domingo, 8 de mayo de 2011

Robi; Capitulo 15







Desperté esa mañana extraño, me sentía confundido, como si lo acabado de vivir, no fuera más que una pesadilla, subimos a ese avión para pasar una semana divertida y novedosa, no pasemos más de dos días, todo por culpa del padre de las chicas. Llegó hecho una furia, sin querer escuchar nada ni a nadie. Agarró a Estela como un animal, cogió del brazo a Dina obligándolas a irse con él. Estaba muy enfurecido, no aceptaba un no como respuesta, no aceptaba entrar en razones con alguien. Los padres y hermanos de Abel, intentaron que Jack entrara en razón, pero no le conocen, nadie puede hacerlo. Dina se quedó atrás, quería decirnos algo, pero su padre se acercó con paso decidido, le cogió del brazo con fuerza, y la arrastró hasta el coche, entre frases de furia:
-             ¡No voy a permitir, que dos mocosas como vosotras se rían de mí, soy vuestro padre, yo mando sobre vosotras, por mucho que os joda es así, os di una orden, la habéis desobedecido, y encima hacéis sin siquiera consultármelo, pero esto se acabo! ¡¿queréis dureza?! ¡la tendréis! –sus ojos repletos de ira, echaban fuego.
-      Bueno, estamos todos muy nerviosos, si logramos tranquilizarnos… –iba tras él la madre de las chicas.
-      ¡Son mis hijas! ¡Usted no tiene que decir nada de ellas!
-      Pero mi hijo es buen chico, cuidará bien de su hija, nunca permitirá que le ocurra nada.
-      Su hijo no se volverá acercar más a mi hija, por lo contrario llamaré a la policía, y diré lo que sea necesario, para que le mantengan alejado.
-      ¿Qué quiere decir? –se adelantó el padre de los chicos.
-      Piensen un poquito que tampoco es tan complicado –esas fueron las últimas palabras de Jack.
Estaba claro lo que aquellas palabras significaban <<no iba a permitir que Estela y Abel se vieran ni siguieran en contacto, aunque para ello tuviera que mentir, y pisotear a quien hiciera falta, para mantener alejado a Abel.
Después de ver como el coche de las chicas se alejaba a gran velocidad y brusquedad, nosotros, decidimos también volver, debíamos averiguar, hasta que punto sus palabras eran ciertas, y hasta donde llegaría Jack para cumplirlas. Sabíamos que ese día no era prudente ir, pero esperemos a la mañana siguiente para ello.
-      Hola… ¿qué hacéis aquí? –nos recibió con mala cara la madre de Dina y Estela.
-      Señora por favor, déjenos ver a las chicas –hable suplicante.
-      Lo siento mucho pero os tenéis que ir, no sois bien recibidos, Jack no quiere que veías a las niñas ni por casualidad…
-      Por favor señora, déjenos hablar con ellas, es importante –intentó Abel.
-      Yo ya he hablado, así que por favor iros, olvidaos de ellas, porque ellas ya no volverán con vosotros –estaba asustada era más, atemorizada ¿le pegaría su marido? Empezaba a creerlo, lo que sí estaba claro es que su carácter, atemorizaba a cualquiera.
-      Mama ¿quién es? ¿es Robi y Abel? – ¡era la voz de Dina! –
-      ¡Dina, Dina! –no debí hacerlo lo sé, pero no iba a perderla sin luchar.
-      ¡Robi! –escuché como bajaba las escaleras de cuatro en cuatro.
-      ¡No! ¡Debéis iros debéis iros ya! –se entre puso el cuerpo de su madre.
-      Por favor mama, déjame hablar con él ¡lo necesito! ¡ambos lo necesitamos! ¡Solo  cinco minutos por favor!
-      Sabes bien que no puedo, por favor Dina no lo pongas más difícil… -suplicó su madre, con esfuerzo contra la fuerza de su hija.
