martes, 26 de abril de 2011

Robi; Capítulo 12



M
e levanté esa mañana nervioso, Dina me telefoneó la noche antes, me quería invitar a su casa a comer, yo no las tenía todas conmigo, sus padres no me aceptaban y dudaba que aceptaran otra visita de las mías, no quería causar más malestar a Dina y a Estela. Pero si no fuera poco, Dina decidió invitar también a Abel ¡presentarlo como el novio de Estela! Sí, estupendo porque es la realidad, pero… con el carácter de su padre ¿era la mejor opción? No sé, tenía el presentimiento de problemas, algo me decía que se cumpliría.
En esta ocasión me vestí más informal, con camiseta blanca ajustada, pantalones tejanos, bambas, me perfume, con mi colonia favorita. El timbre sonó. Debía ser Abel, quedemos que él me recogería, nos iríamos a casa de las chicas. Alguien llamo a la puerta.
-      Robi un chico te está buscando –entró mi madre.
-      Sí mamá, es Abel, ahora voy gracias.
-      ¿Y quién es ese chico?
-      Es el novio de la hermana de Dina.
-      ¿La chica discapacitada? –afirmé con un gesto de cabeza.
-      Otro igual que Dina ¡seguro que se quiere aprovechar de la pobre  chica!
-      ¡No mama, deja de criticar, es buen chico tu no lo conoces, sin conocer, tú no puedes hablar! –sirvió, porque ya no habló más, yo fui a recibir a Abel.
-      ¿nervioso? –observé que se había vestido con su mejor traje.
-      Un poco la verdad… bueno mucho, por lo que me hablo Estela no es un hombre fácil de conquistar, y no puedo evitar tenerle un poco de respeto a la situación.
-      Yo también se lo tendría –no pude mentirle.
-      Tú ya les conoces ¿verdad? Cuéntame… como fue la experiencia…
-      Bueno, si te soy sincero no muy bien, no sabían nada de la silla y bueno, no se lo tomaron como esperaba.
-      ¡¿Teniendo a Estela de la misma forma no te aceptaron?! –se sorprendió.
-      Más bien Estela fue la causa de su actitud, según ellos los discapacitados, somos unos inútiles, que no tenemos derecho a enamorarnos ni hacer nada en la vida.
-      ¿Lo voy a tener difícil verdad?
-      Me temo que sí –mi respuesta fue de lo más sincera. La melodía de un móvil sonó.
-      Joper, siempre tan oportuno –exclamó Abel. Se echo a un lado con los cuatro intermitentes –hola mama, dime, estaba conduciendo pero dime… no, no me molestas, ya me he detenido, dime…
-      He estado hablando con tu padre, y tus hermanos, nos gustaría que vinieras a pasar unos días con nosotros –hablaba tan alto, que hasta escuchaba sus palabras.
-      No se mama, tengo que consultar la agenda… ya sabes el trabajo y eso… -me miraba a mi sin saber que decir.
-      ¡Oh hijo, tu siempre tan ocupados para todos menos para nosotros!
-      Sabes que no es verdad, que os quiero mucho, pero tengo trabajo, no puedo visitaros tanto como me gustaría, aparte que los vuelos no son precisamente baratos, es necesario ahorrar para ello… pero me acuerdo mucho de vosotros.
-      Si, ya, pero con decirlo no es suficiente, se necesita demostraciones, va vente este fin de semana que viene, tráete a tu novia, la chica de quien nos hablas, deja que conozcamos a esa chica que tanto nos has hablado…
-      No se mama… ahora no puedo hablar, te llamaré cuando pueda.
-      De acuerdo, piénsalo estamos deseando verte y también conocer a esa chica especial.
-      Sí mamá después te digo –se disponía a colgar.
-      Cuidate cariño, te quiero mucho, aquí todos te queremos ya lo sabes, estamos deseando abrazarte… Espera que tu padre te quiere decir algo…
-      Mama, no, tengo que colgar lo siento, después hablamos –sin más palabras colgó –uffff de verdad, cuando empieza no acaba.
