Una tarde de pasión en febrero

Jessica miraba por la ventana, sentada desde su silla de ruedas, con una taza de chocolate caliente entre sus manos. El cielo estaba blanquecino. Los copos de nieve no dejaban de caer. Una capa de un metro de blanco ya cubría el suelo. Una sonrisa se dibujo en sus labios de rojo carmín, no tardo en dejar la taza, en el mueble y empujando su silla de ruedas, se dirigió a la puerta, sin tardar en abrir, para recibir a Jack, su pareja.

-      ¡Hola cariño!

-      Hola cari, que gusto verte, que frio hace fuera por dios, no salgas que te congelarás… ¡oh chocolate caliente! tomare un poco… -se apoderó de la taza Jack. Sin aviso, Jack noto como su camisa, se elevaba, y unos labios ardientes besaban su vientre, mordisqueaban su ombligo –oh sabes que eso me encanta… -se agacho a su nivel, le miró a los ojos –tu sabes que yo te amo con toda mi vida ¿verdad? -Se miraron a los ojos, sin tardar en besarse, en los labios. Los labios no tardaron en bajar por el cuello de ella, lentamente, con tacto. La lengua de ella jugaba con la oreja de él. Las manos de ambos, acariciaban el cuerpo del otro –espera aquí amor, iré a preparar la chimenea.

Al volver, Jack se encontró dos botones de la camisa de su esposa desabrochados con ese hermoso escote a la vista. La alzo en brazos, la condujo asta el cuarto, sin dejar de besarse. La acostó en esa cama de sabanas blancas. Le desabrocho, el siguiente botón de su camisa, y le empezó a besar con dulzura la piel, de esos pechos grandes y firmes, de tanto sus manos, bajaba por su tripa, llegando a esa cueva prohibida, protegida por el pantalón. Acarició con suavidad.

-      Ahora tu… -escuchó por parte de Jessica. Él se sacó la camisa, ella le besaba el cuello, el pecho, jugaba con sus pezones, y bajaba… bajaba lentamente. Su mano traviesa se adelantó, tactando ese paquete grande y duro –Vaya parece, que la fiera quiere jugar…

-      Es toda tuya amor… -no tardó en saltar de su escondite. Jessica, la besó, lamió y entraba y salía de su boca como si de un helado se tratara. La mano de Jack llegó, a ese jardín prohibido con aroma de rosas –me encanta tu olor –transmitió acariciando su vientre, notando como los bellos se erizaban. Sin mas deligación, besó, lamio, y jugó con cada centímetro de piel de esa selva sin vello alguno.

-      Te amo, amor… quiero demostrártelo…

-      No tienes porque, no es necesario hay formas…

-      Por favor lo necesito…

-      Está bien, pero si lastima avísame ¿ok?

-      Lo prometo –Jessica fue subida a la cadera de él, sus piernas no totalmente abiertas estaban a cada lado. Noto como ese trozo de carne caliente tactaba la puerta para entrar, no tardó en abrirse.

Ella se cogió al pecho de él, él a la cintura de ella. Temía que perdiera el equilibrio y cayera. El cuerpo de ella subía y bajaba por ese vaivén del acto. Ambos se miraban a los ojos, esos brillantes ojos que deslumbraban ante el calor de las brasas de la chimenea, ante el calor, de ese sentimiento tan profundo que había entre ambos.

-      Te amo, me gustaría que este momento fuera eterno.

-      Lo mismo digo princesa, si supieras cuanto te adoro, cuando sentimiento ahí en este corazón –ambos sin poder evitar emocionarse, se fundieron, en un  grande y más tierno abrazó, al mismo tiempo que sus cuerpos hacían uno.

-      Me quedaría así toda la eternidad…

-      ¿Te apetece un chocolate caliente?

-      Voy a por él, tu descansa amor, que has tenido un día duro –le beso en los labios. Se puso en pie, sosteniéndose en su silla de ruedas que afortunadamente tenía de recambio en esa misma sala, se dio la vuelta, sentándose en ella. No tardó en regresar con lo prometido tomándose ese taza caliente, abrazada a su amado, sin dejar de observar, esas llamas crecientes, igual que ese amor, cada día que pasaba, iba a por más.

Vanesa Ruiz García