-      Y Estela ¿ella está bien? ¿Dónde está? ¿puedo verla? –inició Abel con Desespero.
-      ¡Ella esta internada en el centro nacional para discapacitados físicos! –grito Dina contra la fuerza de su madre.
Las clases habían empezado, tenía la esperanza de  volver a ver a Dina, allí nadie podría prohibir que nos viéramos, y habláramos con libertad, sin esas miradas asesinas penetrando de su padre. ¿Cuál fue mi sorpresa? Que Dina no fue a clase, sonaría un poco tonto que preguntara por ella, todo el mundo sabía, que éramos pareja, pero… yo no podía aguantar más debía preguntar, su madre no me dejaba verla, y el teléfono me salía con la típica cantelera apagado o fuera de cobertura
-      Profesora hoy Dina no ha venido, si quiere le puedo dejar la tarea correspondida –indique con mi mejor sonrisa.
-      ¿Cómo? ¿Qué no te has enterado Robi? ¿no eres la pareja de Dina?
-      ¿Enterarme de qué? ¿de qué está hablando?
-      Dina no volverá más, la cambiaron a lo privado, ya sabes uno de esos de conventos –os aseguro que fue como tirarme un jarrón de agua congelada por encima, clavarme una espada en el corazón ¡su padre estaba cumpliendo a rajatabla su palabra! ¿y ahora qué? ¿Cómo iba a recuperar a mi princesita? Realmente el mundo se me vino encima…
Eran media noche pasadas, aun seguía con los ojos, como búhos, había perdido el recuento de las vueltas que había dado a entre las sabanas, ahí, seguía sin poder dormirme ¿Qué estaría haciendo Dina? ¿Estaría bien? ¿Qué pasaría ahora? ¿La habría perdido para siempre?  ¿Así? ¿De un momento a otro? ¿Sin hablar al menos? Aquella situación, me estaba matando, lo peor es que no podía hacer nada para impedirlo. Unos golpes en la ventana me sobresaltó. Me asomé… ¡no me lo podía creer! ¡Era Dina! La abrí sin pensarlo.
-      ¿Dina? ¿Dina eres tú? –vaya pregunta mas tonta ¡claro que era ella! – ¿qué haces aquí a estas horas? –no podía salir de mi asombro – ¿tu familia te ha dejado venir?
-      Robi, ¿Cómo estás? No podía callar mas necesitaba hablar contigo, explicarte… lo siento mucho Robi, mi padre me ha cambiado de escuela, ahora estoy en un convento –indico con mala cara –le odió por mucho que sea mi padre, no tiene ningún derecho de hacer esto…
-      ¿Por qué no has llamado? ¿por qué te has arriesgado a venir? –yo solo velada por su seguridad.
-      ¡Odio a mi padre! Me cortó el móvil, él y mi madre me controlan todo el día, solo me quedaba escaparme ahora por la noche. ¡No quiero perderte Robi! –se sentó en el filo de mi cama. Lagrimas brotaban por sus mejillas.
-      He princesa por favor no llores que se me parte el alma –le acaricié su mejilla con suavidad –mi corazón es tuyo, nadie podrá cambiar eso, ni siquiera tu padre –nos hundimos en un tierno y confortable abrazo –¿mejor?
-      Si no fuera por ti, no sé qué sería de mi, gracias mi vida –me besó con dulzura en la mejilla. Nos acostemos en mi cama. Nos Abracemos en silencio, no hacían falta palabras, ambos pasábamos por lo mismo. Los dos entendíamos el sufrimiento del otro. Sin ser conscientes nos dormimos abrazados. Desperté, cerca de las tres de la mañana. Dina dormía profundamente ¡estaba tan bella! Me supo tan mal despertarla.
-      Cariño despierta
-      ¿Eh? ¿Qué pasa? Ya salió el sol…
-      No que va –no pude evitar reírme –pero ya es muy tarde, aunque me encanta tu compañía, desearía estar así siempre, creo que deberías volver a casa, antes que tus padres se enteren.