El coche se detuvo delante de la puerta de las chicas. Sentía los nervios en el cuerpo de Abel. La puerta de la casa se abrió, salió Dina a recibirnos. Ella sacó mi silla del coche, y me la acercó. Me besó en los labios. Un beso corto pero apasionado. Después saludo a Abel, con dos besos en la mejilla.
-      Bien este es el plan para comenzar… eres amigo de Robi, que habías pensado que te acompañara, así todos salir… eso hasta que Estela se atreva a dar el paso, de confesar que sois pareja –Abel y yo nos miremos y estuvimos de acuerdo.
-      Mama, papá Robi ha llegado, se ha traído a un amigo –habló Dina.
-      ¡¿Cómo?! ¡¿y no podía ha ver avisado?! –salió de su escondite el padre.
-      Lo siento señor, pensé que no importaría –realmente estaba en su derecho de quejarse, la verdad me sentí de lo más incomodo.
-      Calla Jack, no pasa nada, hay comida de sobra –habló su mujer –hola yo soy la madre de Dina, la amiga de Robi.
-      Es mi novio mamá –recordó Dina con mala cara. Le agarre con fuerza su mano, mostrándole una sonrisa.
-      ¿Queréis tomar algo, antes de comer? –preguntó educadamente la mujer.
-      Yo me voy a que me toque el aire –gruño el jefe de la casa.
-      ¿Ahora? Si vamos a comer… -recordó su mujer.
-      Se me ha ido el hambre, con tanta chulería en una casa ajena –estaba claro que hablaba de mi. Baje la cabeza avergonzado.
-      ¡Papá ya está bien! ¡No es justo que le hables así!
-      ¡Lo que no es justo que el tipo este toree como le sale de los cataplines en mi propia casa! –se encaró a su hija pequeña.
-      Señor, no la regañé a ella, ha sido mi culpa, le pido perdón , en verdad debí haberle pedido permiso –me entrometí.
-      ¡Jack basta ya! ¡estás haciendo un espectáculo de algo que no tiene importancia! –habló su mujer, su voz se escuchaba severa.
-      ¡¿Encima estas de su lado?! ¡es increíble! ¡me voy, no se a qué hora vendré!
-      ¡Papa espera! –todos los ojos fueron a Estela –no es amigo de Robi, es mi novio, hace ya dos años que salimos, es Abel, el chico que me proibiste ver.
-      ¡¿Pero tú estás tonta o qué?! ¡¿es que no me escuchas?! ¡te va hacer daño!
-      No señor, yo amo a su hija, nunca le haría nada que le dañara.
-      ¡Tú calla! ¡no tienes derecho hablar! ¡Yo conozco muy bien a los chicos como tú! ¡Nadie se fija en una chica en silla de ruedas! ¡nadie excepto alguien que quiera abusar de ella! ¡Aquí estoy yo para impedirlo para proteger a mi pequeña!
-      No señor, de verdad debe creerme, yo nunca haría daño a su hija…
-      ¡Lárgate! ¡que te vayas de mi casa!
-      No papa, por favor… escúchale… -se me partía el corazón al ver las lágrimas de Estela. Abel, se acercaba a la puerta.
-      Espera Abel, vamos contigo –hablo Dina, agarrando la silla de su hermana.
-      ¡Ninguna de las dos va a salir por esta puerta! ¡porque está es mi casa y yo mando!
-      ¡No papa, a mi aun me tienes a tu merced, porque soy menor, pero a Estela, no, tiene 22 años y puede hacer lo que le plazca, yo respondo por ella! ¡Mírala, está deseando salir de aquí, yo no le voy a cerrar puertas, como has hecho tu, la voy ayudar, voy hacer todo lo posible para hacerla feliz, aunque tenga que saltar sobre de ti, lo voy a conseguir! –lo dijo alto y claro, si un tartamudeo, ni un temblor, sin sacar los ojos a los de su padre ¡nada, fue todo serenidad y valentía!
-      ¿No vais a tener problemas cuando volváis a casa? –preguntó Abel, rompiendo ese silencio incomodo.
-      Probablemente, pero no me importa, no pienso agachar la cabeza cuando se equivoca –habló decidida Dina.
-      Pero cariño, tú eres menor, estas bajo su responsabilidad –le recordé.
