucho peor, allí todos iban en sus sillas, muy pocos andaban en andador.
-      ¡Mirar allí está Estela! –corrió Abel.
-      ¡¿Abel?! ¡Abel! –se sorprendió Estela, abrazándole con fuerza –pensé que nunca más volvería a verte ¿Dina? ¡Dina! –abrazó con fuerza a su hermana –Hola Robi me alegro mucho de verte –me sonrió con alegría. Le correspondí – ¿qué hacéis aquí? ¿papa os a dejado venir a visitarme? –preguntó optimista.
-      No, ni papa ni mama, saben que estamos aquí –respondió Dina.
-      Os vais a meter en problemas, mejor que os vayáis –aconsejó nerviosa.
-      No te preocupes preciosa esta todo controlado, no habrá problema de verdad –la tranquilizó Abel.
-      ¿Y qué tal por aquí? –preferí cambiar de tema, para que estela, no se sintiera tan incómoda.
-      Bien, pero preferiría estar en casa, preferiría soportar a mi padre y poder estar con vosotros –nos miremos sin saber que decir. Se nos acercaron una cuidadora joven, y un hombre, cerca de los sesenta años, poco pelo en su cabeza, delgado como un esparrago, montones de arrugas en su rostro. Llevaba gafas, aunque miraba por encima de estas, en mi opinión tenía una mirada de lo mas pervertida.
-      Estela, a la ducha –habló la cuidadora.
-      ¿Ahora? Es que tengo visitas… ¿no puede ser mas tarde? ¿o mañana?
-      No, tiene que ser hoy y ahora, Sam, se tiene que ir, en una hora, yo sola no puedo ayudarte.
-      ¿Y Blake donde está? –quizás era mi imaginación pero parecía asustada.
-      Ha tenido que cogerse el día libre.
-      Vamos Estela será rápido –se apodero de su silla ese Sam.
-      Bueno chicos esperarme, no tardo… -dijo no muy convencida. Vimos como se alejaba. El tiempo pasaba, entre charlas, observábamos el lugar. Los minutos avanzaban, Estela no volvía ¡ya hacía más de una hora! Preguntemos a otra cuidadora.
-      Pues aun estará en la ducha, hay chicos que son tardados.
-      Pero el cuidador, Sam, creo que es su nombre, ha dicho que no tardaría, de eso hace más de una hora –le recordé.
-      A veces surgen improvisos y se retrasan mas –fue su única respuesta. Dicho eso se alejó.
-      Escuchar chicos no me gusta nada, tengo un mal presentimiento…-hablé.
-      ¿Qué? ¿de qué hablas? –me preguntó Dina.
-      ¿No os habéis fijado como miraba a Estela el tío ese? La miraba muy pervertidamente ¡espera Abel! –Abel se levantó de su silla, fue directo a una cuidadora
-      ¿Por favor podría ir a ver, si va todo bien con Estela?
-      ¿Por qué no debería ir bien?
-      ¿Por favor se lo pido… podría ir a mirar a preguntar?
-      No tengo tiempo de estas tonterías, tengo muchísimo trabajo hacer… -se disponía a marcharse.
-      No, por favor, yo soy su novio, dígame donde están los baños, iré a preguntar para quedarme tranquilo y ya.
-      No le puedo decir donde están, está prohibida la entrada a Familiares.
-      Al fondo a la derecha, última puerta –se oyó una voz, era una chica en silla de ruedas.
-      Gracias –Abel, no tardo en correr hacía la dirección indicada.
-      ¡Ei espera, tú no puedes pasar ahí! ¡detened a ese chico! –fuimos testigos de cómo varios guardias corrían tras de él. Nosotros no fuimos menos.
-      ¡Estela, Estela! ¡¿estás ahí?! –gritó Abel.
-      Abel, Abel ¡ayu…! –fue lo único que se escuchó por parte de Estela.
-      ¡Cállate! ¡O te arrepentirás! –alcancemos a escuchar.
-      ¿Lo han oído? ¡Estela está en peligro! –empezó a empujar la puerta con desespero. Dina y yo nos acerquemos ayudarle, nadie más lo hacía.
-      Dejar de decir tonterías, todos son imaginaciones vuestras, ¡yo no escuchado nada! ¡cogerles! –ordeno.
-      ¡¡No!! ¡¡¡Estela, Estela!!! –la puerta se abrió dando un portazo. Allí se encontraban, fuimos testigos de Estela desnuda y atada de brazos y piernas, abiertas estas últimas y Sam igual encima de ella, su cuerpo entre ellas, para lograr inmovilizarlas. Todo el cuerpo de Estela se encontraba amoratado, sus inchados ojos llenos de lagrimas.
-      Pero… ¿qué significa esto? –preguntó una cuidadora, la misma que ignoraba a Abel.
-      ¡Desgraciado! –le pegó un puñetazo, al anciano pervertido. Intente detenerle, no era que no se lo mereciera, porqué se merecía muchísimo más, pero no quería que Abel se metiera en más problemas, por tener razón. Dina corrió hacía Estela, consolaba su llanto desconsolado, la abrazaba con fuerza, se sacó su chaqueta, se la pasó por encima a su hermana,, la abrigo, tapó sus intimidades, que ese hombre no debió ver y menos tocar, él no sabía si era consciente del trauma que causó a esa joven –llamen a una ambulancia ¡rápido! –gritó Abel.
-      ¡Y la policía también! –siguió Dina -¡no permitan que se escape! –varios educadores, impidieron a el paso, a ese hombre.
-      Por favor dejen que me vaya, no volveré abusar de nadie más… -lloraba el abusador.
-      ¡Ni lo sueñes! –gritó el director del centro –es un delicto muy grave, el que as cometido, debes pagar por ello –habló con gran seriedad.
-      Yo quería gritar… de verdad… pero él me pegaba… me amenazo de matarme, me pegó fuerte… -lloraba Estela, temblaba abrazada a Dina.
-      Tranquila… ya pasó todo –le consoló Dina.
-      Exagerada, no fue así de verdad –siguió Sam.
-      A mí también me lo hizo… exactamente lo mismo… -todos nos giremos, era la misma chica que le indico donde estaban los baños Abel.
-      Quiero irme a casa de verdad, no quiero estar más aquí –suplicó Estela.
La policía no tardó en llegar, la ambulancia igual, hicieron un reconocimiento rápido a Estela, pero aun así la metieron en el vehículo para hospitalizarla, que la revisaran más a fondo. Dina la acompañó. Abel y yo nos quedemos dando parte a la policía, después hacía el hospital indicado donde ingresaron a Estela.

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