-      ¡Jo! ¡yo no quiero irme! Pero tienes razón… prométeme que me esperarás.
-      Te lo prometo –no quería a nadie más que no fuera ella.
-      Bien, porque una noche cercana, volveré entrar por tu ventana –me besó, fue largo y apasionado.
-      Espera, que me preparo y te acompaño –le dije convencido.
-      ¿Qué? No hombre tu quédate aquí.
-      ¡¿Y dejarte sola, a estas horas a tanta distancia?! ¡Ni pensarlo, te acompañó! –exclamé decidido.
-      Robi por favor, no me hagas sufrir, si me acompañas, es lo que haré cuando vuelvas solo.
-      ¡Pos lo mismo que yo! –me doble de brazos indignado.
-      Mi amor, no me pasará nada, mas tarde he llegado a veces ¡y sola!
-      Ya pero no me quedo tranquilo, déjame acompañarte.
-      No me pasará nada, confía en mí…
-      Si yo en ti confío, en quien no confió, es en la gente de fuera –le recordé.
-      No me pasara nada de verdad ¿si quieres te llamo?
-      Sí, por favor hazlo –supliqué
-      Muy deprisa hablo yo… ¿Con qué teléfono?
-      Ten llévate el mío, llámame al de Charlie –por mi fortuna se lo había dejado en mi cuarto –yo mañana se lo explico todo.
-      Gracias, eres un sol –me volvió a dar un apasionado beso.
-      Ten cuidado princesa, esperaré tu llamada impaciente.
-      Te llamaré –me guiño un ojo, mostrándome esa sonrisa preciosa que tanto me encantaba.
El tiempo pasaba y su llamada no llegaba, por más que intentaba estar tranquilo no lo lograba… 03.00… 03.15… 03.30… 03.45…04.00… vale que iba andando, pero me aseguró que correría ¿por qué aun no me ha llamado? ¿es qué aun no había llegado? ¿O es que mi móvil se había quedado sin saldo? Aseguraría, que tenía bastante dinero, pero… ¿y si le había pasado algo? ¡No! ¡Eso no podía ser! Al fin… ¡la llamada! –noté como el móvil vibraba mi nombre salía en pantalla, es decir Dina era su remitente.
-      ¡Al fin princesa! ¿ya llegaste a casa? ¿todo bien?
-      Robi, alguien me está siguiendo.
-      ¡¿Cómo?! ¡¿Quién?! –me sobresalté.
-      No lo sé, pero siento sus pasos… tengo miedo Robi ¡ah! –escuché su grito de terror.
-      ¡Dina, Dina! –grité con todas mis fuerzas, pero la llamada se cortó. Ahora sí que no me podía quedar en casa, me senté en mi silla de ruedas, y fui en busca de Charlie, Dina estaba en peligro, necesitaba a alguien que me llevará donde se encontrara, por las fuerzas de mis brazos tardaría demasiado ¡podía ser demasiado tarde para mi Dina! le desperté a gritos, con un ojo medio abierto y el otro cerrado, entrelazando palabras me preguntó qué pasaba. Le expliqué  rápido ¡ni respiraba! Pero él me entendió. Me ayudó a vestirme sí, podía yo solo, pero tarde mínimo una hora, no había tiempo, la vida de Dina corría peligro. Arranquemos el coche, iniciemos el trayecto que haría Dina de mi casa a la suya, despacio sin dar mucho gas al coche. Sin aviso grité – ¡allí, está allí, para el coche, páralo! –grité nervioso. Pude ver como un enmascarado apuntaba con una navaja a Dina –¡¿pero que está haciendo este loco?! –me impacientaba, mi hermano iba demasiado lento. De un salto, me senté sobre mi silla.
-      ¡Espera Robi que te llevo! –pero no esperé, con toda la fuerza de mis brazos, me dirigí hacía el asaltante.