-      Sí, pero Estela no, ella solo no puede defenderse, yo actuó por ella.
-      Pero te vas a meter en problema por mi culpa, no quiero, ya sabes cómo es el papa –hablo con temor Estela.
-      No te preocupes, tarde o temprano tendrá que bajar del burro, quizás suframos un poco pero, lo lograremos –sonrió a su hermana. La misma sintonía de móvil se escuchó, tenía claro que era de Abel.
-      Ufff pero que pesada… -estaba claro que era su madre –es mi madre, quiere que vaya el fin de semana, allí con ellos, que tu Estela te vengas conmigo.
-      ¿Qué? Me encantaría ir de verdad… pero con todo lo que hay…
-      Descuelga y dile que sí, tengo un plan en mente… -la voz de Dina se escuchó decidida.
-      Hola chicos ¿habéis comido? –nos saludo la madre de las chicas.
-      Sí mama, ya hemos comido ¿y papá? –preguntó Dina.
-      Se acostado un rato, después de que se le pasara la furia que llevaba dentro.
-      Mama, tenemos que hablar –Dina dio un paso al frente.
-      Bien vayamos a la cocina, los chicos que esperen aquí.
-      Pero mama… –inició Dina.
-      No de verdad ir vosotras, nosotros mejor esperamos aquí… -fue mi opinión. Ellas aceptaron, con pesar, se alejaron.
-      ¿Pero tú estás segura de querer ir? –yo ignoraba lo que pasaba en la cocina.
-      Sí mama, ya hace años que conozco Abel, me hace ilusión conocer a su familia. Por otro lado nunca salgo de casa, si no es por aquí cerca.
-      Pero hija, no te gusta mejor Robi, es bien guapo el chico, tenéis mucho más en común.
-      ¡Mama, Robi es mi novio!
-      Yo quiero a Abel, lo amo, no quiero a ningún otro.
-      Ya lo sé, pero cariño, tienes que ser realista, los chicos son muy malos, cuando ven una chica como tú, vulnerable, indefensa, se ríen, solo quieren dañarla, tu padre es muy duro lo sé, pero es que te quiere, solo desea protegerte.
-      Pero no son formas mama, debería mirar lo que quiero, debería dar oportunidades.
-      Por otro lado, si lo vuestro sigue para adelante… ¿quién te va ayudar? ¿Quién se encargará de la casa? Él, lo dudo.
-      Pero eso es absurdo –se expresó Dina –yo cuidaré de Robi, me encargaré de la casa, todo lo que haga falta, para que esté bien, para que estemos bien.
-      Pero Dina no es lo mismo, tu eres mujer, es lo más normal que te encargues de todo eso, pero el chico este… no es lo más razonable, que un hombre se encargue del hogar, encima ayudar a todo a su chica…
-      Sí yo se que lo hará, no será un impedimento, sé que me ayudará con mucho gusto.
-      No hija… no es tan sencillo.
-      Bueno, a lo que íbamos, ¿le dejáis ir el fin de semana o no?
-      Uffff es lo que hablábamos, no me hace ninguna gracia, que esté con ese chico sola.
-      ¿Y si yo la acompaño?
-      Bueno si tú le acompañas Dina me sentiré más tranquila.
-      Pero Robi, tendrá que acompañarme.
-      ¿Robi? ¿Qué tiene que ver él? ¿Por qué os tiene que acompañar?
-      Porqué es mi novio, si no viene voy a estar todo el finde sin verle –para nada convencía a su madre –vamos mama, ya me conoces, tengo la cabeza en su sitio, no tengo ninguna intención de perder mi virginidad, dormiremos en habitaciones separadas, te puedes encargar de hablar con los padres de Abel, para que así lo hagan… por favor… ¿Cuándo te he fallado yo? Aun menos estando en juego la libertad de Estela… porfa tienes que decir que sí.
-      Está bien de acuerdo… os dejo ir… -las dos hermanas se abrazaron a su madre con alegría.
-      ¿Y qué pasa con papa? Él seguro que pondrá el grito en el cielo –recordó Estela.
-      No os preocupéis por él, vosotras, no digáis nada, ya me encargó yo de él –con esa alegría las chicas salieron a darnos la noticia.

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