-      ¡¡Dina!! –grité
-      Robi… tiene un arma… -me advirtió Dina atemorizada.
-      Exacto y no dudaré en utilizarla –la situó en el cuello de Dina.
-      Tranquila Dina no te pasará nada, te lo prometo –quería disimularlo, pero estaba atemorizado.
-      ¿Y quién lo va impedir? ¿tu? No me hagas reír –una risa fría salió. Apretó el cuchillo en el cuello de Dina. Ella temblaba. Yo también. Fui testigo de cómo la mano del agresor bajaba por su cuello, deteniéndose en sus pechos, estrujándolas en ellos.
-      Robi, ya te ayudo –escuche como Charlie se acercaba.
-      ¡No! ¡esto es cosa mía! –le detuve. Él obedeció.
-      Deja que te ayude tu amiguito, tú no puedes conmigo, me quedaré a tu novia… um… tienes unos pechos suaves… apetitosos… -una lágrima descendió por la mejilla de Dina.
-      ¡Suéltala! ¡o te arrepentirás! –grité no sin tener mi cuerpo temblando – ¡no te atrevas a tocarla, ni un solo pelo de la cabeza! –me sentía rabioso, debía hacer algo para salvar a mi princesa ¿pero qué? En este maldito cacharro, ¿Cómo podía ayudarla?
-      ¿Cómo dices? –se burlaba el enmascarado –ui perdón, ya le saqué un pelo de la cabeza.
-      Robi… -pronunció mi nombre asustada Dina.
-      Tranquila princesa no te pasará nada, te lo prometo –debía hacer algo… debía pensar rápido.
-      Qué manía en prometer algo que no se va cumplir…  nadie va a salvar a tu princesa… -volvió a pronunciar princesa con desdén. Su mano, bajaba por su cintura, llegando a su zona prohibida, tactando en esa zona –¡um… que rico se siente! –cerró sus ojos emitiendo placer.
-      No, por favor… se lo suplicó –se me partía el alma en ver en ese estado a Dina, sus ojos no podían dejar de derramar lágrimas ¿Qué podía hacer? Me preparé para coger carrerilla. La ira me estaba invadiendo deja a Dina, deja a Dina, deja a Dina –mi mente trabajaba con rapidez.
-      ¡¡¡Deja a mi princesa!!! -Con todas las fuerzas de mis brazos me dirigí hacía el atacante ¡sí! ¡Le atropelle! –le pase las cuatro ruedas por encima del pie, fue estupendo el grito de dolor que pegó el individuó ¡al fin mi Dina fue libre!
-      ¡Oh Robi, muchísimas gracias! Pensé que no volvería a verte más…. –lloraba mientras me abrazaba Dina.
-      ¡Mal nacido! –el atacante estaba rabioso, venía a por mí, protegí a Dina, no iba a hacerle más daño.
-      ¡La policía! –gritó Charlie. Todos miremos, era cierto, la policía se acercaba con las luces encendidas.
-      ¡No! –gritó el hombre, aparcando su rabia, saliendo corriendo por patas, provocando por poco su propia caída.
-      ¡Oh  Robi, he pasado tanto miedo! –me volvió abrazar Dina con lágrimas en sus ojos.
-      Oh Dina ¿estás bien? ¿te ha hecho daño? –me preocupé.
-      Me quedado sin dinero, pero estoy bien… ¡gracias a ti! ¡gracias! Te amo… -me susurró entre otro abrazo.
-      ¿Ei chicos estáis bien? –se acercó Charlie a toda prisa.
-      Estamos bien –le garanticé con una sonrisa. Note alivio en el rostro de Charlie.
-      Volvamos a casa. Dina te llevamos a la tuya –habló Charlie. Caminemos al coche, para volver cada uno a nuestro hogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las novelas largas de Vanesa Ruiz García.... Segunda parte.......

4.- Robi: Historia de un joven con discapacidad Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Cap...